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26 abril 2024
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Bataclán: el día después

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Ramón González presentó ‘Paz, amor y death metal’ en la librería La Pecera de Manzanares / N. V.
Noemí Velasco / MANZANARES
Ochenta y nueve personas perdieron la vida el viernes 13 de noviembre de 2015 en la sala Bataclán. fue una noche fatídica con seis ataques terroristas simultáneos en París. El daimieleño Ramón González cuenta lo que sucedió aquella noche en ‘Paz, amor y death metal’. Lo más revelador es la introspección hacia lo más profundo del ser humano que realiza al contar su propio proceso postraumático como superviviente

Una luz sobrecogedora, “un resplandor repentino”, que devoró la sala y sacudió su mente. Después, la oscuridad, “un fuerte ruido de tableteo”, cientos de personas tiradas en el suelo y “gritos desgarradores”. Son los primeros recuerdos que le vienen a la mente a Ramón González de noviembre de 2015, de la última vez que pasó a la sala Bataclán. “Who’ll love the Devil? Who’ll Kiss his tongue?”. El daimieleño no cree en el destino, ni es supersticioso, pero cuando los terroristas irrumpieron en el concierto “era viernes 13 y sonaba una canción que hablaba del diablo”.

Aquella noche, 130 personas murieron en seis ataques simultáneos en la capital francesa: hubo tres explosiones en los alrededores del estadio de Francia, varios hombres armados con kalashnikov dispararon a quemarropa a la gente en el restaurante Le Petit Cambodge, el local Belle Équipe, el bar Le Carrillón y el Boulevard Fontaine. En el “templo de rock”, asesinaron a 89 personas, entre ellos un español de 29 años, Juan Alberto González.

Aficionado a la escritura desde siempre, empezó a jugar con las palabras días después del atentado, como terapia, a sugerencia de aquella psicóloga que visitó en el ayuntamiento del Distrito X. “Los primeros días fueron de escritura compulsiva, casi en delirio”. Ramón González llegó en enero de 2011 a París atraído por la crisis y el deseo de aventura, debido a su fascinación por el estilo de vida de la capital francesa y por los filósofos existencialistas.

Jean-Paul Sartre, Albert Camus, el Café de Flore, y esa fantasia de filosofar durante toda una noche con Simone de Beauvoir y acabar enamorados “locamente” el uno del otro. Fue su pasión por la música lo que le llevó a la sala Bataclán, con su novia Paola, y dos amigos, Lucía y Carlos. “Veo a tres desconocidos que nos disparan a discreción. Han venido a matarnos”. Nunca imaginaron lo que pasaría esa noche.

Con gran expectación, Ramón González llega a Manzanares con ‘Paz, amor y death metal’ bajo el brazo dispuesto a hacer la segunda presentación de su primer libro ante varias decenas de lectores que llenan la librería La Pecera. Tres partes y 200 páginas sobre lo que pasó durante el atentado, de los saltos en el concierto al ritmo de ‘I only want you’, del momento que se topó con un chaval muy borracho en el servicio, de la estampida hacia la escalera, de los minutos eternos escondido en una sala, de las sacudidas violentas en el estómago y de aquel rostro “brutal”, “amenazante”, de uno de los terroristas.

“Si me pasa algo, decidle a mi familia que les quiero. A vosotros también”. El lector no va a encontrar sangre, violencia demasiado explícita, aunque a través de sus palabras es capaz de imaginar en 360 grados lo que ocurrió aquella noche.

Del llanto a la rabia

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Ramón González durante la presentación de su primer libro / N. V.

Escenas como la del segurata que abrió una puerta de emergencias y consiguió mantener a decenas de personas con vida o la de los rehenes compartiendo información del exterior a través del teléfono móvil, tanto vividas en primera persona como conocidas a través del relato compartido, generan gran interés en la obra. Ahora bien, quizás lo más interesante de ‘Paz, amor y death metal’ es el día de después, las secuelas tras la pesadilla, la soledad de las víctimas cuando termina el foco asistencial y mediático.

Ramón González habla del estrés postraumático, de las dificultades para dormir, de los recuerdos agolpados en la mente como si fueran fotogramas, de la hipervigilancia, del llanto y de la rabia, la misma que sintió al ver el selfie del periodista Carlos Herrera delante de la puerta del Bataclán o al leer los tuits del escritor Arturo Pérez-Reverte, que ponía en duda el heroísmo de la gente que estaba en la sala por no haberse abalanzado contra los terroristas. “En ese momento lo único que deseaba era tenerlo delante de mí. Deseaba pelear a puñetazo limpio con él, partirle la cara”.

La frase la escribió apenas unos días después del atentado, y pese a que admite a Lanza que no va con su carácter “ser violento”, Ramón González aprovecha para lamentar la “poca empatía” que tienen algunos medios de comunicación al reproducir “imágenes violentas, llenas de sangre y viscerales”. El escritor critica que en demasiadas ocasiones los medios centren el interés “únicamente en la barbarie, con tal de buscar el morbo”, en vez de en las acciones de “fraternidad y solidaridad” que tienen lugar en los escenarios de los atentados.

“La dueña de la casa nos invitó a entrar. Era una mujer de unos sesenta años, dulce, de mirada profunda. Nos ofreció té, café, cigarrillos, cualquier cosa que necesitásemos”. Y luego está el efecto en los familiares, que reviven el episodio como si hubieran estado allí, pero cuya imaginación vuela hacia los rincones más oscuros. En cambio, en sus pesadillas, el escritor siempre salía indemne. “Me sentía ingrávido, poderoso, oníricamente inmortal”.

