Si para alguien ha cambiado de forma radical el trabajo ha sido para las empleadas del hogar. En la lucha contra el Covid-19, la limpieza y la desinfección es fundamental, por lo que la pandemia ha supuesto una transformación de sus rutinas e, incluso, de los productos que utilizan.
Josefina Cejudo, valdepeñera de 53 años, que trabaja principalmente en viviendas, lo primero que sufrió fue la pérdida de clientes. “La gente tenía miedo”, confiesa.
“En los primeros meses, durante el confinamiento, llegamos al acuerdo de cuidarnos todos y quedarnos en nuestra casa”, por lo que dejó de prestar servicios. Hay que destacar que ella misma, al igual que el resto de profesionales de limpieza, tenía una gran “confusión”. “El único sitio seguro era tu casa”, advierte.
Lo que mantuvo fue el trabajo en oficinas, en horarios cuadrados para no coincidir con los trabajadores “y evitar el contacto al máximo”. Desde entonces, cuenta que la limpieza “se volvió más exhaustiva”, el uso de lejía era continuo y tuvo que incorporar “productos mucho más específicos”.
Casi un año después, no ha recuperado todo el trabajo
“Desde marzo es todo tan raro”. Josefina Cejudo confiesa que “es una situación difícil de gestionar”. Ella acude a diversos sitios, donde transitan personas diferentes y “no sabes dónde puede estar el virus”, en qué espacios hay aerosoles o qué superficies pueden estar contaminadas. “Desconfías de todo”, señala.
Tras el confinamiento domiciliario de marzo, el trabajo en las casas volvió “muy poquito a poco”, aunque todavía hoy, casi un año después, no lo ha recuperado todo.