La 9ª temporada de Slam Poetry Ciudad Real comenzó el pasado 30 de octubre, vísperas de Halloween (All hallows evening), en la misma casa del curso pasado: la Tetería Pachamama. Tras los nervios y la incertidumbre de todo comienzo, los participantes desterraron fantasmas para entregarse en carne y alma una noche más.
Como primera invitada, Cristina Indira, representante por Granada en el nacional hace tres años. Cristina apareció destilando humildad y fuerza a partes iguales, envuelta en un rojo manto de lirismo, cual heroína del escenario. Comenzó hablando del papel de la mujer en la sociedad y su despertar: “Se nos han caído todas las mentiras de leche y ahora sonreímos con las encías”, para ampliar el horizonte hasta donde “la finita Europa acabe” en una reflexión sobre qué nos queda después de la fragilidad del estado del bienestar.
Regresó a un punto más intimista, o “intensito” como le gusta describirse a sí misma, en un ejercicio de poesía sostenible en el que el protagonista pasa de ser quien utiliza al otro a convertirse en recurso poético. A continuación, invocó el genio de La Mala Rodríguez para describir cómo a veces “le viene la ira a la boca” y no es fácil gestionar toda esa amalgama de sensaciones. En penúltimo lugar, levitó como una proyección astral sobre la escena del crimen de su propio yo, que podría convertirse en mejor persona, según la óptica, pero como dice: “últimamente como poco y me estoy quedando en los besos”. Para terminar este primer acto, dejó el escenario entregando a los demás la razón: “yo no la quiero. Se me atasca en el sombrero”, y este mismo se convirtió en contenedor de oportunidades con los nombres de los doce participantes de la noche, sometidos a sorteo.
Con el número 1, acudió al terreno de juego desde la puerta a Fran González, que rápidamente supo entrar en el partido para susurrar versos como: “Me hubiera bastado con ser y no estar para amarte”.
En segundo lugar, se incorporó a la slamilia, Emilia. La gala hizo ídem de un elegante acento con el que esbozó en el aire el retrato de algo tan íntimo y a la vez tan universal como el recuerdo de un ser querido que ya no está.
Como una bocanada de aire fresco y antes muerta que sin silla, apareció sobre nuestras tablas Brisa, animando a los presentes a accionarse hasta la cima.
TAMB encarnó dos cuerpos en uno nombrando a Julio León, vigente campeón, en la diáspora, al que se echa de menos. Su texto versó sobre las mujeres invisibles, las del pueblo, las que cuidan, pero… ¿quién las cuida a ellas?
Dando color internacional a la velada, se contó con Camila, una participante de la bella Italia, que regaló en su idioma unas sonoras líneas dedicadas a un amor inmenso y al reconocimiento de dos almas que se encuentran.
La casualidad quiso que la sucediera Elena, con un poema inspirado en su etapa en un pueblo del mismo país, en el que vivió muy intensamente justo antes de caer en el hastío de esa abundancia. Relató cómo decidió recogerse al ascetismo representado en “unas patatas en la brasa, un poquito de carne y una copita de vino”.
Llegados al ecuador del concurso, cambiaron de mano las pizarras y los nuevos jueces valoraron a una voz conocida por el slam ciudarrealeño: Leo Melodía. Ésta calentó motores explicando que, para ella, el concurso es “un gimnasio del ego y la vergüenza”. Siempre reivindicativa en sus apariciones, puso esta vez el foco en “El hoy”, sobre la adicción a las nuevas tecnologías y cómo la posverdad, la desinformación, el ritmo de vida, crean la ansiedad que acaba siendo “un chicle que se pega al estómago”.
Para envidia de Brisa, Atticus fue quien ocupó la escena desde un taburete para enunciar un alegato en favor de esa “caja ¿tonta?” que tanto nos sorprende, digno del mejor Mr. Finch.
El número nueve, como nueve son nuestras temporadas, recayó sobre Cristina -la artista anteriormente conocida como Cris Ryu- ,distintivo de calidad del slam culipardo, con un “Homenaje a todos los valientes”, para gusto de los asistentes.
En la recta final debutó Aranda, fluyendo como pez fuera de la pecera, para abrir el “Cisma de nosotros”, porque “hay personas que no saben sentir bien y acaban haciendo daño a otros”.
Susanna fue la penúltima participante. Sobria en su intervención, pero con desgarradoras palabras, explicó la rabia que se produce por la falta de aceptación de nuevas realidades en tu propia familia, y es que “a veces la sangre ata más de lo que debería”.
Para cerrar ronda, llegó LST, algo extenso en tiempo narrando el conformismo de lo cotidiano y la rebelión contra ello; se disculpó culminando con un “y ya te dejo de dar la brasa”.
De este baremo inicial resultaron finalistas Cristina, TAMB y Susanna, que se batirían el cobre tras la segunda actuación de la invitada.
Esta vez, Indira dejó otros cinco poemas que hablaron sobre el poder de decisión ante la maternidad, la fuerza de la simplicidad, la necesidad de la abdicación para un pueblo que se marchita bajo la monarquía, la reivindicación del “cocinar lento” en un sentido vital y, finalmente, se construyó como un árbol vivo y salvaje que se acepta con sus ramas y su follaje.
Y llegó entonces otra de las novedades del slam culipardo: el sorteo. De entre todos los asistentes se eligió un número al azar que recayó sobre la papeleta de Emilia, también participante, para recibir la deseada camiseta del slam.
También fue momento para el emplazamiento publicitario y mencionar que los gastos de logística (invitados especiales, pizarras, tizas, mano de obra ‘en B’, etc), se sufragan de las “aportaciones” y merchandaisinn (camisetas); y un arrimoncillo de la Tetería Pachamama y de La Maison del Té, café y cacao.
Respecto a la final, de la mano inocente del más joven seguidor, llegó el turno de TAMB, quien describió las secuelas de una enfermedad muy común en el siglo XXI: la depresión. La siguió Susana, sobre el sentimiento de soledad y abandono en un punto de inflexión de su vida. Por último, Cristina expuso la superación de una ruptura y todos sus recuerdos con frases como “¿Cómo se consuela el silencio entre dos personas que se juraron ser refugio?”. La máxima puntuación de las pizarras fue de nuevo para Cristina, que se erigió como vencedora de esta primera edición, recibiendo el premio de nuestro nuevo patrocinador: La Maison del Té de Ciudad Real. Desde el Slam ciudarrealeño, se espera que disfrute de su lote mientras escribe nuevos poemas que regalar a los asistentes a estos encuentros poéticos, como el de cortesía: “12 pulsos”.