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28 marzo 2024
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Ramón Cádiz se declara único culpable de matar a Diego Flores y su viuda lo ve como una ejecución planificada

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Ha reiterado que sacó la escopeta que tenía escondida en el asiento trasero del coche y posteriormente disparó por el miedo que le provocaban los miembros de la familia Flores / Foto: J. Jurado
Julia Yébenes / CIUDAD REAL
Los otros dos hermanos mantuvieron su inocencia porque se quedaron inconscientes por los golpes entre el coche en que viajaban y la furgoneta del fallecido. La mujer del fallecido dice que Ramón lo sacó de los pelos, lo apedreó junto a José y le descerrajó dos tiros "a sangre fría"

Con una hora de retraso empezó este martes en la Sección Primera de la Audiencia provincial el juicio contra Ramón, Manuel y José Cádiz Castro, los tres hermanos acusados de haber participado en el asesinato de Diego Flores, miembro de una familia con la que estaban enfrentados por la custodia de unos niños.

En su declaración, sólo Ramón, alias ‘cazurro’, se declaró culpable de disparar a la víctima cuando ésta venía de trabajar de un mercadillo de Villacañas (Toledo) junto a su mujer.

En concreto, el principal acusado, que compareció con un brazo en cabestrillo e iba ayudado por una muleta, narró los hechos juzgados ocurridos el 23 de junio de 2014 y señaló que aquel lunes sobre las 8,30 horas de la mañana salió hacia Ciudad Real desde Linares (donde se mudaron estos tres hermanos y su madre hace varios años por otro enfrentamiento entre las dos familias originado por la misma causa) junto a José (copiloto) y Manuel (iba detrás) conduciendo un BMW gris y se dirigieron a Torralba donde vive otra hermana y un sobrino, y también a Daimiel, donde al parecer, José, el menor de los tres procesados, trabaja como representante comercial y donde Manuel, el mayor, cuida habitualmente de unos caballos de la familia.

Mientras tanto, Ramón, según declaró, se tomó varios estupefacientes para combatir los efectos de la esclerosis que sufre, pues “la heroína, la cocaína, las pastillas y el wisky me quitan los dolores”, y al final de la mañana volvió a recoger a sus hermanos.

De vuelta, cuando viajaban por la A-43 a la altura de Torralba, fueron sorprendidos por un golpe en la parte trasera izquierda del vehículo y entonces se dio cuenta de que era una furgoneta y que iba conducida por Diego Flores (que había participado en uno de los desencuentros de hacía un año y medio y al que el padre y los hijos Cádiz habían prometido venganza).

Igualmente, a preguntas del fiscal aseguró que fue Flores el que lo provocó, tanto con el golpe como con un gesto con la mano como que les iba a cortar el cuello, por lo en plena autovía empezó una persecución a alta velocidad que derivó en el acceso a Corral de Calatrava, una zona en obras y con una rotonda, donde chocaron los coches e impactaron con la mediana. El BMW frenó bruscamente contra un árbol y la furgoneta cayó a una especie de vaguada.

El principal acusado señaló que su reacción fue tan violenta por el miedo que le provocaban los miembros de la familia Flores “porque nos tenía amenazados y sabía que Diego tenía una pistola”.

Tras el choque todos quedaron aturdidos, y Ramón pensó, según declaró, que sus hermanos estaban muertos porque se quedaron teóricamente inconscientes. Entonces salió del coche, se acercó a la furgoneta y empezó una pelea “mano a mano” con Diego, con piedras incluidas, y momentos después volvió a su coche, sacó una escopeta que guardaba en el asiento trasero, se acercó a ‘su enemigo’, que estaba maltrecho en el suelo, y “le pegué un tiro”.

También dijo que en principio no vio a la mujer de Diego, la viuda que ejerce la acusación en el juicio, dado que “mi hombría me impide maltratar a una mujer y además con ella no tenía nada”, aunque confesó que le espetó “cállate guarra”.

En todo momento, mantuvo que sus hermanos “no tuvieron nada que ver”, y que no se bajaron del automóvil al haber perdido el conocimiento, incluso dijo que tras tirar el arma entre unos arbustos, tuvo que sacar a José del coche y “me lo eché encima” para salir huyendo  hacia la autovía. Allí los recogió un familiar al que habían pedido auxilio, y les dejó su coche para volverse a Linares.

