M.T., el primer acusado de violación masculina juzgado por la Audiencia Provincial de Ciudad Real, ha explicado hoy en el juicio que es un habitual del cruising (término con que se conoce la actividad de buscar sexo en lugares públicos, principalmente por hombres homosexuales), y que el chico de 18 años que lo denuncia por una presunta agresión sexual en Tomelloso el 29 de agosto de 2016, estuvo con él porque quiso.
“Yo salía de la feria sobre las siete de la mañana con mi coche y le ofrecí ir a tomar una copa al Eclipse, subió y pasó lo que pasó”, ha explicado. “No fue en el bar, sino en un camino próximo, nos liamos y lo grabé como parte del juego”.
El acusado, que cuando fue detenido lo negó todo y tiró su teléfono móvil en presencia de la Guardia Civil, ha justificado esa actitud por el problema de asumir una denuncia de este tipo. “Me daba vergüenza que me vieran con un hombre, pero yo no lo forcé”, le ha dicho al tribunal. Testimonio que ha enriquecido la psicóloga forense que lo ha examinado.
La homosexualidad, un tabú en la etnia gitana
Esta perito, contratada por él mismo y su defensa, ha ilustrado al tribunal sobre la angustia emocional y el “pánico” que supone para M.T. asumir su condición de gitano y homosexual, “un tabú en esta etnia”. La forense ha insistido en que esa circunstancia ha marcado la actividad sexual adulta del acusado, “que nunca tiene relaciones más de una vez con la misma persona por temor a ser descubierto, como en este caso”.
Se subió para indicarle cómo ir al Eclipse
La presunta víctima, que ya ha cumplido 20 años, coincide con el acusado en que hasta esa noche no se conocían. El chaval, protegido por un biombo, ha testificado que sobre la siete de la mañana de aquel 29 de agosto, cuando volvía a casa de la feria, el conductor de un vehículo (el acusado) le llamó la atención y le preguntó cómo se iba al bar Eclipse. “Me dijo que no conocía Tomelloso y que si lo acompañaba, y accedí a montar, no me pareció raro”.
Pero cuando llegaron al ‘after’ empezaron las insinuaciones, según le ha explicado a la sala M.T. no se bajó y le dijo que lo iba a premiar por su colaboración: le iba a hacer una paja, a lo que él se opuso. Contra su voluntad -siempre según la víctima-, lo llevó a un camino rural próximo y terminó obligándolo a hacerle una felación, que además grabó en video, amenazándolo con una supuesta pistola (que en realidad no llevaba pero que el chico pensó que sí).
Detuvo la agresión para hacer un recado
Lo más extraño del relato que considera probado la fiscalía, y que ha vuelto a contar la víctima, es que el presunto violador detuvo la agresión para hacer un recado. Le sonó el telefóno móvil y volvió a casa, con el chico como copiloto, para recoger a su hermana y llevarla al trabajo, ya a plena luz del día, de ahí que el abogado de la defensa, Eduardo García de León, le haya preguntado cómo es que no aprovechó para salir corriendo y pedir ayuda, a lo que él ha respondido que sintió miedo.
El caso es que volvieron al mismo descampado en el que continuó la agresión sexual, con un par de bofetadas de por medio. Finalmente M.T. dejó en su casa al joven y le advirtió de que si contaba algo mataría a su madre.
“Un gitano me ha obligado a chupársela”
El joven no le hizo caso. Cuanto sobre las nueve de la mañana sus padres le preguntaron que dónde había estado y cómo es que volvía a esa hora, lo contó: “Un gitano me ha obligado a chupársela”, le explicó a la madre, que avisó a la Guardia Civil. Ante los agentes el chico dio los detalles del coche y el lugar de residencia del acusado y los guardias detuvieron al presunto agresor, que ha estado cuatro meses en prisión preventiva por esto.
La fiscalía mantiene que M.T., sin antecedentes penales, es culpable de un delito de agresión sexual con acceso carnal de los artículos 178 y 179 del Código Penal, y pide 8 años de prisión para él. También reclama 6.000 euros por daños morales y una orden de alejamiento de la presunta víctima y la madre a una distancia inferior a 300 metros, con prohibición de comunicación durante diez años.
Absolución o abuso, pero no violación
La defensa por el contrario considera muy débil la carga probatoria. Ni hay lesiones ni ha quedado probada la supuesta violencia e intimidación, cree que el chaval ha denunciado para justificarse ante sus padres, y solicita la libre absolución, aunque alternativamente ha modificado sus conclusiones para introducir que si se entiende que hubo una relación sexual no consentida en todo caso sería un “abuso sexual, no una agresión”, ha rematado García de León.