¡Qué aburrimiento! ¡Cuántas medias verdades o mentiras! Y ¡Qué graves ausencias! Esto es lo que refleja nuestra vida pública y no hay manera de evitarlo. Ha sido muy elogioso el papel de los informantes descubriendo las trampas y la corrupción porque han perseguido la verdad y la han hecho saber. Pero en política repiten y subrayan siempre lo mismo, consienten que los políticos les cuenten siempre lo mismo y no demuestran curiosidad por saber más, ni les impiden salir del paso con banalidades, con inconcreciones y con cambios de orientación copernicanos. No todos los informantes son así, pero para encontrar los agudos, ingeniosos y los que perforan hasta la raíz hay que escudriñar mucho y dedicar mucho tiempo. Lo que se capta fácilmente es un aburrimiento.
El lector, el televidente o el radioyente hemos de padecer otras cosas además del aburrimiento y la causa entre otros son muchos políticos. Por ejemplo, hoy hemos conocido un gran acto recordando el 75 aniversario del asesinato de Companys noticia que todos hemos recibido con respeto. Se podría haber completado la información diciendo que el 27 de julio de 1940, los nazis detuvieron en París a varios españoles que entregaron a las autoridades franquistas. Se trataba de Julián Zugazagoitia (intelectual socialista/comunista ), Francisco Cruz Salido (periodista socialista), Juan Peiró (anarquista, ministro de la República), Cipriano Rivas Cherif (intelectual, cuñado de Azaña) y Lluís Companys (líder de Esquerra Republicana). Todos fueron fusilados excepto Rivas Cherif. ¿Puede decirse que se trataba de una persecución catalanista? ¿Puede apropiarse nadie de semejante salvajada? ¿Cabe en cabeza humana que alguien fabrique un beneficio del fragmento de la salvajada? ¿Y que nadie se dé cuenta?
En cambio, hay asuntos muy importantes de los que nadie habla, ni los políticos ni los informantes. Se trata de la política científica. No basta decir lo importante que es la ciencia, la investigación y los resultados. Ni lamentarse de la pena que da que nuestros jóvenes universitarios y no tan jóvenes –ya formados- se tengan que ir al extranjero para comer. De lo que piensa el Partido Popular más vale que no nos lo cuenten porque ya lo sabemos: gastar lo menos posible en instalaciones, medios materiales, plantilla, intercambios con científicos extranjeros, o becarios. Y de lo que piensan muchos empresarios españoles sobre el mecenazgo de la ciencia, tampoco vale la pena enterarse porque no se parece a nada de lo que piensan los empresarios extranjeros.
Siguiendo la lista de focos de interés, de lo que rumian los nuevos partidos no sabemos ni pío. Y eso que sus líderes son jóvenes universitarios la mayoría. ¿No han tenido tiempo de hacer conjeturas sobre lo que suponen podría mejorar la Universidad española? ¿No están informados de las penurias, los cierres y las limitaciones económicas de los centros de investigación puntera que han estado en la delantera hasta hace poco? ¡Ah!
En cambio, es mucho más admirable la trayectoria de la izquierda ante la ciencia, con distintos rasgos según las épocas: la I República y la II República, con entes como la Institución Libre de Enseñanza y la Junta para Ampliación de Estudios. Y el franquismo con la hábil apropiación de lo fundado y promovido por la izquierda y la persecución y exilio de nuestros intelectuales y de los que habían originado el despegue espectacular de nuestros centros. Y así llegamos al gobierno de Felipe González que efectivamente formuló una Política Científica bien trabada, anclada en la Ley de Reforma Universitaria y en la Ley de la Ciencia. Una Política Científica que sirvió de aliciente para el interés por investigar en España (y por supuesto en Cataluña) de muchos científicos de categoría. Que luego el Gobierno de Aznar lo cambiara, no quiere decir que fuera malo lo que había porque salvo cambios de nombre y retoques legislativos no se conocen otras brillanteces. Es cierto que el gobierno de Rodríguez Zapatero lo tuvo difícil y no aumentó el panorama pero conservó lo mucho que habían hecho los socialistas anteriores. Lo de Rajoy ya lo sabemos.