“¿Te has preguntado alguna vez cómo sería tu vida si esta tarde, al regresar a tu casa, te encontraras con que simplemente no está? No hay nada. Ni paredes, ni puerta, ni luces, ni vecinos… sólo un solar vacío. Te has quedado sin un techo”. Esta es la reflexión que hacía en presencia de los medios el pasado lunes una persona integrante de la Casa de Abraham en nombre de todos ellos. Una reflexión que sin duda se habrán hecho alguna vez cada una de las treinta mil en nuestro país que no tienen donde reclinar la cabeza cada noche ni dónde vivir cada día.
En el marco de la Campaña “Nadie sin hogar 2010-2015”, Cáritas junto con FACIAM,FEPSH, XAPSLL y BESTEBI, entidades de apoyo a personas sin hogar desarrollan esta campaña que se celebra este año el día 30 de noviembre con el lema “Por una vivienda digna y adecuada. Nadie sin hogar”.
Hoy vivimos en una situación de emergencia residencial resultado de las políticas de vivienda no inclusivas, basadas en la inversión económica. La vivienda es desde hace décadas, un bien de inversión y no un derecho básico para poder realizar en plenitud la dignidad que todo ser humano tiene. Esta opción ha tenido como resultado la aparición de un numeroso grupo de personas y familias en situación de exclusión residencial y social que nunca ha podido acceder a ese derecho.
La gran cantidad de desahucios que han tenido lugar en nuestro país, representan sin ninguna duda el último y más sangrante eslabón del fracaso social de un sistema que ha estado sustentado en el desmadre de demasiadas cosas y en las carencias de otras muchas. Un sistema que se ofrecía aparentemente humano y por eso legítimamente tentador porque era un sistema basado en la venta de un futuro mucho más confortable económicamente, pero falto de ética y moral en quienes lo ofrecían, un falso y definitivo paraíso terrenal de cartón piedra. Un sistema en el que el dinero fue el único valor para comprar nuestra esperanza. Un sistema en el que los bancos ofrecían ese paraíso de una manera temerariamente frívola. Por eso estas entidades no se encuentran legitimadas moralmente para desahuciar.
El Papa Francisco hizo una dura referencia a este gravísimo problema a nivel mundial con motivo del encuentro de “movimientos populares”: “Lo dije y lo repito: una casa para cada familia. Hoy hay tantas familias sin vivienda, o bien porque nunca la han tenido o bien porque la han perdido por diferentes motivos. Familia y vivienda van de la mano. Pero, además, un techo, para que sea hogar, tiene una dimensión comunitaria: es precisamente en el barrio donde se empieza a construir esa gran familia de la humanidad, desde lo más inmediato, desde la convivencia con los vecinos. Hoy vivimos en inmensas ciudades que se muestran modernas, orgullosas y hasta vanidosas. Ciudades que ofrecen innumerables placeres y bienestar para una minoría feliz pero se le niega el techo a miles de vecinos y hermanos nuestros, incluso niños, y se los llama, elegantemente, “personas en situación de calle”.
Es curioso como en el mundo de las injusticias, abundan los eufemismos. No se dicen las palabras con la contundencia y la realidad se busca en el eufemismo. Una persona, una persona segregada, una persona apartada, una persona que está sufriendo la miseria, el hambre, es una persona en situación de calle: palabra elegante ¿no? Ustedes busquen siempre, pero en general, detrás de un eufemismo hay un delito.
No echemos por tanto balones fuera en nuestra responsabilidad como ciudadanos en relación con esta situación. No desviemos este problema tan sangrante de manera exclusiva hacia los poderes públicos y distintas organizaciones que tienen entre sus quehaceres acoger a “los sin techo”. Miremos cada uno hacia nuestro interior y reflexionemos aunque sólo sea un momento sobre nuestra cuota de responsabilidad y lejos de flagelarno aportemos nuestro grano de arena en la reconstrucción de tantos casos como salen cada día a nuestro encuentro. Este y no otro es el único camino posible para aprobar esta asignatura pendiente como sociedad.