Roberto Sánchez es uno de esos tipos indispensables para que funcione un club. En su caso, fue jugador del Basket Cervantes primero; ahora, compagina su labor como presidente de la entidad, con la de entrenador de tres de los equipos que cada fin de semana pasean el nombre de Ciudad Real por toda la región.
De él, cuentan sus amigos que es un ‘cerebrito’, una de esas mentes lúcidas que resuelven los problemas cuando los demás se enquistan en la búsqueda de respuestas. Tal vez por eso sea capaz de compaginar su trabajo como docente, con las que se derivan de su papel como entrenador y presidente del Basket Cervantes, sin olvidar la prioridad de lo que supone lo importante, su propia vida personal fuera de las pistas.
La clave para salir ileso de esta agenda voraz que sobre el papel ya estresa es, señala Sánchez, “la pasión con la que siempre he disfrutado del baloncesto y estando un poco loco”. Este deporte lo mamó desde pequeño quebrando balones sobre pistas empedradas, mientras se construía como la persona que es.

Algunos de los que más veces lo han visto jugar lo describen como un jugador del estilo de José Manuel Calderón o del propio ‘Chacho’ Rodríguez, al que de hecho, en uno de esos regalos inesperados de la vida, tuvo la surte de enfrentarse sobre la pista, ejerciendo como sombra del que luego acabaría siendo leyenda del baloncesto español. Ágil, con vista periférica, inteligente y dinamizador del equipo en la conducción de la pelota, fue lo que día aportó primero luciendo el escudo del Basket Puertollano; después, ya como un adulto que disfruta del deporte sin esperar que se cumplan los grandes sueños de cuando eres irreductible, defendiendo el del equipo cervantino.
Puede que alguno en su condición hubiese intentado estirar el chicle para seguir jugando, para seguir sintiendo esa adrenalina cuando sabes que estás compitiendo por algo, él dio un paso al lado cuando el oxígeno se negaba a regar las venas a la velocidad que exigía el juego. “Hay que saber cuándo marcharse y dejar paso a los que vienen. Yo me fui cuando dejé de disfrutar en la pista como siempre lo había hecho, porque notaba que el físico ya no me daba para jugar al nivel al que estaba acostumbrado”.
Tras eso, vino el momento de ver el baloncesto desde el banquillo, con una pizarra en la mano y con las jugadas discurriendo por su mente, como esa idea que nace en el artista y que se plasma para que el resto la disfruten. Años después, le llegó el legado en forma de presidencia, algo que ahora también le llena, cuando la pelota empieza a botar y sabe que todo está listo para que arranque una temporada más llena de retos.
En una de esas tardes previas al inicio de los partidos oficiales, mira la pista del Pabellón Santa María de Ciudad Real y se llena de gozo. “Ser el presidente del Cervantes es un regalo”, dice mientras señala a los diferentes grupos que sudan la camiseta, corriendo de un lado al otro de la cancha, buscando hacer sonar las redes de las canastas mientras baja la bola una vez más entre su cordaje.
Mirando las tres pistas a lo ancho en las que divide el parqué del pabellón ciudadrealeño, donde suena de fondo la banda sonora de los balones botando al unísono, el presidente del Cervantes sonríe, sabedor de lo conseguido. “Es un orgullo tener a tantos equipos y tantos jugadores defendiendo nuestro escudo”. De hecho, el club cervantino es casi en exclusiva el único que tiene equipos representantes en todas las competiciones federadas de Castilla-La Mancha.
Basket Cervantes, un proyecto en continuo crecimiento
Cada año, el Basket Cervantes ve crecer su proyecto deportivo; con más jugadores interesados en jugar en el equipo, haciendo que obligatoriamente suba el nivel de todos ellos, que a la postre les hace competir por todo a final de temporada. “Es una alegría que la gente quiera venir a jugar con nosotros y que nos tengan como un equipo de referencia, es el mayor ejemplo para saber que estamos trabajando en la buena dirección”.
Tal vez, mantener esa línea progresiva es el gran reto para el Club, donde el éxito colectivo queda por encima del que se pueda conseguir por parte de uno de sus equipos. “Tenemos muchas ganas de empezar la temporada, de continuar con este proyecto y de seguir dando todo lo posible por el Club”.

