Por fresca, traviesa y desinhibida, así como por sorprendente, juvenil y actual, ‘Aparece un corazón en un descampado’ es un ‘puntazo’, un montaje con sugerentes y también bruscos cambios de ritmos que no deja indiferente y revitaliza, elaborado con ingenio desde la vanguardia, la juventud y un humor sin cortapisas.
Si en algunos montajes la contemporaneidad se queda en leve asomo, en la creación de Producciones Kepler, basada en ‘Lástima que sea una puta’, del dramaturgo isabelino John Ford -más de tres siglos anterior al cineasta norteamericano- casi todo rezuma el hoy en día con una propuesta que sabe a improvisación en el juego escénico, a diversión a toda costa sobre la escena, con el clásico como referente pero lleno de condimentos actuales.
A medio camino entre la España profunda que pudiera hallarse en la localidad de Quintanar de la Orza, donde el montaje sitúa la trama y los crímenes, y la América profunda a la que parecen remitir parte de las canciones de extrema sensibilidad y deje country de la banda sonora, sucede un irrefrenable amor incestuoso. Sin olvidar que hasta no hace mucho y por muchos y próximos lares era común casarse entre parientes para juntar lindes de parcelas de trigo y avena para hacer muesli -como se indica en la pieza-, la relación solivianta por el qué dirán hasta a los propios enamorados que tratan de mantenerla en secreto, algo completamente imposible en Quintanar de la Orza, donde regresa Giovanni, encarnado por Sergio Doblas, por la muerte de su padre, ante cuyo féretro confiesa que nunca ha sido merengue como él, sí colchonero, no le gusta en absoluto el pádel al que le llevaba y la atracción incontenible que siente por su hermana Annabella, a quien da vida Olga Hernández.
También se presentan ante el respetable, frente a dos micrófonos en los que dicen sus gustos y debilidades, la sensual Hipólita, interpretada por María Pizarro, y Soranzo, el galán que la conquista protagonizado por Juan Carlos de la Vega, quienes a la postre terminan rompiendo tras una pelea amorosa muy física en la que la joven se da terribles costalazos contra él y el suelo.
El oficio de vaciador de armarios -proclamado por la calle como el del tapicero de sillas, sillones, sofás, tresillos y descalzadoras- se lo inventa Giovanni para jugar a seleccionar la ropa que ya no vale con su hermana, a quien compara con la superheroína más bella y declara su escondido indómito deseo, el cual comparte Annabella, consumándose bajo un gran plástico cubre-todo, aunque para el joven el recuerdo del encuentro es entre margaritas, hortensias y humo de película.
Se lo contarán a sus amigos más próximos, él a Bonnaventura que le reprochará con gestos a lo Josie cuando cree que el estilismo es un horror, y ella a Putana, que no da crédito y luego lo pierde yéndose de la lengua ante supuestos honrosos galanteos. Enmudecidos los cuatro acudirán en coche hasta la finca de Soranzo quien pretende a Anabella a la que ha regalado una gran herradura de brillantes piedras y los recibe con su montura Beyoncé. Annabella se resiste a desposarse con él, pero ante la constatación de que espera un bebé de Giovanni acepta cerrar un engañoso trato, lo cual encoleriza a la despechada Hipólita que trata de envenenar a su antigua pareja, aunque al final cae ella en su propia trampa.
Divertidos bailes y un transgresivo discurso de la propia Hipólita tras el envenenamiento se van engarzando entre los acontecimientos de una trama que culmina con una fiesta de disfraces en casa de Soranzo -él de indio, su cuñado de pistolero, su mujer de ángel y su amigo Vázquez de astronauta- a la que acude la concejal de Fomento e Igualdad, que terminará siendo testigo de cómo Giovanni asfixia en un beso a su hermana, le arranca el corazón, dispara contra el indio –que cae al ralentí- y acaba con su propia vida. Ante tanto asesinato y lo que pensará la opinión pública, se le ocurre junto a Vázquez hasta darle un toque literario-detectivesco e incluso turístico a la descomunal tragedia con el encabezamiento ‘Aparece un corazón en un descampado’.
