Despectiva y coloquialmente llaman ‘todólogo’ en El Salvador y Honduras a quien cree dominar varias especialidades. Está admitido por la RAE como sustantivo en masculino y femenino, de modo que será todólogo el varón que crea saberlo todo y todóloga la mujer que de tal alardee. Con carácter más general, no despectivo pero sí coloquial, nuestro diccionario recoge otros dos términos que identifican y califican a quienes presumen de sabios sin serlo: ‘sabiondo’ o ‘sabihondo’ y ‘sabelotodo’. El primero, como adjetivo también usado de sustantivo, tiene masculino y femenino; el segundo, como sustantivo asimismo usado de adjetivo, es común para ambos sexos.
Gramática
De mi análisis gramatical resulta que lo único académicamente incorrecto sería «sabelotoda», por lo que debo referirme con comillas a ciertas elegantes tertulianas televisivas (carcas o progres, morenas y rubias) unidas por el denominador de ir peripuestas siempre, con cuidadas guedejas y esmerada manicura que decoren sus ademanes, muchos de ellos tics o rictus más propios de un impulso patológico que de una oratoria suelta y elocuente.
Dirigiéndome a todos, mujeres y hombres, me pregunto ante cada sesión cuántas horas dedican a preparar su trabajo. Como hacen, por ejemplo, los abogados que estudian las intervenciones en el foro o buscan el soporte legal de sus dictámenes. O como los parlamentaros activos, que suben a la tribuna con cuartillas, guiones o dosieres. Algo que no rige para los contertulios, quienes, con las manos en los bolsillos o enguantadas, llegan adonde haya que ir dispuestos a hablar de lo que les echen. A menudo sentencian los procesos más complejos e intrincados que la actualidad descubre ese mismo día, bastándoles con que al momento les comuniquen el autor del afer. Ignaros por completo como acuden al plató, se apresuran a enjuiciar y fallar lo divino y humano sin previo orden del día ni previa relación de colegas de sesión. Son los sabelotodos y las «sabelotodas» de cada noche, algunas de ellas prestas a lucir modelos, utilería de escenario cinematográfico, aderezos y complementos… Auténticas pistolas de santo, pues para hablar de derechos básicos y sensibilidad social frente a pobreza y opresión habrían de ir tan sobrias y sencillas como la musa cantada por Miguel Hernández.
En estos círculos que hoy crecen como el pasto no se alumbran por lo común ideas con fondo, ni la forma de exponerlas es la mejor en gran parte de los casos, preguntándome yo cuánto se embolsan los actores. Porque puede que hasta sea más que ese salario contra cuyo monto mínimo tanto claman quienes lo tienen multiplicado por infinitos enteros y eso que su jornada, amén de breve, la despachan cómodamente, calentitos en invierno y muy fresquitos en verano, hasta vestir algunos el mismo atuendo en todo tiempo, como siempre igual iban los taxistas, policías, obreros fabriles y empleados de los años 40 y 50, entonces como imposición del subdesarrollo, hoy como conquista del progreso que permite vivir a temperatura estándar.
Cuota de igualdad
Son frecuentes las «sabelotodas» periodistas o políticas, cubriendo aparentemente la cuota que su igualdad reclama. Pero hay algunas en especial —está feo señalar— que dan la impresión de ir a boxear de salón más que a hablar con rigor; a pontificar con liviandad de púgil pluma en vez de razonar con la solidez del peso pesado. Se las ve mover los brazos, las manos y la cabeza más hábilmente que la boca, los labios y la lengua. Es tal su afición a dibujar jeribeques en el aire que hasta sería posible que a sus limítrofes les volasen las gafas o les cayese un cate en el mentón, involuntario desde luego, pues vaya por delante que se comportan con suma corrección. ¿Es que para dialogar, contrastar, contestar… se precisa parodiar el baile de san Vito? ¿Hay que adolecer del corea u otra manifestación convulsiva para estar de continuo apartándose los aladares o subiendo el flequillo o apuntando con el índice o entrelazando los dedos o poniendo en cruz los remos? El lenguaje gestual no es la reposada habla vocal que le pega a conversadores, conferenciantes, docentes y divulgadores. Mojigangas aparte, gesticular queda para los mitineros, manifestantes, rábulas y feriantes, hinchas y forofos.
Entre garambainas y poses rutinarias, la retórica vacua domina habitualmente en estas florecientes mesas redondas una gran variedad de temas dispares propensos a tópicos o muletillas de hombre y mujer por parejo. Y venga y dale a «este país» por aquí y «este país» por allí, «sin consenso» o «con consenso» para confeccionar «la hoja de ruta» antes o después de «primarias», si no al hilo de «dimisiones y relevos».
Algo tan poco útil, que resulta más inútil que la inacción. ¡Menos teatralizar y más currar! Bien pueden agradecer, ellos y ellas sin distingo, que su producción no se cuente, pese ni mida por el sistema métrico u otros patrones oficiales de masa y volumen. Les iba a reportar un disgusto el bajo rédito de su tarea y el alto tedio que en la mayoría de programas generan estos vividores, aunque no todos sean cuentistas, como es natural y yo no afirmo. De vez en cuando se oye algo aprovechable para quien manda o gobierna. Por mí, que no paren.