Esta semana os propongo una reflexión desde la urgencia y necesidad de las parejas que afrontan procesos de separación. Están aumentando las demandas de personas que no están a gusto en su situación de pareja y deciden dar este paso que es extinguir la convivencia común, tanto si está vinculada a un contrato como si no. Este acto, en principio, responde a la decisión de dos adultos, o de uno de ellos, que considera que la vida en pareja no resulta satisfactoria ni feliz. Hasta aquí bien, pero qué pasa cuando hay hijos menores.
Algunas parejas se proponen continuar con la convivencia en pro de la estabilidad que se ofrece a los hijos, cayendo en otro tipo de errores, puesto que cuando en la familia no hay bienestar, no hay amor, esta situación genera sufrimiento y desestabilidad en quienes lo perciben, es decir, los hijos. Cuando las parejas asumen la realidad de su relación y deciden dar el paso, comienza una segunda lucha, la batalla por los hijos. Ya hemos hablado en otras ocasiones de que a los hijos e hijas no hay que ganarlos para la causa, ni hay que pretender ponerlos del lado de uno o de otro; a los hijos hay que quererles, educarles, y responsabilizarse a partes iguales. No son ellos los que se separan, y no deben ser ellos los que lo sufran, si la responsabilidad de los adultos se asume como corresponde.
Un siguiente paso suele ser la batalla legal, la de la custodia y, asociada a ella, la de la manutención económica; esa cruel y vil manera de cuantificar lo que vale el bienestar de tu hijo o de tu hija. En ocasiones se olvida que los menores tienen que seguir adelante con su vida, con unas condiciones afectivas y sociales, lo más estables posibles, entre el antes y el después de la separación. Y llegamos, tal vez, a la situación de pactar ese dinero, y se pierde la referencia de que se trata no solo de una cantidad X, sino de la comida, la cena, la merienda, los helados, las golosinas, la ropa, las deportivas, el libro, o la actividad extraescolar. No se trata de dinero, se trata de seguir con la vida de esa persona, aunque sea menor de edad, aunque sea necesario que se adapte a una nueva circunstancia.
Como el sistema de justicia sigue teniendo tendencia de otorgar a las madres la custodia de los menores, suele corresponder a los padres la parte de pagar parte de los gastos, desde una aportación externa, y con los tiempos que corren, claro, hay quien no puede asumirlo. Sencillamente no es lógico que se trate de decir “no puedo”, “no tengo ingresos, no tengo trabajo”. Bien, está claro que puede haber y hay dificultades laborales, pero no nos olvidemos que a los hijos e hijas no se les puede despedir, ellos están ahí y siguen comiendo, durmiendo y respirando todos y cada uno de los días.
Basta ya de tratar a los hijos e hijas como mercancía, basta ya de no entender que una cuota de manutención no es algo que se pueda aportar o no, en base al buen rollo entre los progenitores o en base a querer vengarse de lo que te ha hecho sufrir el otro o la otra. Tu expareja podrá ser todo lo indeseable que creas, pero si los menores están con él o con ella, tienen que comer y vestir todos los días, tienen que seguir adelante con sus estudios y sus necesidades, porque vinieron al mundo por colaboración de dos personas y, esa responsabilidad no la extingue ningún juzgado. Si asumiste la paternidad y maternidad en su día, es para cumplirla. Hazlo.
catalinafuster.com
Psicóloga y Coach