Las Tablas de Daimiel, el parque nacional que mejor simboliza la importancia de los humedales para frenar el cambio climático, afronta este sábado 2 de febrero, Día Mundial de los Humedales, con la “inminente” entrada del agua del Guadiana.
Si el río circula por las Tablas un invierno más –el año pasado lo hizo a partir del 16 de enero- todo no está perdido, de ahí la “ilusión”, admite, de Carlos Ruiz de la Hermosa, el director conservador.
El acontecimiento del fin de semana
La posibilidad de que “los primeros hilillos” del agua del río empiezan correr por el humedal son todo un acontecimiento, por el que merece la pena visitar las Tablas este fin de semana.
“Que nadie se espere nada espectacular, no estamos hablando de un chorro, lo que entra es un reguerito de agua que aflora por la zona del Molino de Molemocho”, añade Ruiz de la Hermosa.
Esta semana se ha notado mejoría de caudal entre los tres kilómetros y medio que distan los molinos Nuevo y Griñón. Por este último empezó a pasar agua el 8 de enero y a mediados de mes, el 17, circulaba un caudal de 120 l/s, según el aforo del Instituto Geológico Minero (IGME).
Agua subterránea: 60 cm menos en los Ojos
Este incremento de caudal es el que ha permitido que el parque coja prestancia, en un año en el que la mala noticia es la constatación del descenso de 60 centímetros del nivel de las aguas subterráneas en los Ojos, con respecto al primero de enero de 2018.
Sigue la recuperación de las praderas de ovas
Con 465 hectáreas encharcadas, una cifra discreta pero no catastrófica, las Tablas tienen más motivos para hacer fiesta este 2 de febrero por la recuperación de la vegetación subacuática, arrasada a finales de 2012, tras el grave episodio de vertidos de bodegas de 2010, que se agravó por el de la depuradora de Manzanares un año después. “Las praderas de ovas volvieron al parque el año pasado y ya tenemos un 20% de superficie cubierta por ellas”, refiere Ruiz de la Hermosa.
Estas plantitas insignificantes para un observador poco entendido son las que marcan la calidad de un ecosistema acuático, “oxigenan el agua, fijan el sedimento y son la base de la cadena trófica”. Su pequeña recuperación ya ha tenido otra buena consecuencia inmediata: han aumentado las aves que se alimentan de ellas, el pato colorado y la focha, emblemas del parque. “Este 2019 es el segundo mejor año desde 2000 en censo de fochas”, recalca el director.
La mejora ambiental a lo largo de 2018 también ha contribuido a la mejoría del número de anátidas como el porrón pardo, en peligro de extinción desde hace tiempo. “Podemos hablar casi del doble de ejemplares y de presencia de más especies, de hecho solo nos falta malvasía entre las posibles invernantes, aunque seguimos muy lejos de cifras significativas”.
También se ha consolidado la gaviota sombría como invernante potente, “el millar aproximado de individuos pasan el día en el parque y se marchan mayoritariamente al atardecer en busca de otro dormidero y descenso de gaviota reidora”, indica Ruiz de la Hermosa.
8.500 grullas
En relación a la grulla el último censo, del 17 de enero, contó unos 6.250 ejemplares de los 8.500 que se han llegado a contabilizar este otoño-invierno, en general el parque ha experimentado un aumento del número total de individuos y de especies con respecto a otros años.
La única cifra negativa respecto a aves es el descenso del número de aves que se alimentan de peces (el parque sigue retirando toneladas de carpas para recuperar las ovas) como la cigüeña blanca, la garza y el cormorán.
Freno para las avenidas de los ríos del entorno
En cualquier caso son muchos los atractivos que mantienen el parque nacional, del que este 2 de febrero las organizaciones ecologistas destacan su papel como freno a las avenidas que puedan llegar por los ríos Cigüela, Guadiana o Azuer.
Y respecto a la recuperación hídrica el director conservador no pierde la esperanza, “se mantiene la incógnita de si posibles lluvias en los próximos meses, como el año pasado, nos permiten seguir remontando”.
En 2018 las precipitaciones de marzo y abril le dieron el empujón que necesitaba el parque que llegó a tener 1.200 hectáreas encharcadas la pasada primavera, sin ninguna intervención humana vía trasvases o pozos de emergencia.