J. Y.
Ciudad Real
Miguel Lara, el pastor que sufrió heridas importantes en el robo con violencia cometido en la Finca Valdivieso de Cinco Casas por un grupo de personas de origen rumano que también acabaron con la vida de su compañero Pedro Fernández Hijicos, declaró en el juicio que se ha seguido en la Sección Primera de la Audiencia provincial contra tres de los presuntos autores que temió por su vida. Sobre todo cuando le vertieron sobre la cabeza un líquido (una cerveza) “que pensaba que era gasolina y que me iban a prender”.
Según narró en una declaración realizada tras un biombo y en la que quedaron patentes las secuelas psicológicas que arrastra cuando se cumplen casi dos años de los hechos (ocurrió la noche del 2 al 3 de diciembre de 2011), lo despertó un tremendo ruido y pocos minutos después y tras encender la luz vio cómo al menos tres personas le propinaron una paliza, primero con una piedra y después con un instrumento de hierro.
“Oí un porrascazo” y enseguida se produjo la agresión que le propinaron los presuntos ladrones que iban con la cara tapada y que le dejaron “como un Santo Cristo”.
Durante los interminables instantes del ataque, según declaró Lara, no dejaban de preguntarle por dinero y de amenazarle de muerte. “Me decían dinero, dinero y te mato, te mato”, testificó. Asimismo, le maniataron con un cinturón y le taparon la cabeza con una prenda de pijama, a la vez que le robaron los 40 euros que tenía en su cartera y el teléfono móvil.
Aseguró, a preguntas del fiscal, que no tuvo posibilidad de defenderse, y que cuando consiguió liberarse salió al salón-cocina y vio a Pedro Fernández (que dormía en otra habitación) sentado en el sofá ya inerte, aunque le zarandeó para intentar “despertarle” sin éxito.
En todo momento se declaró muy impactado psicológicamente pues “es una experiencia muy mala” que le ha llevado a que “mi genio no sea el mismo, me lo dicen porque contesto más fuerte, con mucho coraje”, explicó, sin olvidar el alcance físico de sus heridas al haber perdido la fuerza en un brazo.
En la tercera y última sesión del juicio testificaron varios trabajadores que se encontraban en otras dependencias de la finca, así como los forenses que describieron las lesiones infligidas al fallecido como propias de una brutal paliza en las que al menos contabilizaron entre 15 y 20 fuertes golpes. Murió, dijeron, por una hemorragia interna provocada por los numerosos traumatismos, así como tenía partido el bazo y los pulmones lacerados.
Las dos primeras lesiones eran incompatibles con la vida, aclararon y ratificaron la fuerza con que se propinaron los golpes (suponen que eran patadas porque “tienen más energía que los puños”), que le dañaron también de manera importante la cabeza y el hígado. Claramente establecieron una relación “inequívoca” entre la muerte de Pedro Fernández.
Los otros dos trabajadores que declararon no vieron lo sucedido porque se encontraban en otras estancias. El vigilante que estaba en la zona de transformadores vio una luz en el parque de placas termosolares y se acercó pero al ir a pie y tardar más de 20 minutos en recorrer el perímetro no escuchó nada. Al volver “me crucé con la policía”.
Otro empleado se hallaba en en la cocina del mayoral y fue avisado sobre la medianoche por Miguel Lara, mientras que el encargado confirmó que habían sufrido más robos en la finca.
El último, hacía pocos días, el 9 de noviembre cuando se llevaron una motosierra y cables de pivots de riego una vez que fueron alertados los ladrones por los trabajadores.
En los respectivos informes de conclusiones, el fiscal pidió un total de 22 años para cada uno de los tres acusados, Petru Daniel Voda (que se autoinculpó al ser identificado su ADN en una lata de cerveza), Daniel Moise y Vasili Domitru, 15 por homicidio, dos por pertenencia a un grupo criminal y cinco por robo con violencia e intimidación.
Por su parte, la defensa de Voda pidió a la sala cinco años por homicidio involuntario y tres y seis meses por robo con violencia, mientras que para Moise y Domitru solicitaron la libre absolución porque según su versión no hay pruebas de que estuvieran en el lugar de los hechos.
Perdón
El único imputado que pidió disculpas a la familia del pastor fallecido fue Petru Voda que dijo en el turno de última palabra ante la sala que “lo sentía”.
Era un grupo criminal o no estaban organizados
El fiscal justificó la pertenencia a grupo delictivo organizado en el hecho de que había “mucha interrelación” entre los doce detenidos (nueve de ellos pactaron para no ir a juicio) y en la comisión de delitos contra el patrimonio en el campo en un radio de 300 ó 400 kilómetros desde Madrid.
Según dijo, el grupo acumulaba “un sinfín de objetos en sus domicilios” y existía una jerarquía entre sus componentes, además del reparto de tareas y de botín.
Aludió, igualmente, a que conocían perfectamente la zona y tenían una disposición “a la extrema violencia”. En el caso del ataque a los pastores resaltó “las palizas reiteradas” para obtener un botín exiguo de una tele, dos móviles, un reloj y poco dinero.
En su larga exposición, el ministerio fiscal puso de relieve la escasa empatía de los supuestos ladrones y homicidas y que tan solo el que fue identificado genéticamente reconociera los hechos, mientras que los otros dos se justificaran con razones “inverosímiles y absurdas”.
También, en base a los forenses, dijo que había ánimo de matar por “la persistencia de los golpes”.
De su lado, el abogado de Petru Daniel Voda y Daniel Moise rechazó que pertenecieran a una banda criminal porque en teoría sólo han cometido juntos un hecho delictivo cuando según la jurisprudencia “debe haber más” para tal consideración. Precisamente, dos personas relacionadas con la banda imputados por otros casos “no forman parte de la familia”.
Defendió a Voda diciendo que no portaba herramientas, tan sólo utilizó una piedra y sus extremidades, así como no supo que el pastor había muerto.
Moise ni siquiera estuvo allí, dijo, porque el seguimiento de los móviles es una prueba “indirecta”.
Por último la abogada de Vasili Domitru también lo desvinculó de los hechos porque el móvil robado que tenía su mujer “lo había comprado a un compatriota”, así como el móvil propio del presunto ladrón no pudo ser controlado ni dio señalas cercanas a la zona. También dijo que no había restos del ADN ni responde a la descripción física hecha por el pastor sobreviviente, pues es de menor complexión”.