Con cariño, a Isabel Martínez Muñoz,
mi madre, que por aquí trabajó de joven.
Como a legua y pico de la capital, -de Ciudad Real-, y en el hoy prácticamente despoblado asentamiento del mismo nombre, se encuentran los reducidos restos del Castillo de Ciruela y los mínimos vestigios de la iglesia de Santa Marina, que parece llegó a tener rango de parroquial. A modo de tarjeta de presentación hemos de decir que aunque poco conocida en los anales de la historia, la fortaleza de Ciruela, -de la época medieval-, tuvo notable protagonismo durante un tiempo en su emplazamiento en el trazado natural entre las de Caracuel y Calatrava La Vieja, -que en otro momento visitaremos-, siendo testigo de ello aún hoy lo que queda de su Torre del Homenaje y leves indicios de sus murallas, sobre un domo volcánico, debiendo hacer aquí la conveniente aclaración de que en vulcanología un domo volcánico, -de lava-, se entiende como un montículo de forma aproximadamente circular que se origina durante una erupción lenta de lava viscosa, y que apenas pasa de leves muestras de la mampostería de su fábrica, además de la huella de los escalones tallados en la roca, todo ello junto a la iglesia de Santa Marina, -presumiblemente templo parroquial de homónima población, Ciruela, en otros tiempos-, que hoy nos muestra todavía parte de sus muros y por otras calendas formaba parte del recinto amurallado de la fortaleza. al pie de estos retazos de una historia por desgracia más bien olvidada, que al menos están bajo la Protección de la Declaración Genérica del Decreto de 22 de abril de 1949 y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español, se me ocurre que es buen momento para dar las gracias a Don Pascual Madoz, -por las aportaciones que me brinda su diccionario-, así como a Don Inocente Hervás y Buendía, a Don Juan Antonio García Cuevas, a la publicación “El Sayón”,… porque sin ellos y por supuesto que sin patearse el lugar, hubiese sido del todo imposible realizar este trabajo.
El poblado
Como adelantaba al comienzo de estos párrafos, Ciruela no pasa de ser, hoy por hoy, una aldea casi olvidada cuyas ruinas dominan, -desde modesta altura-, el valle del Río Jabalón, junto a la que hubo un antiguo castillo. Por eso, y para “refrescarnos la memoria”, quizá no vendrá mal recordar la descripción que de la misma hacía en su momento el referenciado Pascual Madoz: “…caserío en el partido judicial y término de Ciudad Real. Tiene trece casas de labor y comprende tres mil cuatrocientas a cuatro mil fanegas de tierra en la que se emplean cuarenta y cinco pares de mulas. Hay una iglesia situada en la altura llamada El Cerrillo de La Horca, y en ella se celebra Misa los días de precepto, para la asistencia de los labradores, y en su inmediación se halla el arruinado castillo que estuvo edificado sobre unos peñascos muy grandes, y en el centro del caserío un pozo abundante de agua saludable aunque no muy blanda…” Y más adelante, -en el mismo diccionario de mediados del siglo XIX-, continuamos leyendo “…se cree que este caserío fue una antigua población porque en su iglesia, -que constaba de una sola nave y estaba dedicada a Santa Marina, formando parte del Arciprestazgo de Ciudad Real y perteneciendo al Arzobispado de Toledo, con puerta de estilo gótico que puede verse en la sacristía del templo parroquial de Miguelturra, donde por arte de birlibirloque está enclavada desde 1975-, se advierte una pila bautismal.
