J. Y. / Ciudad Real
Con el objetivo de estudiar los efectos sobre la conservación y producción que puede tener el injerto en variedades locales de tomate ecológico, cuatro investigadores (dos profesoras de la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Ciudad Real, una alumna y un técnico colaborador) desarrollaron un trabajo, cuyas conclusiones para el mundo hortícola fueron reconocidas en los premios Andrés Núñez de Prado a la Investigación en Agricultura y Ganadería Ecológica.
El proyecto se suma a la larga trayectoria investigadora de Marta Moreno en estudios relacionados con la recuperación e inventariado de semillas de variedades autóctonas en especies hortícolas, en este caso para mejorar “los aspectos menos favorables del cultivo del tomate, principalmente producción y conservación, sin perder sus aptitudes originales”, explica la doctora del Departamento de Producción Vegetal y Tecnología Agraria, que advierte de la sustitución “drástica” en los mercados de las especies locales por otras más comerciales, “híbridas en su mayor parte y grandes consumidoras de insumos”.
Sostiene que la finalidad prioritaria del estudio era recolectar el mayor número de semillas de distintos tipos, caracterizarlas y utilizarlas a través de los agricultores “para que no se perdieran”, reto para el que aplicaron el injerto en dos variedades de tomate moruno (de colores tintos violáceos y rosados), una de Socuéllamos y la otra de Priego (Cuenca), muy bien valoradas por productores y consumidores.
En concreto, transpusieron las variedades locales sobre tres portainjertos comerciales de híbridos muy productivos (King-Kong, Multifort y Spirit), para comprobar los potenciales efectos en los niveles de producción y de conservación del tomate final.
Tras el trasplante, el grupo de investigadores, del que también formaban parte la profesora Carmen Moreno, el técnico Jaime Villena y la alumna Arántazu María García, evidenció que apenas hubo diferencias significativas respecto al periodo de conservación postcosecha, ni en la mayoría de la treintena de parámetros que midieron, como la acidez o el color, mientras que sí verificaron repercusiones en la producción, y en la presencia de los antioxidantes naturales del fruto.
“Como principal conclusión quedó patente que la práctica del injerto, independientemente del portainjertos utilizado, incrementa la producción comercial de las variedades locales ensayadas, al aumentar tanto el número de frutos por planta como el peso unitario de los mismos”, subraya la profesora.
Asimismo, también acreditaron el incremento “significativo” de la formación de los compuestos antioxidantes licopeno y â-caroteno, “con los consecuentes beneficios para la salud que conllevan”.
De esta manera, la investigadora asevera que el injerto es un instrumento válido para alcanzar objetivos de mejora, incluso para variedades locales actualmente en cultivo o conservadas en los bancos de germoplasma. “No hay que olvidar, argumenta, que el injerto es una de las técnicas agronómicas que el hombre ha venido empleando desde hace años, a fin de mejorar aspectos relacionados con la sanidad y la producción cuantitativa y cualitativa de los cultivos, principalmente en variedades comerciales de gran cultivo”, si bien hasta ahora “no se tenía experiencia en cuanto a su comportamiento en variedades locales”.
Por ello, Moreno opina que el uso de esta herramienta, permite que “las propiedades del material vegetal pueden verse modificadas en un sentido u otro”, además de representar, a su juicio, “la recuperación de una nueva vía para futuros trabajos de mejora de la biodiversidad cultivada, al margen de la manipulación genética”.
Con todo, al trabajo titulado “El injerto como técnica de mejora en variedades locales con manejo ecológico”, actualmente paralizado, le queda recorrido, por lo que si los investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) consiguen financiación dentro del programa de recuperación de variedades local,es seguirán con sus indagaciones.
Un rico patrimonio
Castilla-La Mancha, señala la profesora Marta Moreno, posee una gran riqueza hortícola fruto de siglos de dedicación a la agricultura, cuya gran diversidad se debe en parte a la gran variedad de condiciones de suelo y clima existentes en la región.
Durante décadas, los agricultores han ido seleccionando estas variedades en base a su adaptación a cada zona y a los gustos que en cada momento demandaba la sociedad, dando como resultado este importante patrimonio caracterizado en su mayor parte por su excelente calidad, con una mayor intensidad de aromas y sabores que las comerciales, lo que las hace tan atractivas para los consumidores.
Esto es especialmente patente en el cultivo del tomate, especie hortícola por excelencia y esencial en la dieta mediterránea, alimento muy apreciado por los grandes beneficios que aporta a la salud, fuente de vitamina C y antioxidantes (licopenos, carotenos, etc.), y potentes anticancerígenos que combaten el envejecimiento.