Sara Mateo es una joven que ya a través de su mirada deja traslucir que es una mente curiosa, mientras que su sonrisa y su forma de gesticular cuando la entrevistamos hace imposible no detectar su pasión por seguir formándose para crecer como persona y por investigar para contribuir a hacer una sociedad mejor .
Y esas cualidades, unidas a otras muchas, han hecho que se haya convertido en uno de los jóvenes talentos que trabajan en la UCLM, concretamente en el ITQUIMA ya que es licenciada en ingeniería química, desarrollando su tesis doctoral con muchas posibilidades de futuro que repercutirá en costes energéticos y en el medioambiente.
“Mi trabajo se centra en recuperar la energía contenida en la materia orgánica de las aguas residuales que generamos a diario tanto en nuestros hogares como en las industrias y que, por tanto, constituye una fuente inagotable” explica durante una entrevista con Lanza en la que destaca que ese aprovechamiento se hace a partir del aprovechamiento del ciclo de vida de ciertos microorganismos ya que se utilizan celdas de combustibles microbiológicas.
Resultados más allá de lo previsto
El proyecto, financiado a través del Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia “Explora”, aplicar esta tecnología para mantener encendido un led. Sin embargo, cuando Mateo consiguió ese primer reto, quiso seguir avanzando y en al actualidad, a partir de agua residual ha conseguido encender 220 LEDs de forma continuada en el tiempo -gracias a la réplica de pequeñas celdas optimizadas- demostrando que esta tecnología, que se desarrolla en el Departamento de Ingeniería Química de la UCLM, puede ser una alternativa real a las tradicionales fuentes de energía, además de una energía verdea partir de una tecnología sencilla de aplicar y de bajo coste.
“Una celda sola genera poca energía, pero aumentando el número se ha podido incrementar la electricidad generada” explica la doctoranda, quien incide en que esta tecnología tiene un gran potencial porque el agua residual es un deshecho y su vertido al medio natural requiere de un proceso de tratamiento con altos costes energéticos, a lo que hay que sumar el coste adicional del tratamiento del fango.
“Con este modelo, además de generar electricidad sin depender de ningún factor climático -como el viento en la eólica, por ejemplo-, se obtendría agua tratada que podría ser vertida de nuevo a los ríos” asegura Sara Mateo
Entre las utilidades prácticas de esta investigación, y que son las que realmente permiten comprender su importancia, se encuentran la posibilidad de emplear la energía obtenida en los hogares para iluminación, encender aparatos eléctricos o, incluso, los robots en el futuro dotándolos de su propia autonomía.
Y, yendo más allá, podría implantarse en países en vías de desarrollo o zonas deslocalizadas donde no tienen acceso a la electricidad ya que sólo es necesario generar agua residual y eso es una necesidad básica del ser humano por lo que, insiste, es una fuente de energía inagotable que con el tiempo, “calculo que entre 20 y 30 años porque las aplicaciones de la investigación deben plantearse a medio y largo plazo”, podría implantarse en las plantas depuradoras para que sean autosostenibles, con el consiguiente ahorro.
 
La investigación necesita tiempo
Toda esta investigación, que parece contarse de una forma rápida, lleva años de trabajo porque cada intento de optimizar las celdas -con o sin membranas, agrandadas o agrupadas…- o de probar por ejemplo con distintos tipos de aguas residuales, además de tener en cuenta que se trabaja con microorganismos que son seres vivos que hay que cuidar -incluso en los días festivos- suponen meses de ensayos para encontrar la mejor solución a cada “problema” que va surgiendo y que hay que resolver de la forma más óptima posible.
Y ello ha sido posible también, como quiere subrayar Sara Mateo, “al Departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Castilla-La Mancha que me han permitido formarme con ellos y aprender porque son grandes profesionales, y personas, cuyos conocimientos previos me han servido de mucho para avanzar en esta investigación, además de para adquirir nuevas competencias profesionales”.
Esta novedosa y, sobre todo, práctica investigación ha cosechado numerosos reconocimientos y premios que Sara Mateo achaca a que es un “tema apasionante” que interesa precisamente por la posibilidad que ofrece de llegar a tener un hogar autosostenible, con los beneficios económicos y medioambientales que eso conlleva.
Apostar por la investigación
En su capítulo de agradecimientos, además del mérito que atribuye a sus directores de tesis por ir guiando su investigación, esta doctoranda de la UCLM no olvida a las fuentes financiadoras que le han permitido que lleve a cabo esta investigación “como el proyecto Explora, que financia proyectos que están al límite entre lo posible y lo imposible, así como la beca FPU del Ministerio de Investigación”.
Y es que, como reconoce Mateo, es necesario que se invierta en investigación porque es lo que al final hace avanzar a un país y mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, además de hacerlo más competitivos en un contexto global como el actual.
“En la investigación reside la oportunidad de mejorar, de generar desarrollo sostenible y del crecimiento de un país, ya que está demostrado que contribuye a incrementar su Producto Interior Bruto (PIB)”.
Pero el mayor problema con el que se encuentran los investigadores a la hora de encontrar esas fuentes de financiación, considera esta joven investigadora, es que los resultados de la investigación se obtienen a medio y largo plazo -por lo que su impacto en el PIB también se produce a medio y largo plazo- mientras que el sistema político actual, así como muchas empresas, demandan que los resultados sean a corto plazo.
“Tenemos que trabajar para cambiar esa mentalidad porque se ha comprobado ese impacto que el aumento de la tecnología tiene en el PIB porque en la actualidad estamos por detrás de muchos países europeos como Alemania, Francia, Italia, Holanda, Bélgica, Reino Unido, Dinamarca, Suecia, Finlandia y, fuera de Europa, Estados Unidos” señala Mateo, quien recuerda que, según datos del INE “el desembolso en investigación y desarrollo retrocede por sexto año consecutivo en relación al PIB, es decir, se reduce su tamaño en la estructura productiva”.
Sara Mateo recuerda que investigar no supone solo inventar algo nuevo, sino que muchas veces consiste también en mejorar lo que ya se tiene para dar solución a los problemas existentes y los nuevos que van surgiendo, al tiempo que destaca que también se debe tomar conciencia de que tampoco es sólo cosa de las grandes empresas sino también de las pequeñas “porque invertir en investigación es ahorrar costes a la larga. Insisto: sin investigación no hay desarrollo”.
La importancia de un doctorado
En una época en la que los temas políticos han salpicado a la universidad por los presuntos másteres falsos de responsables institucionales -y aunque un doctorado es mucho más- Sara Mateo destaca que lo que le motivó a seguir estudiando al terminar la carrera fue su curiosidad por la investigación y, sobre todo, “el sueño de poder hacer o crear algo que aportase utilidad al mundo, quiero poner mi granito de arena para lograr un mundo más sostenible”.
Y, una vez decidió que quería continuar estudiando e investigando, se decantó por la Universidad de Castilla-La Mancha “debido a la calidad de la investigación del Departamento de Ingeniería Química”.
Una afirmación que justifica en el hecho de que la clasificación National Taiwan University (NTU), que selecciona a las 300 mejores universidades del mundo en 14 disciplinas distintas, situó en 2017 a Ingeniería Química de la UCLM en el puesto 217
Además, recuerda, el área de Ingeniería Química de la UCLM mantiene el primer puesto nacional en uno de los parámetros relacionados con el impacto de la investigación -número medio de citas en los últimos once años- así como el segundo puesto nacional en otro parámetro relacionado con la excelencia.
“Estoy muy satisfecha de la decisión que tomé”, concluye.