Su nieta, Mª Angeles Abengózar Ramiro, narra la historia setenta años después, una historia que ella conoce por las cartas que Salvador enviaba a su mujer, Angeles Pacheco.
Salvador Abengózar fue militar sanitario en el bando republicano durante la guerra civil. “Mi abuelo tenía una pierna más larga que la otra y por eso estaba libre del servicio de armas”, explica Mª Angeles Abengózar. Al final de la contienda, “recorría la línea de la costa en un tren entre Valencia y Port Bou recogiendo heridos”.
Finalmente, pasó a Francia y fue confinado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, en el departamento de los Pirineos Orientales.
Después de un tiempo “fue trasladado a Bretaña, pero allí ya no estaban en campos de concentración, sino en caseríos”.
Cuando la amenaza de la invasión alemana se hizo patente, Abengózar se alistó en el ejército francés para luchar contra los nazis. Tras una refriega fue hecho prisionero y lo llevaron al “Stalag VIII C” (campo para prisioneros de guerra, no para civiles), situado entre Polonia y Checoslovaquia. De su estancia en este campo data la última carta que Angeles Pacheco recibió de su marido. No obstante, a Mª Angeles Abengózar le consta que de allí fue llevado a Mauthausen, donde permaneció un año, tras el cual recaló en Gusen, su destino final.
En la partida de defunción que con los años le fue facilitada a la familia, figura que la causa de la muerte fue una gastroenteritis, lo que hace sonreír con tristeza a Mª Angeles, sabedora de cómo se vivía y, sobre todo, cómo se moría en los campos nazis.
Angeles Pacheco, la viuda de Salvador Abengózar, estuvo percibiendo una pensión del Estado alemán hasta su muerte, ocurrida en 1998.