Querido amigo Nicolás: Desde tu voz te mando mi nota melancólica, ahora, que la primavera se enaltece y la luz nos dibuja desde el aire. Allí y aquí tú, palabra en verso trenzada en relicario. Escucho tu esperanza en el preludio y en la verdad de lo que eres. Poeta íntegro, poeta ya más allá de este vivir que nos deja exhaustos. Recorro tus palabras, el sentimiento de un libro escrito para luego.
“Nota quisiera ser de cuanto sueño” te define a sorbo de minutos. Te acompaña definitivamente, porque Ana, te puso el anagrama en el corazón de lo más hondo: “con el andar oculto de su sombra”.
Estoy en el umbral del libro, recorro las imágenes sonoras. Te miro, te sonrío. Tú vas marcando páginas y letras con la certeza de abrir un calendario de sonidos y músicas. Te miro en cuadro, en pie, junto a la estancia que Ana pintó con lo cubista, sorprendiendo a la luz que llega y besa el piano y tus dedos.
¡Cómo quisiera trenzar la calma que habita en estos versos! Asumir lo pequeño, la brevedad, la liviandad de ser. Ya tú dices, que “la sangre fluye en su armonía”, pues sabes “que un solo verso puede ser la vida/ la esencia que alimenta los barbechos/ y agiganta trigales”.
Desde mí te contemplo página libre que detiene las horas, mientras la esperanza ve “el alma del alma que lo habita”.
Un silencio de notas cuando sueñas me llega con la voz tan limpia tu memoria. Alienta “hacer cosecha”, abrir “la granazón del universo”. “Aquí sobre estas teclas soy”, junto a Ana Cano, que dibuja para ti la belleza, la policromía de una historia de amor, a pasos juntos, deslizando la luz, la vida, “en sueños de esperanza”. Te escribo hoy día de la poesía.
Definitivamente tú en estas notas escritas en el umbral de un sueño. Y aun sabiendo la certeza has seguido deletreando Amor en cada verso, “por si acaso mañana me levanto/ convencido que nada hay más valioso/ que el abrazo del hombre”.
Dentro preguntas sin respuesta, “¿De qué nos vale un verso?… El folio donde hablar de lo que duele, lastima, escuece. Más el lápiz no escucha tu protesta y sigue copiando al corazón: “que la palabra, expuesta en cercanía/ aplique su razón y su promesa/ al cumplimiento exacto de las cosas”.
Ahora, cuando la primavera se anuncia, tú vienes, como siempre, junto a Ana a decirme verdades en poemas. Recuerdo aquella vez, que fue en el desayuno, y tú venías de Tomelloso, de pregonar palabras y trigales, y reímos todos de cosas imprevistas que nos contó Lorenzo. Pero “aquello que fue nuestro/ como la sombra es de la luz,/ se descompuso un día/ en los atardeceres de la norma”.
Más a pesar de todo: del dolor, la tristeza, el hueco blanco de tu melena “leonada” (que en broma te decía), hoy te vienes con luces de poemas a señalar que vives, que estás y tienes en tus manos, como siempre, una hoja indeleble de sueños y palabras rozando la utopía: “No os extrañe que me exprese./ desde el frágil perfume de la rosa”.
Tus versos acompañan, y hablan, discurren junto al agua que armoniza las Cruces de Mayo, cuando fuimos a la Piedra tuya Buena de poeta, a decirte teníamos tu amistad comprobada; el brezo de tus versos alentando; “Porque la sangre fluye en su armonía” y pretendías “ser el ser que prevalece/ sobre el sello del alba que lo sella: nota querría ser de cuanto sueño”.
Por todo y siempre, por lo que aprendí con tu sabiduría, quiero dejar mi sello de amistad junto al pedestal de tu memoria.