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09 febrero 2025
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Trajes de Dulcinea y damas, actualizando la tradición

de
Mercedes Camacho / CIUDAD REAL
Aunque pueda parecer que no ha evolucionado mucho el traje típico que las dulcineas y damas han lucido cada 31 de julio desde hace más de cuatro décadas, lo cierto es que nada más lejos de la realidad ya que ha sabido avanzar sin perder un ápice de su esencia pero con pequeños sellos más actuales como la inclusión de nuevos y variados tonos en las faldas. “Tenemos las rayas tradicionales, pero ahora hay muchas tonalidades como malvas, azules... Y luego depende de los gastos de cada persona: por ejemplo lo tradicional es la media de rayas, pero también ofrecemos la blanca calada de espiga para quien la prefiere”.

    Así lo explica a Lanza una de las personas que más sabe sobre la evolución del traje ‘de rico’ o de ‘gala’ como popularmente se le llama al que lucen la dulcinea y sus damas con motivo de la Pandorga el 31 de julio, Cristina Baptista, responsable de una de los establecimientos más veteranos de la capital y en el que se han hecho los trajes de muchas generaciones de manchegas de la provincia.

    “No sabría decirte cuánto tiempo llevamos elaborando trajes de manchega porque desde que tengo uso de razón lo recuerdo en esta tienda que abrió mi abuelo y que ya va por la tercera generación”, explica Cristina Baptista, quien detalla que tras la jubilación de su padre Jesús Baptista, ahora es ella junto a su hermano, también Jesús Baptista, quien regenta la que es una de las mercerías más tradicionales de la capital y en la que es difícil, afortunadamente, no llegar y que haya gente esperando.

    El traje de gala en la mujer se caracteriza por la vistosidad y colorido especialmente de sus faldas y medias, las cuales son confeccionadas en el tejido llamado “alpujarreño” y siendo bordadas en lana blanca grecas florales alrededor de las mismas.

    Según explica Cristina Baptista, el traje se compone de la falda, chambra, pechero, mandil o delantal, faltriquera, enaguas y pololos, pañoleta, pañuelo, medias y aderezos, además de los zapatos.

    La falda, que es la parte que más evolucionado “en el sentido de que se han ido incorporando nuevos tonos a los colores tradicionales”, cubre desde la cintura hasta media pierna y se confecciona en lana con listas verticales, sobre la que se bordan a mano -con lana blanca- grandes grecas de flores “que solemos hacer un poquito más ancha en el traje de la Dulcinea que en el de las damas, para que haya una ligera diferencia”.

    Además, se puede acabar con un cordón o con una onda bordada, “ya dependiendo del gusto de cada una, insisto, aunque el acabado con el cordón es el tradicional”.

    Por lo que se refiere a la chambra, se llama así a la prenda ajustada, de manga larga y raso negro que se lleva a modo de camisa. Lleva puntilla en el puño y la bocamanga y no tiene cuello porque a través de ella se deja ver el pechero, una pieza blanca de puntillas.

    Sigue completando el atuendo tradicional que lucen dulcineas y damas el mandil o delantal negro que se luce sobre la falda y que puede tener algún bordado.

    También sobre la falda se coloca la faltriquera que es el ‘bolso’ de este traje tradicional y que se confecciona en terciopelo negro con bordados, siendo una pieza muy vistosa, detalla Baptista.

    Muy importante es también la pañoleta, una prenda de ceremonia que se coloca doblada en pico sobre los hombros y cubriendo el pecho. Se confecciona también en lana, tienen gran colorido y su estampado es generalmente floral.

    Además, sobre la pañoleta se coloca un pañuelo de crespón blanco, cuadrado, y doblado en pico.

    Prendas interiores y aderezos
    Si nos centramos en el interior, el traje tradicional de manchega lleva las enaguas – que contribuyen a dar volumen a la figura de la mujer en su mitad inferior-. Las enaguas cubren desde la cintura hasta media pantorrilla, son blancas y de bastante vuelo, además de que suelen tener adornos en la parte interior como alforzas, volantes, tiras bordadas, puntillas y pasacintas con cintas de color generalmente rojo.

    También es otra pieza ‘íntima’ los pololos, el pantalón que cubre desde la cintura hasta la rodilla, ajustándose por encima de ésta con los pasacintas, llevando adornos parecidos a los de las enaguas.

    Completan esta parte las medias que se confeccionan en Baptista con hilos de diversos colores, “los mismos que lleve la falda”, apostilla Cristina, dispuestos en estrechas rayas horizontales. Se sujetan por encima de las rodillas con ligas, quedando éstas cubiertas por los pololos.

    Por último, y además de los zapatos negros de punta chata y medio tacón grueso, los aderezos son el complemento final a este traje, recuerda Cristina Baptista, quien señala que se componen del camafeo -medalla con una figura tallada en relieve que se coloca por encima del pechero sujeto con una fina cinta de terciopelo alrededor del cuello-; los pendientes -que suelen ser de oro o sobredorados, con dos cuerpos: aretes pegados a la oreja y una parte colgante con adornos engarzados en forma de guisante con tres piedras-; y las horquillas -son doradas y se colocan en la parte superior del moño dejándolas algo visibles-.