Haciendo zoom sobre el objetivo deportivo, para el presidente de Cervantes este año los retos se postulan en varias direcciones. “Con el Primera Nacional Masculina, ojalá podamos luchar por el ascenso. El año pasado nos quedamos a una canasta, con un tiro en el último segundo que no quiso entrar cuando íbamos perdiendo de un punto”.
Repetir los resultados del año pasado, avisa, «no será tarea fácil, porque el nivel del resto también ha subido». “Nosotros no tenemos un equipo que podamos construir con fichajes. Nuestro presupuesto en ese sentido es cero, pero bueno, vamos a ver dónde nos pone la pista y la temporada”.
Sobre el equipo senior masculino, analiza, “tenemos muchos chavales de la cantera que vienen de ser campeones de Castilla-La Mancha junior. El equipo yo creo que está preparado y tiene buena pinta para estar arriba”. No obstante, dice precavido, “hablar del ascenso, quizás sean palabras mayores”.
Con el Primera Nacional Femenino, “el objetivo es la permanencia. Es una liga muy dura, cada año los equipos se refuerzan más, está cada vez más profesionalizada la liga, por decirlo así y tendremos que pelear por conseguir cuatro o cinco partidos que nos mantengan en la zona tranquila”.
Presidir Cervantes “era cerrar un círculo”
Aunque sus primeros botes los dio en Puertollano, donde ahora juega su hermano Eduardo -jugador del Basket Dentatis Puertollano-, realmente su techo llegó en Ciudad Real, donde empezó a jugar cuando la vida coló la etapa universitaria en el primer plano de lo importante.
“Los dos primeros años de universidad iba y venía a Puertollano y me quedé jugando allí; pero luego, por pura logística, acabé fichando por Basket Cervantes y ha sido aquí donde culminé mi etapa en la pista, para acabar luego como entrenador y ahora como presidente, que ha sido como cerrar un círculo”.

Lo de gestionar el Club llegó después de una etapa brillante en las pistas. “Hace siete u ocho años, el antiguo presidente, José Luis Rodrigo, nos reunió a los jugadores más veteranos y a alguien le tenía que tocar asumir el testigo”. Ése alguien fue él; una persona capaz de organizar en pista y fuera de ella. Sin dar voces, sin aspavientos, sin ganas de acaparar los focos. Todo eso le vale para ser respetado y querido a partes iguales.
Roberto Sánchez, ciudadano 75.000 de Ciudad Real
Entre la colección de anécdotas que un día contará a sus nietos, está lo vivido el 12 de julio de 2010. Ese día Roberto Sánchez salió en la prensa local. De casualidad, como su llegada a la presidencia de Basket Cervantes, cuando fue a empadronarse en el censo municipal de Ciudad Real, le informaron que acaba de convertirse en el ciudadano 75.000 del municipio.
Aquello le sirvió para ser recibido por la alcaldesa de entonces, Rosa Romero y para ser famoso por un día, cuando siempre ha sido una persona que rehúye de las cámaras. “Mis amigos de Puertollano, cuando escucharon lo del título, dijeron que no fuese más por allí”, bromea, aunque en cierta medida seguro que fue un aviso para que no olvidase de dónde viene, porque tener sangre minera es un lujo que no se negocia.
Llegó a Ciudad Real en el año 2003 para comenzar la Universidad, cuando era todavía uno de esos jóvenes aspirantes a comerse el mundo y veinte años después, aquí sigue, echando raíces en el lugar donde se le ha visto crecer, siendo el baloncesto el gran ancla que lo ha amarrado a estas calles de la capital.
Tanto ha arraigado lo que ha venido construyendo durante estas décadas que se han escapado a la velocidad con la que construía el juego que, por ahora, no se plantea entrar como directivo en el equipo donde empezó todo. “En el Basket Puertollano están mis compañeros de toda la vida que son mis amigos, está mi familia y obviamente, en un futuro me encantaría poder aportar mi granito de arena”. “Sigo siendo socio y en un futuro ya veremos».

En ese futuro, están las ganas de alguien que no olvida dónde nació el amor por este deporte, está la amistad que le une con gran parte de los que ahora son rivales en pista, pero parte fundamental de su vida fuera de ella; está su hermano y su padre, trabajando para ganarle aunque no se lo digan. Por eso, subraya, «Si me preguntas si me gustaría formar parte algún día del proyecto del Basket Puertollano, pues te diría que me encantaría poder echarles una mano”.
Sin embargo, a día de hoy, sus pensamientos y sus preocupaciones visten el amarillo del Basket Cervantes de Ciudad Real. “Resido aquí, trabajo aquí y, por tanto, sería más complicado estar en otro Club”, sonríe mientras justifica su ausencia.
Mientras continúan entrenando, cruza la pista, se pierde en los pasillos del Santa María y busca su botella de agua y la pizarra. De fondo queda una temporada por estrenar y las ganas renovadas, de ese chaval que se enamoró del baloncesto y que sigue alimentándose con lo que surge de este deporte.