La mercantilización de los alimentos, que en muchas ocasiones viajan 2.500 kilómetros hasta que llegan a nuestra mesa, “es una gran tragedia que está perpetúando y aumentando la bolsa de hambrientos y malnutridos en el mundo y fortaleciendo la cartera de beneficios de las grandes compañías”.
Son palabras del ciudarrealeño José Esquinas, exdirectivo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y exdirector de la Cátedra de Estudios sobre el Hambre y la Pobreza de la Universidad de Córdoba (UCO), que en una entrevista con Lanzadigital.com reflexiona sobre la relación entre la falta de recursos de las poblaciones vulnerables para acceder a los alimentos y la falta de voluntad política para erradicar el hambre mundial y favorecer la sostenibilidad del planeta.
“Todo es mercado, indica, y como el dinero, es un Dios que conduce la nave tierra en un ámbito tan básico como es la alimentación humana”. Esquinas habla de una realidad que ha constatado durante más de tres décadas como directivo de la FAO y que le lleva a sentenciar que “no se producen los alimentos para dar de comer a las personas, sino para hacer negocio”.
Y para muestra, un botón: son sólo tres las multinacionales fitosanitarias que producen el 70% de las semillas comerciales del mundo y el 65% de los agroquímicos, por lo que, de alguna manera, “toman las decisiones sobre la alimentación”, en base a “unos intereses determinados que no atienden a los cambios territoriales y medioambientales sobrevenidos por el cambio climatico”.
“Hoy, el pan es un commodity más (mercancía de uso comercial) porque lo importante es el comercio”, y “cuanto más vendes y compras, sube el PIB”, reflexiona el especialista ciudarrealeño.
A su juicio, los grupos de países económicamente más potentes, G8 y G20 “deberían revisar los esquemas en base a los recursos naturales del planeta, tierra, agua, aire, diversidad biológica y energía, que no nos pertenecen, sino que los tenemos en préstamo de nuestro hijos”.
Quien es una de las principales voces mundiales en agricultura y alimentación éticas sostiene que la solución es acudir a los principios reglamentarios de las sociedades democráticas y garantizar el derecho a la alimentación, aunque en casos como en España “sólo está consagrado en el preámbulo de la Constitución y su incumplimiento no es sancionable”.
Sin externalidades
Igualmente, este veterano ingeniero agrónomo reclama sistemas agrícolas respetuosos, de canales cortos, y que prescindan de las “externalidades”, es decir, de los costes para paliar los efectos negativos de la agricultura intensiva y mercantilizada. “Si pagamos un euro por un producto hay que emplear otros dos para afrontar sus consecuencias”.
En su opinión, estos modelos resultan insostenibles porque “calculan el precio de mercado, y no la huella ecológica”.
Por derecho propio y tras una actividad internacional que le permitió tejer una radiografía de los desequilibrios sociales del planeta en su visita a más de 120 países, Esquinas reitera que el hambre y la pobreza “son una amenaza” y el “caldo de cultivo” de las nuevas formas de violencia, favorecidas por el actual escenario de alta interdependencia entre países y de una globalización creciente.
Las cifras del hambre
El especialista, que recientemente participó en Ciudad Real en unas Jornadas contra la Pobreza de la UCLM, alerta sobre unas cifras del hambre que representan una cicatriz moral en las sociedades actuales, dado que si en la última década se había rebajado ligeramente su incidencia, este año, con 815 millones de hambrientos, ha aumentado de manera ostensible.
Ante esta deriva, “será prácticamente imposible eliminar el hambre en el año 2030”, tal y como estaba previsto entre los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Y es verdad que los números “de esta pandemia silenciosa y no contagiosa” son espeluznantes, pues casi 17 millones de personas al año y 40.000 al día mueren de hambre ante la mirada de soslayo de los grandes poderes.
“Son muertos que no interesan y de los que nadie se acuerda”, esgrime Esquinas, al comparar la reacción de los gobiernos ante fenómenos de salud como la gripe A, que provocó 17.000 muertos y para cuyo tratamiento “invirtieron un montón de millones”.
De la misma manera, el gasto diario en armamento de 4.000 millones de dólares “daría para alimentar a los muertos de un día durante 120 años al precio de los alimentos en los lugares empobrecidos”, así como con el 3% del gasto en salvar a la banca en Occidente “se acabaría con el hambre en la tierra”.
Otro dato para la reflexión es el balance de personas malnutridas, que. según Esquinas, en 2005 subió y se equiparó al de hambrientos, y que hoy “es casi el doble”, frente a los países desarrollados como los europeos con altos índices de obesidad y con el 32% de los niños de 3 a 9 años con sobrepeso.
Esquinas reprueba que esta lucha no sea prioritaria para los poderosos a la hora de dar espacio a la seguridad alimentaria en sus acuerdos políticos porque, según explica, “se produce un 60% más de los alimentos que se necesitan”.
“Es mentira que falten alimentos, apunta, el problema es la dificultad que tiene la población con hambre para acceder a ellos, por lo que “es contradictorio que se produzca comida suficiente para todo el planeta y que cada día mueran por hambre 40.000 personas”, insiste.
En su opinión, si en décadas pasadas los organismos internacionales abordaron esta anomalía “por caridad, solidaridad, o justicia social”, en la actualidad habría que afrontarla “por egoísmo inteligente” porque “es nuestro problema también”.
En la actualidad, Esquinas, con 72 años, sigue acudiendo a foros y seminarios a ilustrar sobre la necesidad de impulsar sistemas productivos éticos y herramientas para favorecer la adquisición de alimentos a los países más empobrecidos.