    “Para hacer un traje más sencillo pueden invertirse alrededor de quince días, mientras que en uno de más elaborado, con más puntillas o bordados, el mínimo es 20 días”, destaca la responsable de Baptista, aunque recomienda encargarlo cuanto antes porque hacen muchos y para evitar imprevistos.

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    El traje de gala en la mujer se caracteriza por la vistosidad y colorido especialmente de sus faldas y medias / Elena Rosa

    Lo que sí tienen en cuenta, narra Cristina Baptista a modo de anécdota, es que han tenido que arreglar, en más de una ocasión, vestidos de dulcineas o damas a última hora porque hayan adelgazado respecto a cuando se les tomaron las medidas iniciales.

    “Desde que las eligen hasta que se visten sí que suelen adelgazar. Tú tomas una medida y cuando vienen a probarse han perdido peso porque están más nerviosas o han tenido más eventos. Pero como lo sabemos, solemos irlas llamando para ajustar el traje a esa pérdida de volumen. Sin embargo ese no es el problema, sería más complicado si engordaran porque habría que repetir el traje”.

    Pero, además y para cuidar ese detalle, la última prueba del traje se suele hacer una semana antes y, si ha variado la talla, dos días antes. “Aunque hay que tener en cuenta que tampoco se entregan mucho antes porque el traje de la Dulcinea y sus Damas es como un secreto que se debe desvelar el día de su proclamación.

    Otros trajes
    No obstante, en Baptista no sólo confeccionan los trajes de dulcineas y damas “sino que, para la Pandorga son muchas las madres que le compran a sus hijas el traje rico, especialmente para participar en la ofrenda a la Virgen del Prado, pero también el de segadora”.

    El traje de segadora es mucho más sencillo -y también más fresco al no ser de lana y tener menos piezas-, ya que se compone de blusa blanca, pololos y enaguas, y falda de cuadros en blanco y negro, el mismo tejido con el que se hacen unos manguitos.

    Asimismo, también lleva mandil negro, faltriquera, zapatillas de esparto atadas al tobillo, pañoleta en la misma tela que la falda y el sombrero de paja colgado a la espalda.

    Cómo vestirse
    La forma de vestirse de la mujer manchega, y por tanto de la Dulcinea y sus damas, comienza con la colocación de la ropa interior: pololos, enaguas y pechero, tras lo que se ponen las medias y el calzado, según recuerdan en el apartado de fiestas de la web ciudad-real.es.

    Las medias, que deben subir por encima de las rodillas, se sujetan con ligas; mientras que la parte inferior del pololo se ajusta a la pierna mediante lazada, tapando en parte las medias. Además, se debe tener en cuenta que la enagua no debe sobrepasar el largo de la falda.

    Directamente en contacto con la piel y por encima del pechero se coloca la chambra, dejándose ver las tiras de puntilla del pechero por el escote de la prenda. Las faldetas, o parte final de la chambra, quedarán por encima de la falda.

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    El traje de gala en la mujer se caracteriza por la vistosidad y colorido especialmente de sus faldas y medias / Elena Rosa

    Por su parte, la falda se ajusta a la cintura mediante dos tiras de algodón que se cruzan y atan por delante, dejando la abertura en la parte delantera, de forma que tanto la abertura como la lazada de la falda quedarán tapadas por el mandil.

    A continuación la faltriquera se coloca sobre la falda y las faldetas de la chambra, en la cadera derecha; mientras que el mandil se coloca encima de la falda en la parte delantera, sujeto a la cintura y cubriendo, en parte, la faltriquera.

    Por otra parte, encima de la chambra y sobre los hombros, se coloca la pañoleta, cruzando los extremos por el pecho y anudándose por detrás. Como la pañoleta se coloca con forma triangular, el pico debe quedar bien centrado en la espalda, hacia la mitad del largo de la falda.

    Finalmente, por encima de la pañoleta se coloca el pañuelo blanco, que previamente se debe haber doblado diagonalmente, y tiene que ir bien colocado sobre los hombros, nunca sobrepasarlos. Se anuda por delante a la altura de la cintura y se sujeta a la chambra con un alfiler no visible, los picos salientes del nudo quedan por encima del mandil.

    Estas son, tanto la del traje rico como el de segadora, las alternativas más bonitas y tradicionales para vivir la Pandorga pero no hay que olvidar que quien no quiera, o no pueda vestirse, al menos sí deberá cumplir con una tradición: pantalón o falda vaquera; camiseta blanca y pañuelo de yerbas en el cuello -aunque en los últimos años se ha generalizado en la muñeca o a través de complementos como cinturones, pendientes o diademas-.

    Y ya sí, todos listos para disfrutar de una de las fiestas más tradicionales y populares de la capital que, además, sigue trabajando para conseguir su declaración de interés turístico nacional. Y méritos para conseguirlo no le faltan, sin duda.

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