Por si llegaba una nube preñada de agua que lo fastidiara todo, se aceleraron los procedimientos, el cortejo fúnebre aligeró el paso al festivo ritmo de la carrionera charanga Los Que Nunca Fallan y las plañideras, como gato escaldado que del agua fría huye, también aceleraron para agarrar pronto, algunas vestidas de mininas, con más ahínco si cabe los lomos de las sardinas asadas.

Verde que te quiero verde su cuerpo escamado, azules ojos, rojos labios, amarillo sombrero y con aletas laterales de plumas de colores, Doña Sardina, elaborada por El Mono Sin Pelo de Alcázar, fue dejando un reguero de llanto a su paso por la calle Toledo, acompañada de las enlutadas Dulcineas y Damas Manchegas y las desconsoladas viudas y afligidos parientes y conocidos de la Asociación Cultural Valkyrias, así como de la Asociación Juvenil La Daga Dorada, que repartieron a los viandantes olorosos tulipanes negros.

Con malabares, parte de ellos de fuego, zancos y una estética en la caracterización próxima a la Catrina mexicana, Humo de Colores ambientó el recorrido en un acto presentado por Juan Domínguez, quien ejerció de maestro de ceremonias como un jefe de la funeraria entre dos aguas, mitad esqueleto y mitad de carne y hueso, y al que hasta subieron al catafalco.

En la plaza de la Puerta de Toledo, pronto se encendió la hoguera y fue pasto de las inmisericordes llamas el cuerpo de esta reina de los mares y los Carnavales, dando paso, una vez reducida en cenizas, a los primeros bocados del nuevo período ricos en Omega 3 y vitamina D.

La inestabilidad de la tarde hizo que no se congregara tanta gente como en años anteriores y los más fieles, tras dar el pésame, se ‘pusieron la botas’ a comer sardinas, que incluso se repartieron con un trozo de pan de dos en dos.

Servidas las primeras raciones, llegó un quinteto de Pandorgos que, también raudos y veloces, prepararon cien litros de limoná para refrescar el paladar. La lluvia dio tregua, se disfrutó de un plácido inicio de la noche y hubo quien no sólo repitió sardina asada sino que hasta prácticamente cenó con las provisiones de doscientos cincuenta kilos con las que contaban las peñas ciudarrealeñas.

Aunque entre lágrimas y sollozos por la irreparable pérdida, Mar Sánchez se mostró feliz en su primer entierro de la Sardina como concejal de Festejos por la participación de los vecinos de Ciudad Real, pese a las inclemencias, y colaboración de las peñas.

Las peñas El Botellín, Puerta de Toledo, Morería, Cangilón, El Piar, Dinosaurio y Los Que Faltaban colaboraron en la sardinada y la Federación de Peñas instaló bajo la Puerta de Toledo su propia recreación de Doña Sardina, elaborada artesanalmente y fue indultada de las llamas.