Le fueron anejos La Puebla, Cantagallos y Santa Leocadia…” Testimonio que puede verificar que el templo tuvo categoría de parroquia, y por lo tanto de que fuese pueblo, puede ser el siguiente texto, entresacado del Informe de Rentas del Clero, de 1882, del Arzobispado de Toledo, en el que se hace constar: “…el informe presentado a la Junta Diocesana de Toledo, desde Ciudad Real, el 18 de noviembre de 1822, por Don Antonio Mohino, como encargado de la parroquia de Ciruela y de su anejo de La Puebla, en nombre del cura propio Don Vicente Calderón, que se encontraba ausente…” Mucho más podría hablarse y escribirse sobre este poblado de Ciruela. Terminaré este primer apartado diciendo que en 1255 y coincidiendo con la fundación de Villa Real, en la Carta Puebla que concede el Rey Alfonso X, “El Sabio”, el precitado monarca expresa: “…et do a esta villa sobredicha que halla por aldeas o por término Zuheruela (Ciruela), é Villa del Pozo (Villar del Pozo), é la Figueruela (La Higueruela), et Poblet (Poblete), é Alvala (Albalá) con todos sus términos yermos é poblados, é con todos sus derechos, con montes, con fuentes, con ríos, con pastos, con todas sus entradas é con todas sus salidas, é con todas sus pertenencias, assí como las han estos lugares sobredichos, é las deven aver…” Con el paso inexorable del tiempo esta aldea de Ciudad Real, -ya en el último cuarto del XVIII-, pierde su importancia estratégica y entra en un inevitable declive, desafortunadamente progresivo.
El Castillo
A la hora de buscar una fecha sobre la que datar su edificación, nos encontramos con una notable falta de precisión en los datos que han llegado hasta nuestro tiempo, aunque me atrevería a remontarme al siglo XI, incluso al X, ya que todo parece apuntar a por cuando los árabes dominaban la zona, llamándose por entonces Hisn de Sujayrola, -hoy Ciruela-, siendo hacia mediados del siglo XII, -año de 1158-, propiedad ya de las tropas cristianas, y donado el enclave con el propósito de ser poblado, -durante el reinado de Alfonso VII-, al caballero toledano Don Armildo Meléndez. Ya en 1187, y de acuerdo con Bula firmada por el Papa Gregorio VIII, consta que era por entonces propiedad de la Orden de Calatrava, -ahora con el topónimo de Zuerola, junto con otras fortalezas como Caracuel, Alarcos, Benavente, Guadalerzas,… Ha pasado el tiempo, nos encontramos ahora en las postrimerías, -1195-, de este siglo XII.
No hace mucho que ha terminado la Batalla de Alarcos y Ciruela pasa de nuevo a manos musulmanas, aunque diecisiete años más tarde, -en 1212-, lo recuperan las tropas cristianas a su paso hacia Despeñaperros para afrontar la Batalla de Las Navas de Tolosa. Ahora el castillo pasa a ser propiedad de Zuera María Armíldez, hija del ya citado Armildo Meléndez y repuebla estos territorios aunque dos años más tarde, -en el mes de noviembre de 1214-, Enrique I, el de la Casa de Trastámasra, dona estos lares al Arzobispo de Toledo. En 1228, catorce años después, la ya citada señora Armíldez vende “…la mitad del Castillo de Cuhervela (Ciruela), llamado ahora Hinojosa…” al Arzobispo toledano de quien es propiedad hasta que en el año de 1255 Alfonso X, “El Sabio”, le cambia esta propiedad por la guadalajereña aldea de Fuentes, perteneciente a la población de Hita, pasando Ciruela, como vimos anteriormente, a pertenecer a Ciudad Real, por entonces Villa Real. Aprovechando que estamos por entre los dominios del Río Guadiana, al igual que sus aguas lo hacen por entre Daimiel y Villarrubia de Los Ojos, por el correr de los siglos se pierden los datos a partir de ahora sobre los avatares de este Castillo de Ciruela, aunque mucho me temo que aparte de iniciarse su decadencia, como también ocurrió con los caballeros calatravos que lo habitaron, poco más puede contarse acerca de él.
Afrontando un suave paseo me dispongo a regresar a la capital, pensando en que no me puedo olvidar de dar las gracias, -tal como a los investigadores que me precedieron-, a los miembros de la “Asociación de Vecinos Ciruela”, que desde hace unos años lucha, -pacíficamente, eso sí-, pero con todas sus ganas, con un único objetivo: ¡Que no desaparezca Ciruela! Brindo con ellos por esto, en la distancia y con el corazón, mientras me dispongo a seguir visitando otros castillos, fortificaciones y recintos fortificados de nuestra provincia.