Habla de la necesidad de dar valor al impacto social de proyectos de empresas, administraciones o fundaciones públicas como un bien colectivo para el desarrollo de un territorio y como herramienta para medir el éxito. El doctor en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad del País Vasco, José Luis Retolaza, ha ideado una metodología que desde hace años implementa en diferentes entidades no lucrativas, como es el caso de Laborvalía en Ciudad Real, centrada en evaluar y monetarizar el impacto social e incorporarlo a la gestión, y así separarlo de la rentabilidad estrictamente económica. Hace unos días presentó esta herramienta al presidente de la Diputación, José Manuel Caballero, quién conoció las claves de esta teoría y su proyección en las políticas dirigidas a personas.
J. Y.
Ciudad Real
PREGUNTA.- ¿En qué consiste la metodología del valor social?
RESPUESTA.- Es el sistema de la monetización del valor social que genera una sociedad mercantil o entidad pública para el conjunto de la sociedad o del territorio sobre el que se actúe. Se puede buscar la equivalencia en euros, de forma que nos permita utilizar un lenguaje común para hablar del valor social y del valor económico financiero. Se supone que las administraciones tienen un objetivo social, para cubrir los intereses de los administrados, y nuestra metodología suma la rentabilidad social de cada grupo de interés dentro de un cálculo global para toda la comunidad del impacto del proyecto empresarial o social que se trate.
P.- Usted también habla de la Teoría de Stakeholder, ¿qué es?
R.- Nuestra concepción está basada en esta teoría, que es la de los grupos de interés y de alguna forma las organizaciones pueden medir su éxito desde la perspectiva de esos grupos. De esta manera, podemos interpretar y analizar el valor social como una suma de esos impactos.
P.- ¿Y cuál sería el valor extrafinanciero?
R.- Cualquier organización genera un valor económico financiero y, en paralelo, un valor social. Tenemos desarrollados instrumentos buenos para analizar, interpretar y comprender el primero y ninguno para entender el segundo. Tenemos un déficit importante en este tema, y por ello hemos desarrollado unos procedimientos y una contabilidad que nos permita visualizar el valor que generan o destruyen las organizaciones. El valor económico es sólo instrumental y la responsabilidad social debe estar en el centro de la gestión o del negocio de cualquier tipo de organización.
P.- ¿El valor social es más alto que el financiero?
R.- En los trabajos que nosotros hacemos el social es superior porque incorporamos más aspectos referidos al servicio o producto que se venda o se administre, aunque depende de con qué lo comparemos. Si lo comparamos con el beneficio es distinto a si lo comparamos con todo el proceso productivo y el valor general del proyecto, que en el caso del social se distribuye en los grupos de interés, podemos hacer muchos análisis. Tenemos listados cualitativos de los impactos del valor social y los cuantificamos pero sigue siendo muy difícil de comparar porque las entidades públicas gestionen desde la perspectiva de los presupuestos o del coste.
P.- Su metodología es similar a la de la economía del bien común, basada en los valores éticos. ¿Tienen algo en común?
R.- Ese es un movimiento muy concreto dentro de un marco amplísimo del bien común, hay muchos planteamientos teóricos y prácticos. Desde el punto de vista humanista encaja perfectamente, pero la diferencia es que nuestra teoría está en función de los grupos de interés afectados, no es fácil concretar el bien común, aunque todos estamos de acuerdo en el concepto. En nuestro caso este bien común sería relativo y entendido desde los grupos de interés que son los que están afectados por las organizaciones. Por su parte, en el concepto de balance social no se monetiza.
P.- En su caso, usted habla de tres bloques de valor dentro en su metodología, ¿en qué consisten?
R.- Por un lado, las organizaciones generan un valor social a través de la propia actividad mercantil, por otra parte producen un valor de retorno con la administración pública, a través de impuestos y eso se cuantifica, así como en tercer lugar, las entidades generan valor específico adicional que no se refleja en la contabilidad ni aparece en ningún sitio, que es el que se mantiene con los distintos grupos de interés.
P.-Y en el caso de las personas, mayoritariamente mujeres, que desarrollan actividades domésticas, ¿cuál sería la valoración monetaria?
R.- Hemos trabajado de manera parcial en ese tema en organizaciones y seguimos trabajando porque es un ejemplo de valor social que no aparece y que por su dimensión es grandísima. Hemos analizado en organizaciones de discapacitados el valor de las horas de las cuidadoras, independientemente deque se refleje o no en el mercado.
P.- ¿En qué compañías han aplicado la metodología de la medición del valor social ?
R.- Empezamos en distintas entidades y fundaciones en Bizkaia, Madrid o Ciudad Real, donde llevamos un año en Laborvalía y hemos acabado la contabilidad social. Trabajamos en muchos sectores del ámbito público, como de vivienda, en radio televisión y en hospitales, y como universidad que somos hemos hechos investigaciones piloto, y la metodología está a disposición de quien la quiera usar. También hemos aplicado este cálculo del valor social en sociedades privadas, cooperativas e incluso en una cotizada.
P.- ¿Y cuál sería el retorno de este sistema en las organizaciones donde se aplica?
R.- Lo que nos da el resultado final es una serie de valores que nos da una contabilidad en función de los grupos de interés, desde la administración, las familias, los clientes, los trabajadores, los inversores o la sociedad en general. Tenemos datos que nos permiten obtener ratios y saber lo que se aporta a cada uno de ellos. Lo primero es poner en valor la actividad y el segundo paso es incorporarlo a la gestión para poder ir incrementándolo. Es una fase menos avanzada porque por ejemplo en la administración el centro es la compra pública, y es muy distinto visualizar el servicio o producto que hacer el análisis global de retorno económico y de valor generado en el entorno de los administrados.
P.- ¿Es el futuro para las administraciones? ¿Son receptivas a esta teoría?
R.- Intentamos que sea el futuro. Debajo hay una disyuntiva importante: si el valor económico refleja el valor social. Hasta ahora, el valor económico en la UE no refleja ni de casualidad el valor social por las condiciones determinadas que tiene. Por su parte, es una perspectiva poco conocida y tenemos personas concretas en ámbitos políticos con interés y se está planteando como debate. Hasta ahora no se ha tenido en cuenta de forma seria porque la compra pública se siente dependiente de Europa, donde el centro de la actividad es el coste de los servicios.
P.- ¿Y esta teoría encaja mejor en las políticas socialdemócratas o en las más liberales?
R.- En las socialdemócratas. En las liberales piensan que el mercado es el mejor mecanismo para controlar el valor social, en función de los precios de mercado. Así, lo que tenga valor social, tendrá éxito en el mercado. Desde ese punto de vista, lo social sería una distorsión en la relación del mercado, al meter otro factor de más difícil control. En el ámbito socialdemócrata el valor social está más presente en las relaciones del mercado y el valor financiero es instrumental. No obstante, en este momento no depende tanto de la ideología, sino de personas concretas.