Este 31 de Mayo se cumplen 32 años de la primera vez que se celebró el Día de la Región que Castilla-La Mancha en Alcázar de San Juan, en pleno epicentro de La Mancha, lo que no dejaba de tener su mensaje en una comunidad autónoma que empezaba a caminar.
Treinta y dos años después, Castilla-La Mancha sigue en el camino tratando se asentar una conciencia común que le dé un lugar estable en el mapa del Estado autonómico español, en el que aquél “café para todos” de Adolfo Suárez se ha demostrado que hay algunos a los que el café le gusta solo, a otros cortado, con leche, americano…
En 2004, el que fuera consejero de Agricultura y presidente de las Cortes, Fernando López Carrasco, cuando recibió la Medalla de la Región en la celebración de aquél año lo certificaba en un titular que recogieron los medios: “Castilla-La Mancha será siempre una obra en permanente construcción”.
El Día de la Región de Castilla-La Mancha, por primera vez en su historia, recala en Ciudad Real capital, después de haber hecho parada en el resto de capitales de provincia y en las poblaciones más importantes de cada una de ellas.
Sí la elección de Alcázar de San Juan en 1984 tenía su objetivo, el recorrido que la fiesta ha hecho por toda la comunidad autónoma no le va a la zaga en esa voluntad de crear una conciencia regional que sobrepase los límites provinciales, con una permanente llamada a la unidad de las fuerzas políticas y sociales para reducir al mínimo las fuerzas centrífugas que todavía mantienen sus influencias en el devenir de la comunidad.
De los titulares de prensa después de cada 31 de mayo, se desprende esa primera voluntad de hacer región a través de la presencia física del mayor número de localidades posibles. También en la intención de que esas concentraciones, a través de verdaderas fiestas populares, tuvieran una repercusión cuantitativa que, asimismo, tuviera su traslación cualitativa. Una especie de “aquí estamos” lanzado al resto de España. Esta tendencia se mantuvo durante los primeros años.
El siguiente paso era también obligado y debía responder a la pregunta “quiénes somos” y el papel que queremos jugar en el conjunto del Estado autonómico.
En una región tan diversa -en sus 80.000 kilómetros cuadrados hay territorios tan diferentes y sin nada que ver entre ellos como la Alcarria, en Guadalajara, y la zona de Almadén o el Campo de Montiel, en Ciudad Real, sub señas de identidad definidas.
Sin señas de identidad que aglutinen, sin lengua diferenciada, sin un potencial económico autosuficiente, este planteamiento era complicado.
Sólo había un camino. Que la autonomía sobrevenida sirviera para que los ciudadanos de esta tierra -tan condicionada por el pasado- viviera mejor y diera un paso hacia el futuro en calidad de vida.
Parece claro que eso se ha conseguido en buena medida, aunque siempre, recordando a López Carrasco, habrá un trecho por delante. Otra cuestión es que esa estabilidad se mantenga, para lo que el esfuerzo debería superar todavía algunos frenos.
La idea de región con personalidad propia ha venido marcada por también por las reivindicaciones. En esa comunidad a medio hacer parecía fácil colocar un campo de tiro en Cabañeros.
El Gobierno de aquél momento, el presidente en ese tiempo, José Bono, que luego acabó de Ministro de Defensa, apostó su futuro político a una carta. Esta vez la ayudó la respuesta de una tierra, sobre todo de los grupos conservacionistas, para ganar la batalla.
Era una de las primeras veces que un Gobierno autonómico no histórico le echaba un pulso al Gobierno central y lo ganaba. La imagen de Castilla-La Mancha subió enteros en ese tiempo.
La segunda batalla empezó hace ya varios años y es a más largo plazo su desenlace. Mas dura, porque hay demasiados intereses en juego. No es solo una lid contra Madrid.
La economía de Castilla-La Mancha esta basada en el sector servicios y en la agricultura y el sector agroalimentario, salvo las islas industriales de la zona de La Sagra, en Toledo, el Corredor del Henares, en Guadajara, o Puertollano, en Ciudad Real, este último con futuro que, a veces, se tambalea demasiado.
El sector agrario y agroalimenario necesita de un elemento básico: el agua. A veces, zonas de Castilla-La Mancha se inundan por tormentas o riadas, pero, en general, no goza de una pluviometría estable que garantice el desarrollo de una economía de manera coherente.
No es la única carencia, pero es evidentemente un elemento de referencia. Castilla-La Mancha, fue a una guerra no solventada durante le etapa del penúltimo presidente socialista.
Que la mayor parte de agua de los dos granes pantanos de la región, Entrepeñas y Buendía, en la cabecera del Tajo, se vaya para el Levante a través del trasvase no es plato que agrade.
Que parte de ese agua pueda derivarse a las otras provincias puede ser una solución. Por ahora la concienciación política sobre este tema no es total. La divergencia entre partidos también constata que no todos los intereses van en el mismo camino.
En los últimos años, la política ha llevado a que los días de la región hayan ido perdiendo su carácter de fiesta popular, quizá no convenía que los ciudadanos llevaran a la calle en esa fecha sus reivindicaciones por los efectos de una crisis que no han generado, aunque la protesta, también el Día de la Región han sido inevitables.
Han sido años en los que el Día de la Región ha adquirido un tinte de justificación de las políticas que se estaban aplicando. Castilla_La Mancha, lejos de buscar una conciencia propia, unas señas de identidad que la identifiquen o su lugar en el mapa autonómico español, ha pasado a ser una parte de una política más general que venía de Madrid.
El cambio de Gobierno, hace ahora casi un año, ha llevado a recuperar la reivindicación del agua y una clara apuesta por revitalizar el sector agrario y agroalimentario, como base de la economía regional.
También esa recuperación de la autonomía como un elemento que sirve para que los ciudadanos tengan mejores servicios, que la sanidad, la educación, la prestación de servicios, sean la base de una Castilla-La Mancha que avance.
Esta intención pone a las claras una realidad que, en los últimos años, más de uno se han empeñado en negar. No corren buenos tiempos para decir esto, pero es evidente que comunidades como Castilla-La Mancha necesitan de la implicación del sector público para su desarrollo.
En los últimos años, el sector público ha sido entendido como un problema que había que solucionar.
El IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes está sirviendo para intentar que la comunidad autónoma tenga una referente “histórica, mitológica”, al menos literaria, que nos una a todos. Su principal personaje, El Quijote, es más conocido que el autor por todo el mundo.
En 2005, ya se intentó con el cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote, con desigual resultado. Esta por ver ahora, si apelar de nuevo al personaje y al autor sirve para atraer visitantes y revitalizar un turismo que se concentra en ciudades como Toledo y Cuenca, principalmente.
Habrá que estar pendientes a los discursos de este 31 de mayo para comprobar también cuál es el horizonte que se quiere alcanzar.