Un millar de personas, ocho obispos y un arzobispo, los miembros del Cabildo Catedralicio, más de un centenar de sacerdotes y un gran número de representantes civiles y militares han participado en la misa exequial que se ha celebrado esta mañana en la catedral por el alma de Rafael Torija (1927-2019), obispo emérito de la Diócesis de Ciudad Real, fallecido el sábado a los 91 años de edad.
Tras la procesión que ha trasladado los restos de Torija desde la capilla del Sagrario hasta el presbiterio el templo, donde ha sido ubicado de cara al pueblo, el vicario general, Tomás Villar; el presidente del Cabildo, Bernardo Torres, el secretario del Colegio de Consultores, José Luis Jiménez; y el secretario del Colegio de Arciprestes, José Carlos Redondo, han colocado sobre el féretro la casulla, la mitra, el báculo y el evangeliario.
El actual obispo, Gerardo Melgar, ha pronunciado la homilía, en la que ha destacado la entrega de Torija con los fieles, “un pastor sencillo, cercano, interesado por todo y por todos sus problemas, que siempre estuvo al lado de los que más le necesitaban en cada momento”.
Melgar ha intercalado partes del testamento espiritual de quien fuera durante 23 años (1980-2003) obispo de Ciudad Real y prior de las órdenes militares Montesa, Calatrava, Alcántara y Santiago, con unos mensajes de entrega a los demás y a Dios.
“Don Rafael fue un obispo cercano a todos, por eso el recuerdo de su persona es imborrable como persona sencilla y cercana”, ha señalado en otro momento, antes de destacar la contribución que ha hecho a la proclamación del Evangelio, porque “siempre deseó cumplir con el mandato recibido de Cristo de velar y guiar al Pueblo de Dios”.
Melgar ha iniciado la homilía saludando a los familiares de Torija, originario de la localidad toledana de Noez, a SAR Pedro de Borbón y los caballeros de las órdenes militares, a las distintas autoridades nacionales, autonómicas, provinciales y municipales, y al millar de fieles y religiosas que han querido dar el último adiós a quien “ayudó a muchas personas a prepararse y pensar con esperanza la llegada de su muerte”.
Él mismo, ha relatado Melgar, pensó a lo largo de su vida “muchas veces” en el momento de su propio deceso, y “lo hizo siempre con fe y esperanza”, tal y como lo dejó escrito en el testimonio que “nos ha dejado”.
En este testamento, Torija pedía que “el Espíritu perdonase sus pecados”, y también solicitaba el perdón de quienes fueron sus pastores y fieles “por sus deficiencias”, sobre todo si, en algún momento, “fue motivo de escándalo para alguno”, además de agradecer a Dios su existencia como cristiano, vocación sacerdotal, y ministerio pastoral.
Su vida, según relató el propio Torija, no estuvo exenta de “dificultades y sufrimientos, gozos y alegrías, salud y enfermedad”.
Se mostró también en su legado agradecido con las personas que lo cuidaron, y expresó palabras especiales para toda su familia por “la generosidad que han demostrado con Dios”, que condensó en varios salmos.
Para Melgar “fue un gran regalo de Dios para nuestra Diócesis de Ciudad Real”, pues “sus gestos y palabras” dejaban “traslucir el amor a Dios y a la Iglesia”.
Precisamente, esta fe está siendo “bálsamo” para todos los que “hoy sentimos la muerte de nuestro hermano”, desde los más cercanos, a los sacerdotes y los fieles “que de mil maneras le expresaban su cariño, afecto y cercanía” por haber sido “un pastor fiel y solícito del rebaño de Cristo que pastoreó en Ciudad Real durante más de 20 años”.
Inhumación
Tras la homilía, y después de la oración de despedida, el Monseñor Melgar se ha acercado a la caja mortuoria, acompañado por el diácono, los acólitos y el maestro de ceremonias de la Catedral, donde ha asperjado e incensado el féretro como corresponde a las exequias cristianas en las que se da el “último adiós al cuerpo del difunto”.
Posteriormente, el cuerpo ha sido inhumado en el pasillo central de la catedral, en presencia de los cientos de personas que han asistido a la celebración de las exequias sin canto.
Los cantos de la celebración, que se ha alargado más de una hora, han sido interpretados por la Coral Diocesana, compuesta por jóvenes de todos los pueblos de la Diócesis, a la que también han acompañado los seminaristas, tanto del Seminario Mayor como del Seminario Menor.
Al final de la Eucaristía, dos sobrinos de Torija han hecho una emotiva intervención, en la que han hecho una semblanza como tío, “cercano y sereno hasta el final”, que los ha acompañado en sus momentos más importantes y les ha transmitido el mensaje del Evangelio con su ejemplo.
Biografía
Rafael Torija nació en Noez (Toledo) el 18 de marzo de 1927, cumpliría 92 años el día 18 de este mes. Fue ordenado sacerdote el 7 de junio de 1952. Fue obispo auxiliar de Santander entre los años 1969 y 1976, prior de la Ordenes Militares y Obispo de Dora entre 1976 y 1980 y primer Obispo de Ciudad Real desde 1980 y 2003, cuando que presentó su renuncia por edad y fue aceptada por el papa san juan Pablo II.
Fue obispo consiliario de la Acción Católica entre 1971 y 1976, y presidente de las Comisiones Episcopales de Apostolado Seglar y de Seminarios y Universidades.
Autoridades
Entre los representantes militares y de los Cuerpos del Estado han asistido el subdelegado de Defensa, coronel Juan del Hierro, el coronel Francisco Javier Jiménez Castillejo (en la reserva), o el comisario Nacional de Policía, Miguel Rufino Méndez.
También ha habido una extensa representación de autoridades civiles, como la delegada de Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Carmen Teresa Olmedo; la consejera de Economía, Patricia Franco; la alcaldesa de Ciudad Real, Pilar Zamora; el presidente de la Diputación provincial, José Manuel Caballero; la vicepresidenta Jacinta Monroy; los diputados nacionales José María Barreda (PSOE) y Carmen Quintanilla (PP), y los senadores ‘populares’ Carlos Cotillas y Miguel Ángel Valverde.
Igualmente, han acudido concejales ciudarrealeños del PSOE, PP y Ciudadanos.