En el mes de las flores solo hay que cruzar el umbral de unas “puertas falsas” de Piedrabuena para aparecer en las profundidades de una sierra donde la naturaleza impera. El agua cae por las chorreras hasta los estanques, al pisar el suelo sube el olor a ajedrea y un entorno plagado de brezo, musgo y cortezas de alcornoque iluminadas con la luz del ocaso nubla la vista.
Cuentan que la falta de medios y ajuares entre las capas más bajas de la población provocó que las gentes de Piedrabuena incorporaran los elementos naturales que había en su entorno, las piedras y las flores silvestres para ornamentar a la cruz, honrada de forma popular al menos desde que una cofradía rescató la cruz de San Marcos de la iglesia parroquial tras el terremoto que asoló Lisboa en 1755.
La ausencia de colchas, mantones y puntillas bordadas, que hoy todavía se exhiben, y la inquietud del pueblo por servir a la tradición, dieron lugar a las impresionantes cruces de brezo que hoy son el verdadero motor de la fiesta de las Cruces y los Mayos, que atrae a miles de personas hasta este pueblo situado en las estribaciones de los Montes de Toledo en la primera quincena de mayo.
“En muchas zonas de España se viste la cruz en el mes de mayo, pero en Piedrabuena es una fiesta única. En nuestras cruces se agudizan todos los sentidos. La vista, por el verde del musgo, el marrón de los árboles, y el color blanco y rosa del brezo, que seca sin perder su viveza. El oído, por el ruido del agua al caer, que para todos es agradable. Y sobre todo el olor, porque al pisar el suelo, lleno de ajedrea y tomillo, huele a monte”, explica Rafael Sánchez, concejal de Festejos.
La cruz “típica” de brezo de Los Novatos, los más veteranos
Treinta y cinco años lleva implicado en las cruces, más por tradición que por religión, Florencio Cabezas, ‘Cholo’, que está metido en faena en la cruz de Los Novatos para que esté lista para la apertura, en la noche del 2 de mayo. “Esto es maravilloso”, confiesa. Después de dos años de parón obligado por el Covid, en esta peña que es una de las más veteranas están “locos porque empiece”.
Lo primero que colocaron fue la estructura y el mallazo, después fueron a la sierra a cortar el brezo y empezaron con la elaboración. La cruz de brezo es “la típica”, tiene la charca, varias chorreras con agua, y ya solo quedan los adornos, “colocar flores del campo, los mayos, las esparragueras, algún nido, pájaros disecados, y un conejo, vivo”. Dice ‘Cholo’ que “a los niños les encanta que esté el conejillo para tocarlo”.
Los jóvenes Castilleros, la nueva cantera
De los nervios están en la peña de Los Castilleros, pues este año tendrán su puesta de largo. Una quincena de jóvenes que rondan los 20 años forma parte de la cantera más joven de las Cruces y Mayos de Piedrabuena, que implica este año a quince colectivos. Rafael Sánchez confiesa que “el pueblo, el Ayuntamiento, por supuesto que queremos que la gente de edad siga colaborando, pero es esencial que las nuevas generaciones aporten a esta tradición”.
El brezo tapiza las paredes de la estancia, donde la cruz no es de madera, sino que está representada en la charca, toda una innovación. En las peñas, los fontaneros se dedican al agua, los que tienen pasión por el campo localizan las mejores plantas y las piedras con líquenes más peculiares, los electricistas se encargan de la iluminación, y los más “hábiles con la imagen” se encargan de los diseños, que cada año son más originales.
“Empezamos a principios de abril. Pusimos los puntales para hacer la estructura y alguna gente que sabía nos enseñó a poner el brezo”, explican Paula Carretero y Almudena Laguna. La pandilla tuvo que ir a Puebla de Don Rodrigo a cargar dos camiones pequeños con brezo y no recuerdan todas las veces que han tenido que ir al campo y al entorno de la Tabla de la Yedra. Desde que empezaron no han dejado de trabajar, “unos por las mañanas y otros a partir de las 3, hasta las 9 o las 10 de la noche”, añaden.
Más de 2.000 litros de agua en la cruz de Los Discípulos y una cueva de escayola en la asociación Cruz y Malla
Reconocida de Interés Turístico regional, la fiesta de las Cruces y los Mayos empieza de manera oficial el sábado 30 de mayo con el canto a la Virgen y al Cristo de la Antigua en la plaza Mayor por parte de los mayeros. Gustavo Ramírez, integrante de la peña Los Discípulos y mayero, destaca que “las cruces no se entienden sin los mayos, ni al revés”. La fiesta constituye una “identidad” propia por la forma tan particular que tienen los piedrabueneros en crear estos paraísos naturales, pero tienen que ser vistas al son de las bandurrias y el triángulo.
Desde hace varios años, miles de personas procedentes de todos los puntos de la provincia de Ciudad Real y de muchos de Castilla-La Mancha acuden a las cruces, que estarán abiertas hasta el 15 de mayo. Gustavo dice que “lo que más le llama la atención a la gente es ver tanta agua”, los chorros que caen por las piedras y las cascadas que llegan al estanque, donde muchos visitantes echan monedas. En su circuito este año hay “unos 2.200 litros de agua”, todo un espectáculo.
Para original en el diseño e innovadora en los materiales, la cruz de la asociación Cruz y Malla, que ha construido una cueva inspirada en la tierra volcánica del Campo de Calatrava con telas y escayola. “Queríamos hacer algo nuevo, que antes no se hubiera visto, aunque hemos utilizado elementos típicos, como el musgo, las plantas, el brezo y el agua”, explica Alejandro Moraleda. Para la peña, formada por jóvenes de entre 20 y 24 años el día de la apertura es “especial”.
“Hasta japoneses” acuden a las cruces de Piedrabuena, que combinan tradición con turismo
Los medios de comunicación y las redes sociales han hecho mucho a la hora de exportar esta fiesta, solo hay que decir que, según destaca el concejal de Festejos, “hasta hemos llegado a ver ya japoneses en Piedrabuena viendo las cruces; invitados, sí, pero japoneses”. “Esto quiere decir que la gente que viene le gusta y repite, al mismo tiempo que transmite el espectáculo que es ver una cruz típica”, expresa Rafael Sánchez.
Hace años las familias ponían las cruces en sus casas por promesas, y todavía quedan, al igual que las cruces de tela, los bancos de mujeres sentadas alrededor para velarlas hasta altas horas de la madrugada y las invitaciones a limonada, canelos y rosquillos, pero hoy la fiesta ha cobrado un empuje mucho mayor que moviliza a todo un pueblo y que aprovecha las bondades económicas del turismo.
La época no podía ser mejor, porque campos moteados por flores de jara reciben al visitante dispuesto a hacer la ruta de las cruces con el buen tiempo. Las Cruces y los Mayos (para ver mapa pincha aquí), en palabras del concejal de Festejos, “nuestra tradición más preciada”, es la mejor excusa para disfrutar de “la gastronomía, los restaurantes, los bares y los productos típicos de Piedrabuena.