En Las Hilanderas o El cuadro de Aracne, de Velázquez, se ve una rueca en primer plano. Una rueca de hilar. Era una herramienta de trabajo consuetudinaria en el siglo XVII. Hoy en día es una auténtica rareza, pero todavía hay quien rescata el pasado para dar vida a lo que ya no tiene vida. O tiene muy poca. Óscar Fierro es ese hombre. Un día decidió que el oficio de su bisabuela, María Consolación Franco, no podía desaparecer del todo. Se echó una rueca a las costillas y se puso a recorrer España con su historia, que es la historia de un oficio ancestral. “Soy un biznieto rebelde”, ha declarado a Radio Horizonte el artista leonés, porque hay que ser artista para hacer lo que hace, y no solo como hilandero en época intempestiva, ya que tiene otra habilidad: dejar con la boca abierta a quien le ve trabajar, sobre todo a los niños.
El Festival de Cuentos ‘Soñando en azul y amarillo’, que se celebra en La Solana, tiene a Óscar Fierro como una de sus principales atracciones. Durante tres días, del 24 al 26 de abril, ha sacado a pasear su rueca y toda la parafernalia que le acompaña bajo el título De la oveja al calcetín. Naturalmente, la lana es la materia prima fundamental. Por eso, el patio del Palacio Don Diego se ha visto ornamentado con todo tipo de elementos alusivos. “Mi bisabuela hilaba todo a mano, así que mis utensilios son unos husos y unas cardas”. Lleva una escarmenadora de lana y una cardadora de tambor, que junto a la rueca siguen siendo instrumentos completamente manuales.
Es capaz de completar todo el ciclo, es decir, desde que se esquila la oveja hasta que el tejido está listo para usar. Durante seis años se dedicó a ello, hasta que alguien le invitó a convertirlo en una actividad didáctica y orientada a la exhibición artesanal. Dicho y hecho. Así que recorre ciudades y pueblos rindiendo culto a aquellos oficios de antaño que tanto llaman la atención hogaño. Los ocho colegios de Infantil y Primaria de La Solana pasaron por el Don Diego para conocer esta apasionante historia.
A todos les llama la atención, aunque en los pueblos aún se puede encontrar una cierta familiaridad con este mundo: “Lo primero que les pregunto es si han tocado alguna vez una oveja, y casi nadie lo ha hecho; aquí, por suerte, me ha sorprendido que alguno sí”. “Quiero que toquen la lana”. De hecho, los niños salen para escarmenar, escardar, peinar o hilar. Y no es todo, porque también lo acompaña con la música de una zanfona, que toca con lana de oveja merina. “Así les hago participar y bailar”. Y claro, los adultos también quedan extasiados. Hay cosas que no tienen edad para sorprender. Y para cautivar.