La crisis sanitaria provocada por el COVID-19 en marzo de 2019 y que aún continúa causando estragos ha dejado tras ella una situación de la que pocos sectores se han librado. Tras cinco olas, que han conllevado diferentes restricciones en función de cada territorio autonómico, uno de los sectores más perjudicados, si no el que más, ha sido el de los feriantes.
Con la llegada del buen tiempo, centenares de feriantes de toda la geografía española se lanzan a las carreteras para llevar su felicidad a diferentes poblaciones y ciudades de España. Una travesía que el año pasado no iniciaron y que este han comenzado justo al final de la temporada, siendo el segundo año que el sector atraviesa grandes dificultades económicas, poniendo al límite a muchas familias que viven del sector.
La nueva normalidad ha impedido, de momento, el regreso de las ferias tal y como las conocíamos, pero muchos ayuntamientos han decidido por permitir la instalación de atracciones en sus recintos feriales, debido a la buena situación epidemiológica y al buen ritmo de vacunación.
Tras las luces de feria y sus decibelios, hay familias que han pasado grandes dificultades para poder subsistir durante este tiempo y que, a pesar de haber llegado este año a un acuerdo con algunos ayuntamientos para reactivar el sector, siguen sorteando diferentes baches en el camino. Según cifras de la patronal de los feriantes, hasta 30.000 familias españolas vivían de las ferias, muchas de ellas, quedándose por el camino al apostar por otros sectores. Otros, en cambio, siguen echándose a la carretera para subsistir en otro verano de extraño para el gremio.
“Este año es la segunda feria que damos, pero estamos contentos porque, por lo menos, estamos empezando a trabajar”, asegura Manoli Díaz, dueña de una de las tómbolas que recorren las ferias de toda España, mientras coloca en el recinto ferial de Alcázar de San Juan los productos que va a sortear durante las noches de feria. Manoli, como la inmensa mayoría de los feriantes, llevaban desde Navidad de 2019 sin actividad. Mientras tanto, hasta ahora que han comenzado a resurgir de sus cenizas como un ave fénix, “hemos tenido que ir tirando de los pocos ahorros que teníamos y amoldarnos al momento”, reconoce. “Hay que comer, pagar casa, seguros, préstamos… y no teníamos ni un solo euro de ingresos”, lamenta.
Situación parecida es la que vive Miguel Vayá, que aunque ya está jubilado, pertenece a una familia que lleva cuatro generaciones como feriantes. Él forma parte de la segunda generación y sus hijos y nietos continúan con la tradición familiar. ‘Atracciones Vayá’, como se llama la empresa familiar, con la de Alcázar es la segunda feria que hace este año, tras pasar por Villarrobledo. “Nosotros solíamos hacer la temporada desde abril hasta finales de septiembre. Este año la hemos empezado justo cuando se termina”, lamenta este septuagenario que se ha dedicado toda la vida a llenar de alegría y diversión los pueblos y ciudades de toda la geografía española. Pese a los baches en el camino, el mayor de los Vayá tiene la confianza puesta en que, “poco a poco”, la situación vaya cambiando y se vaya recuperando la actividad habitual.
Loli Ruiz, nuera de Miguel Vayá y también dedicada al sector, lamenta la situación, pues las ayudas, según indica, son escasas o nulas, y tampoco les dan muchas facilidades a la hora de instalarse en algunos municipios. “Lo normal es que a estas alturas del año lleváramos 12 ó 14 ferias, pero solo llevamos dos. Además, no sabemos si podremos hacer alguna más en lo que queda de mes”, reconoce.
Pero el sector de las ferias mueve mucho. Más allá de las atracciones y los puestos de venta de diferentes productos, también juegan un papel fundamental los negocios hosteleros que en cada recinto ferial se instalan cuando se aproximan las ferias. Uno de estos ejemplos es la Churrería Antoñita, procedentes de Jaén, y que cada año, en condiciones normales, recorren varias ferias de la provincia de Ciudad Real. Juan Lara, dueño de la churrería, celebra que este 2021, “por fin”, hayan recuperado algo la normalidad tras un 2020 desastroso.
El problema que tienen estos negocios, como es el de las churrerías, es el horario. Las restricciones sanitarias que se aplican en Castilla-La Mancha obligan a cerrar todo establecimiento hostelero a las 2:00 de la madrugada como máximo. Sin embargo, las churrerías de feria suelen hacer su ‘agosto’ a partir de la medianoche, especialmente, a partir de la 1:00 o las 2:00. “Nos están partiendo por medio a los churreros. No tenemos horario para poder trabajar”, lamenta Lara, quien explica que, normalmente, la gente suele acudir a comerse el tradicional churro con chocolate de la feria después de cenar y de que los críos se hayan montado en las atracciones.
“Gracias a Dios estamos montando en todos los pueblos en los que solemos hacer el verano y de eso no nos quejamos, pero claro, al acortar la hora, nos perjudica bastante”, asevera este churrero, también jubilado ya, que lleva casi medio siglo dedicado al sector.
Pocas o ninguna ayuda
Desde la declaración del Estado de Alarma, las asociaciones que engloban al sector lucharon por conseguir ayudas económicas por parte de las administraciones. “Los ingresos actuales son nulos y se van a mantener así hasta que la crisis sanitaria dure”, denunciaban los feriantes en un manifiesto que el gremio envió al Gobierno al inicio de la pandemia.
El texto pedía un paquete de ayudas, entre las que se encontraban aplazamiento de impuestos, líneas de crédito exclusivas, suspensión de la cuota de autónomo o reducción de la tasa de la seguridad social, que cayeron en saco roto. La única ayuda que han recibido ha sido el cese de actividad, aunque algunos ayuntamientos, conscientes de la situación que atraviesan, han decidido suprimir o reducir la tasa que pagan por instalar sus atracciones o puestos.
Una situación que ha llevado a muchos feriantes a abandonar su actividad, de manera temporal o permanente, al encontrar otros puestos de empleo en los que se les asegura un sueldo fijo para poder alimentar a sus familias y vivir dignamente.
La temporada del regreso ha estado marcada por la incertidumbre. Hay festejos que se han suspendido a pocos días de su celebración y otros pueblos no están permitiendo su instalación. En cambio, hay otros ayuntamientos que se están atreviendo a autorizar a los feriantes para que instalen sus atracciones tanto para el disfrute de la población, especialmente de los más pequeños, así como para hacer un guiño al sector y que éste tenga un pequeño respiro.