Los otros dos acusados respaldaron esta versión, José Cádiz insistió en que ni vio ni oyó nada pues durante el tiempo en que transcurrieron los hechos no tuvo consciencia, así como negó que el ataque estuviera planeado y que él participara en el mismo. Ante esta visión, no supo explicar porqué habían identificado huellas suyas en la furgoneta de la víctima mortal y tampoco se acordó de si había pronunciado ante los agentes que los detuvieron palabras en las que se alegraba de esta muerte “porque se lo había ganado” o que se iba “a mear en su tumba”.

Por su parte, Manuel Cádiz, con unas respuestas más contestatarias, explicó que venían a Ciudad Real a menudo para trabajar y ver a sus familiares, y en el día de los hechos reconoció que salió del coche pero solo vio a su hermano Ramón que volvía con la escopeta en las manos y éste le contó que había matado a Diego.

“No es cierto que lo estuviéramos esperando ni que planeáramos la muerte” porque “gitano soy, pero adivino no”, sostuvo, y corroboró que tuvieron que sacar a José del coche, todavía aturdido, para dirigirse al encuentro con el familiar para, posteriormente, volver a casa de un primo en Linares, donde fueron detenidos al día siguiente.

Ejecución organizada

Más dramático fue el relato de C. V., la viuda de Diego Flores, que vivió en primera persona los luctuosos hechos y cuyo testimonio fue el auténtico relato de una ejecución organizada.

Detrás de un biombo, entre lágrimas y visiblemente nerviosa por sus movimientos de pies, rememoró aquella mañana de trabajo, “que recuerdo perfectamente y de la que me acuerdo cada día”, en la que volvía con su marido de vender telas en un mercadillo toledano y en plena autovía, a la altura de Torralba, empezaron a notar golpes por detrás, de tal modo que Diego le instó a que llamara a la policía, aunque no pudo porque el vapuleo del vehículo hizo que se le cayera el móvil.

Una vez se incorporaron al acceso hacia Carrión, tras recorrer unos 8 kilómetros a velocidades altísimas y con colisiones por alcance “para echarnos de la carretera”, volvieron a impactar entre ellos y el coche de los acusados se empotró contra un pino.

Seguidamente, Ramón, según la versión de la mujer, sacó de los pelos a su marido y empezó a apedrearlo, primero solo y luego con José, hasta dejarlo malherido en el suelo, mientras ella, una vez había bajado de la furgoneta (“no me podía quitar el cinto” tras los choques) le intentaba ayudar, e incluso se llegó a poner delante. “Le limpié la sangre de la boca y les pedía que lo dejaran así y se fueran, pero no me hicieron caso”, señaló y agregó que instantes más tarde Ramón fue a buscar la escopeta, le instó a que se apartara para disparar dos veces “a sangre fría” en la cabeza a Diego ante la impotencia de la mujer.

También oyó cómo “‘el cejas’ (José) le dijo a Ramón que me pegara otro tiro a mí”, y vio cómo éste tiró el arma entre la vegetación y cómo los tres hermanos (a Manuel lo vio de lejos) se fueron corriendo por su propio pie.

La mujer aseguró que “no me encañonó” pero vivió unos momentos en los que pensó “que creía que era mi fin”.

Testigos

En el juicio, señalado hasta el jueves, también comparecieron dos trabajadores de sendas contratas de las obras cercanas al lugar de los hechos, el primero de ellos, tras el biombo, recordó que fue el que llamó a Emergencias, y dijo que venía de comer y vio a tres chicos corriendo y un coche empotrado en el terraplén.

El segundo, jefe de su cuadrilla, también se iba a incorporar a su jornada de tarde y al ver los coches pensó que era un accidente. “Me bajé y vi a una mujer que gritaba que habían matado a su marido y estaba con ella otra mujer (la primera persona que auxilió a la viuda), que se tuvo que ir y yo me quedé con ella hasta que llegó la Guardia Civil”.

La sesión terminó con el testimonio por videocoferencia desde Linares de los dos primos maternos, L.M.C. y J.M. C., en cuya casa se alojaron los acusados y donde fueron detenidos. Manifestaron que habían llegado pocas horas antes de la detención, a primera hora del 24 de junio, y que les dijeron que habían tenido un accidente.

Los hermanos Cádiz están acusados de loss delitos de asesinato, conducción temeraria en concurso co nintento de homicidio y tenencia de armas, y se enfrentan a 33 años de cárcel que pide el Fiscal para cada uno y 340.000 euros en concepto de responsabilidad civil para los hijos menores del fallecido y para la viuda, por su parte Jesús Corella, que ejerce la acusación particular solicita penas de 34 años para cada procesado y más de 550.000 euros de indemnización, además de responsabilidad civil a la compañía aseguradora del coche por poner en riesgo a terceros.

 

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