“Esto se nos ha hecho muy largo y que hayan estado los parques infantiles cerrados se ha notado mucho porque sacabas a los niños a la calle, querían jugar y decían que ‘por qué no se podía pasar’”, comenta la madre de Manuel, tractorista cuando se monta en el vehículo de madera de la granja del parque infantil de los Jardines del Prado, pero también quiere ser policía, torero, futbolista,… “Lo que le vayas echando, todo le encanta”, resume su abuela.

Para la madre de Manuel, con limpieza y desinfección, “a lo mejor limpiándolos dos o tres veces al día”, hubiera estado bien que los hubiesen abierto antes para que los niños pudieran jugar porque “a ver dónde vas” ya que tampoco es que “en Ciudad Real tengas muchos sitios para estar con los chavales y sobre todo en verano”.

“Lo importante es que salgamos adelante y que no nos tengan que volver a encerrar como este tiempo de atrás”, agrega la abuela, que se tiró “70 días ‘encerrá’ porque terminó el Carnaval, empecé de pintores y ya no volví a salir a la calle hasta últimos de mayo”. Haciendo bolillos, cosiendo, “entreteniéndome” completó esa travesía sola en su casa, a la que acudía su hija a llevarle la compra. “No quería pensar porque pensaba que ‘me voy a morir yo sola aquí’”, comenta la abuela, ahora mucho más contenta, mientras su nieto no para de jugar en el primer día, este viernes, de reapertura de los parques infantiles.
Lugares de recreo
“Los niños estaban deseando que se abriesen” los parques infantiles como lugares de recreo, igual que todos las piscinas o poder desplazarse entre provincias e ir a la playa, comenta el padre de Haram, que destaca que la situación obliga a que “seamos muy cuidadosos y tengamos todas las precauciones del mundo”, siguiendo las recomendaciones sanitarias. “Bajábamos a la calle y veía que no podía entrar aquí”, lo cual “echaba mucho de menos” Haram, expone su padre, que confía en que el calendario establecido para las aperturas y flexibilización de medidas parta de una asesoría sanitaria buscando evitar que continúen los contagios.

Lo que tiene claro es que los niños se han “adaptado muy bien” a la dura etapa del confinamiento. Les ha afectado el cierre de los colegios y no poder ver a sus amigos, pero “han dado ejemplo de cómo hay que pasar una pandemia, adaptándose y siendo conscientes de que no podían salir y, si tenían solo una hora para ello, había que aprovecharla para hacer todo el ejercicio posible para luego poder aguantar el día entero”, describe el padre de Haram, quien cuando van a ir a la calle le recuerda que deben lavarse las manos, llevar el gel e incluso cosas que hay que desinfectar.

A la abuela de Luisa, le parece “fenomenal” que hayan desprecintado los parques infantiles para que “los niños tengan un sitio donde distraerse porque estos días de atrás era tremendo: no había ningún sitio donde poder llevarlos. Así que contentísimos, tanto ellos como nosotros”, asegura, al tiempo que señala que “hay que ir paso a paso, sin prisa” en cuanto a la flexibilización de las medidas para que “no tengamos que ir para atrás”.
Más morenos tras la palidez del confinamiento
El abuelo de Alonso celebra esta reapertura de unos parques en los que los chavales disfrutan y que son al aire libre y donde les da el sol lo que contribuirá a ponerse más morenos ya que estamos todos un poco pálidos tras tanto tiempo encerrados en casa. En su caso, pese a la preocupación contante para no contagiarte de ese “bicho tan malo”, han llevado bien el confinamiento que ha sido mucho más fácil gracias a los nietos con los que han convivido 24 horas al día. Lo que ha echado en falta son más explicaciones avaladas por profesionales de medicina preventiva sobre los motivos por los que se autoriza en diferentes momentos la apertura de diversos espacios y actividades.

Pablo lleva mascarilla como su padre, que le echa gel en las manos en cuanto se baja del columpio, el tobogán o toca algo, al igual que la abuela de Sofía, para quien lo importante es ser prudentes y considera positivo que no se hayan abierto los parques infantiles hasta que se ha estimado que era factible a nivel de seguridad sanitaria porque los niños “lo tocan todo. Acabo de echarle gel pero da igual, vuelve a tocarlo todo”.