La vida cambia

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Ramón González explica el proceso postraumático tras el atentado de París / N. V.

En la obra cuenta que antes su vida había sido “una huida hacia delante”. Aquella noche sus preferencias cambiaron, pero Ramón González asegura que ninguna parte de sí mismo murió en Bataclán. Ingeniero informático en una consultoría hasta entonces, el autor comenta que poco después dejó el trabajo y decidió aprovechar el tiempo. Desde entonces es profesor de español y sigue escribiendo.

Quizás sale menos, pero no por “miedo”, sino porque lo sucedido potenció su personalidad, ya era entonces algo solitario. A la sala de conciertos de momento no ha vuelto, pero confiesa que volverá; de hecho, le hubiera gustado ir al concierto de Seasik Steve del pasado 28 de noviembre.

“Por favor, no miren al suelo, miren hacia arriba”. La última vez que recorrió esa sala no pudo evitar buscar entre los cadáveres a sus dos amigos: igual que su novia, también sobrevivieron. Con respecto a la canción que tocaba Eagles of Death Metal prefiere no escucharla, aunque más de una vez lo ha hecho. Incluso, Ramón cree recordar que el grupo ha dejado de tocarla.

La frase “lo que no te mata, te hace más fuerte” de Friedrich Nietzsche resulta recurrente para las personas que sobreviven a accidentes, atentados o enfermedades. Fuertes, sin duda, tuvieron que ser Ramón González y sus amigos, de los que detalla parte de su historia posterior, para hacer frente a la burocracia, al trasiego por psicólogos y a las amenazas y a los atentados terroristas que hubo al tiempo.

“Descorrí las cortinas y abrí la ventana para que el apartamento se airease. Me fijé en un camión de fruta que había justo enfrente, un militar, fusil en mano, lo inspeccionaba”. Después, el Renault Clio negro del terrorista Salah Abdeslam apareció al lado de su casa, en la plaza Albert Kahn. También hubo otros atentados: Bruselas, Barcelona, Manchester, París. Lo cierto es que González cuestiona realmente el significado de la misma fortaleza. “¿Llorar es ser menos fuerte? No sé… es verdad que he evolucionado, madurado”.

Un ataque “irracional”

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Gran expectación en la presentación de ‘Paz, amor y death metal’ / N. V.

Nunca pasó por su mente dejar París. Ramón González tenía su vida hecha y afirma con rotundidad que si hubiera cogido carretera y manta “habrían ganado los terroristas”. Él estuvo en aquella masiva concentración en la plaza de la República diez meses atrás, el 7 de enero, tras el atentado contra Charlie Hebdo.

Cuatro días después dos millones de personas, además de los principales líderes europeos, marcharon por la “liberté, égalité y fraternité”. El daimieleño confiesa el “dolor” que sintió la sociedad francesa por el ataque yihadista a la revista satírica por unas simples caricaturas de Mahoma, un ataque contra los “valores europeos”, contra la “libertad de expresión”.

El ataque de Bataclán, fue más allá, “fue un hecho irracional sin justificación alguna, fue gratuito, buscó hacer daño al mayor número de personas, y es peligroso buscar las causas”, reflexiona el escritor. “Que hubiese un motivo, si es que es cierto que lo había, no significa que los hechos estén justificados”.

La intervención de Francia en la Guerra de Siria estaba de fondo, sin embargo, González hace referencia al comunicado de reivindicación del Daesh, que habló del Bataclán como un lugar “donde cientos de idólatras se habían congregado en una fiesta de perversidad”. “Ningún motivo está por encima de la vida. O los terroristas eran imbéciles o les lavaron el cerebro, lo cual les convertiría en víctimas también”.

Ramón González cuenta sin tapujos conversaciones mantenidas en los meses posteriores, con amigos europeos que incluso llegan a criticar la “tiranía de Occidente” y su responsabilidad con el terrorismo.

Antes no fue racista, ni islamófobo, y ahora tampoco lo es. “Ni mucho menos”, exclama Ramón Gónzález, que confiesa que trabaja entre musulmanes y tiene muchos amigos creyentes. El escritor llega a afirmar que “la migración no es un problema” frente a las formaciones políticas que buscan sacar rédito con el tema y asegura, sin quitar hierro al asunto, que el terrorismo en las sociedades europeas es un problema, “pero existen otros mucho más graves”, como “la contaminación, la desigualdad social o el machismo”.

Solo hay que dar un repaso a la prensa occidental para ver las movilizaciones que han protagonizado las portadas en los últimos días por el movimiento de los “chalecos amarillos” en Francia tras la subida del impuesto a los carburantes.

El recuerdo convertido en novela

Si no estuviera preparado, no hubiera publicado estas letras que representaron para el escritor una auténtica liberación. Editado por uno de los principales grupos editoriales del país, ‘Paz, amor y death metal’ está en las librerías desde el pasado mes de octubre para adentrar al lector en la mente del superviviente de un atentado a través de una narración ligera, para todos los públicos y muy intensa en algunos capítulos.

Tres años después, Ramón González reconoce que ya no es capaz de aislar nada de lo ocurrido esa noche del relato, sus recuerdos son hoy la novela misma, y reflejan el punto y aparte puesto por un joven que hoy puede decir que ha recuperado la estabilidad si existe, que sale, va en el metro y es feliz. El 13 de diciembre de 2015 las manillas del reloj pararon, pero ahora solo queda mirar hacia delante.

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