Es dura y angustiosa para muchos esta situación de calles vacías, todo el mundo aislado en su casa, la actividad económica en suspense y haber pasado de a cien kilómetros por hora a “menos uno”.
Hay temor, primero, por lo que pueda durar esta situación a nivel sanitario; segundo, por cómo van a poder afrontarla quienes no tengan un ‘colchón’ económico y se hayan quedado sin empleo; y tercero, por cómo volverá a tomar oxígeno la economía y los cambios que a nivel social y de relacionarnos conllevará todo esto.
La velocidad que se dieron en China en construir hospitales y lo que estaba sucediendo en Italia son cuestiones que parece que se tenían que haber tenido en cuenta de forma más seria; el pequeño comercio mantiene abiertas sus puertas aunque “agoniza” y está “bajo mínimos” mientras otros parece que están haciendo el ‘agosto’; se lamenta la dificultad para encontrar guantes y mascarillas; y las casas están “más relucientes” que nunca con tanto tiempo como ahora en el hogar.
Se quiere creer que esto no sea como el título de la película ‘No es país para viejos’ y se estima que no sólo nos han ‘robado’ el mes de abril, que puede quedarse en su totalidad entre los paréntesis de las cuatro paredes del lugar de confinamiento, sino toda una primavera, por otra parte, “desoladora”.
Hay quienes perciben una crisis económica muy dura, aunque otros consideran que la actividad se reflotará en cuanto todo vuelva a la ‘normalidad’, y readaptándose a la nueva situación, reinventándose, se han encontrado maneras de coger aliento.
A un cambio en las prioridades y un replanteamiento de muchas cuestiones del ‘sistema’ parece que va a empujar esta situación, que así mismo pone de relieve la importancia de “vivir el día a día, cuidar de los que queremos, empatizar y ayudar”.