San Blas, patrono de las enfermedades de la garganta y de los laringólogos, ha salido esta tarde a hombros de un grupo de jóvenes, que han procesionado su imagen por las calles próximas a la Parroquia de San Pedro de Ciudad Real. Manuel López, capataz y responsable de las andas, explica que son llevadas por cuatro jóvenes, chicos y chicas, de los más fornidos del Grupo Scout San Pedro, que es el organizador de la procesión.
Una soleada tarde, no demasiado fría, ha favorecido la concentración de decenas de personas, que han acompañado a la imagen y se han congregado a lo largo del recorrido. La pequeña procesión, es “una tradición local muy popular y antigua, muy familiar”, según Raúl López, uno de los cuatro sacerdotes de la parroquia que hoy, por primera vez, ha presidido la comitiva. Aunque son los niños, las niñas (la mayoría reciben catequesis en San Pedro) y los jóvenes que portan y acompañan al santo los principales protagonistas de este antigua procesión, en la que cada año se ven arropados por padres y abuelos.
La sencillo cortejo procesional ha transitado por el recorrido habitual de los últimos años, saliendo de la parroquia para recorrer las calles General Rey, Ramón y Cajal, Plaza del Pilar, Plaza de Cervantes, Bernardo Mulleras, Plaza Mayor, María Cristina, Calatrava y Paloma para volver a entrar, por la puerta del mediodía, al templo.

Veneración de la reliquia
No obstante, lo más importante de la celebración, comentan sus responsables y organizadores, sucede después de la procesión, cuando los devotos del santo y demás feligreses tienen la oportunidad de venerar la reliquia de San Blas. Se trata, según dicen, de un hueso del santo. Esta pieza ósea de pequeño tamaño se encuentra en el interior de una hornacina de metal dorado y cristal, que data de 1604. La reliquia se encuentra en San Pedro desde no demasiado después de su fundación, allá por el S.XV. El hueso de San Blas permanece habitualmente custodiado en la sacristía y oculto al público, pero cada 3 de febrero, desde hace al menos 80 años, se saca, después de la procesión de la imagen del santo, para que los parroquianos puedan pedirle la protección frente a futuras infecciones de garganta y catarros.
Lo que sí se encuentra a la vista de todos los que acuden a San Pedro es la imagen que hoy se procesiona y que, habitualmente, se puede visitar en el retablo del Nazareno. La pequeña imagen de madera, según aseguran los encargados de la procesión, es una talla obra de los imagineros José María Rausell y Francisco Llorens, autores también del Cristo del Perdón y de las Aguas, que preside el altar mayor de la parroquia. Pero estas no son las únicas joyas, ni tampoco la de San Blas es la única reliquia que se custodia en el templo, ya que en su interior alberga también lo que afirman es “un trocito de la cruz de Cristo”, una reliquia lignum crucis (leño o madero de la cruz) que se saca en procesión el Viernes Santo.

Caridades de San Blas
La procesión y posterior adoración de la reliquia se acompaña, cada 3 de febrero, con las tradicionales rosquillas o caridades de San Blas y otros dulces de la época como las resecas dulces y saladas, los empringados y los roscos de vino. Media docena de puestos de dulces y velas se han montado hoy en la plaza e inmediaciones de la parroquia. Las caridades es, quizás, el dulce más típico y demandado, común a los llamados Santos Viejos, como San Antón y también presente en las festividades de La Candelaria. Se trata de una rosquilla elaborada a base de manteca, azúcar, harina, anís matalauva y anís maná (las bolitas de colores), explica Isabel, que lleva vendiendo este dulce por San Blas desde hace 30 años. Pero la traición es más antigua. Rosa Calahorra, que desde pequeña ha acompañado a su abuelo y a su padre en el puesto, dice que la venta de caridades de San Blas se remonta por lo menos 80 años atrás. Comenta que el día, este 3 de febrero, se está dando “muy bien”, “mejor que el año pasado” (calcula unas ventas de 200 docenas de caridades) y afirma que si es así es porque “a la gente le gustan las tradiciones, conservarlas”. En este caso, quien compra come las caridades de San Blas lo hace con el convencimiento de que queda protegido frente a futuros catarros e infecciones de garganta.

Médico, obispo y mártir
San Blas, natural de Armenia y obispo de Sebaste (actual ciudad turca de Sivas), fue un médico convertido en obispo, conocido por su gran caridad y fervor religioso. Durante la persecución de Diocleciano (principios del S.IV d.C.), se refugió en una cueva, donde sanaba tanto a cristianos perseguidos como a animales heridos. Capturado por cazadores, fue llevado ante el gobernador, quien intentó hacerlo renunciar a su fe sin éxito. Sufrió torturas crueles y finalmente fue decapitado en el año 316. Es famoso por el milagro de salvar a un niño con una espina atorada en la garganta, por lo que se le venera como protector contra enfermedades de la garganta.
