El veinteañero de Daimiel condenado a 23 años de cárcel por violar, maltratar y vejar a una chica de 17 años con la que solo salió tres meses en Valdepeñas está en libertad provisional desde septiembre, con la medida cautelar de comparecer periódicamente en el juzgado y la prohibición de residir en la ciudad de la víctima.
El caso de Francisco A.A., de 26 años, que ha recurrido esta condena tan abultada al Tribunal Supremo, choca más porque se trata de un reincidente por delitos de violencia de género, pero sin embargo ninguna de las partes ha pedido su ingreso en prisión preventiva por este caso, en el además se le condenó a años de libertad vigilada.
Estaba en la cárcel por un delito común
A Francisco A.A. lo vimos esposado y conducido por la policía en el juicio ante la sección segunda por los presuntos malos tratos a la adolescente de Valdepeñas, sin embargo no estaba en prisión preventiva por violencia de género, sino por un delito común, por el que el mes pasado, según fuentes próximas al caso, lo pusieron en libertad.
Orden de protección integral
Tras varias sesiones de juicio, una de ellas con el duro testimonio de la chica, que tiene una orden de protección integral (tiene vigilancia policial las veinticuatro horas del día como se vio en el juicio), la sección segunda de la Audiencia de Ciudad Real consideró probado que toda una serie de malos tratos, violaciones y vejaciones en los tres meses escasos que duró la relación (de julio a octubre de 2015).
Le obligó a beberse una botella de orín
La sala consideró acreditado que se la llevó por la fuerza a su casa de Daimiel cuando ya no quería estar con él, orinó en una botella y la obligó a beberse el orín, mientras la amenazaba con una catana.
También que le tenía tanto miedo que accedió a ir a la Guardia Civil de Daimiel con él para explicarles que se había fugado de casa porque quería y que las lesiones, visibles en ese momento, se las había hecho en una pelea con una chica.
Prefería que la violara a que le pegara
El tribunal consideró probado que tanto a finales de agosto de ese año como a finales de septiembre la agredió sexualmente en dos ocasiones, e incluso grabó en video una de las violaciones. Sobre estos últimos episodios la víctima testificó que había llegado a un punto en su relación que prefería que la violara a que le pegara, y se dejaba hacer.
El testimonio contundente y sin rencor
El tribunal le dedicó en la sentencia varios párrafos al testimonio de la joven, prueba fundamental en este caso: “A pesar de su juventud y de la amarga experiencia vivida no dejó entrever ningún sentimiento de rencor, de un ánimo de ir más allá de lo que realmente vivió, serena, aunque hundida, y sobreponiéndose a su estado de ánimo, dando respuestas claras, contundentes, sin contradicciones, sin adornar en contra del acusado los hechos que uno a uno fue narrando, sin que la contradicción a la que fue sometida por acusación y defensa la hiciera dudar en su exposición”.
Secuelas psíquicas
Se dio por probado además que la joven, ahora de 20 años, tiene secuelas emocionales por esta mala experiencia. En concreto trastornos gastrointestinales, dolores de cabeza, pérdida moderada de peso, temblores, ánimo ansioso depresivo, trastornos en el patrón del sueño, irritabilidad, estrés postraumático y autoestima deteriorada e indicadores psicosociales de maltrato (disminución de relaciones sociales, desmotivación, aislamiento, apatía, etc).
Este cuadro clínico, según los forenses, también comporta una reducción en sus capacidades cognitivas y sociales que le han provocado su inadaptación.