Los negrizales del entorno y las bombas volcánicas anuncian al viajero que está cerca del cráter. El volcán de Cerro Gordo de Granátula de Calatrava es el único musealizado y visitable que existe en todo el Campo de Calatrava. Está en una de las zonas de la provincia con más actividad volcánica y el guía turístico Juan Manuel Donoso advierte que la tierra supura gases tóxicos hasta 5 kilómetros a la redonda.
Desde que erupcionó el Cumbre Vieja, los turistas no dejan de gotear en el volcán. El guía, que es técnico en geología y arqueólogo, dice que “en los últimos 15 días han llegado más de 500 personas”. En primavera y otoño siempre cuentan con mucha afluencia, pero en los últimos fines de semana han tenido “más del 23 por ciento de lo habitual”. Tiene razón de ser pues este volcán dormido “es muy parecido” al de La Palma.
Expertos determinan que la última erupción del volcán fue hace 700.000 o 800.000 años. El cono tiene unas 300 hectáreas y las coladas de lava llegaron a 2 o 3 kilómetros, unas dimensiones muy parecidas al de la isla canaria. Fue una erupción estromboliana, no muy explosiva, y con mucha salida de cenizas. De hecho, Donoso señala que en la actualidad “entre el 90 y el 95 por ciento del edificio volcánico es ceniza”.
Las capas del volcán
Al entrar en el interior del volcán, con una profundidad de unos 100 metros, lo más llamativo son las capas de diferentes colores y texturas que conforman los estratos de la montaña, cortada en su interior por la actividad extractiva que ha desarrollado en los últimos 30 años una multinacional francesa. El guía de este volcán musealizado por el Ayuntamiento de Granátula, en colaboración de la Asociación para el Desarrollo del Campo de Calatrava y la empresa Lafarge Holcim, explica que “los niveles de ceniza, muy oscuros, se superponen a las cuarcitas pulverizadas reducidas a arena, con tonos más rojizos”.
Así pues, Juan Manuel Donoso destaca que “no se puede entender el Cerro Gordo sin la erupción freatomagmática del volcán del Varondillo”, que está apenas a unos cientos de metros de este punto. Hace millones de años, el magma chocó con las aguas del Acuífero 23 al intentar llegar a la superficie y produjo una “megadetonación” similar a “una o dos bombas termonucleares”. Por eso, en Cerro Gordo también hay estratos procedentes de esta explosión, que tuvo lugar a unos 300 o 400 metros de profundidad.
La única fumarola activa de la Península
Todo no queda ahí, pues a 3 kilómetros del corazón de Cerro Gordo está la “única fumarola activa que existe en la Península Ibérica”, un agujero de 2×2 metros que es, en palabras del guía, “el pulmón del volcán”. Esa fumarola, que emite gases tóxicos como monóxido y óxido de carbono, y radioactivos, como el radón, es la que desgasifica el entorno. En este punto está la única estación de vigilancia para medición de gases que existe en todo el Campo de Calatrava.
Parece ficción que, en esta tierra donde el tiempo ha moldeado los cráteres como si fueran montañas, todavía exista actividad volcánica de la relevancia de esta fumarola, que de vez en cuando emite humo y que está siempre llena de insectos muertos. “Las aves pequeñas, como los gorriones o los tordos, caen fulminados cuando están a dos o tres metros del lugar”. Las moscas ven su final a 50 metros.
La explicación científica indica que esta fumarola es resultado de “los reservorios magmáticos que se están desgasificando y enfriando”. “Estos volcanes no se pueden dar por extinguidos porque continúa la actividad”, insiste el guía, que también hace referencia a las “más de 300 fuentes de agua con gas o agria” y a las “casi 40 piscinas naturales” con aguas burbujeantes que existen en el Campo de Calatrava, muchas en esta zona. En la propia Granátula han detectado subidas súbitas de temperatura y terremotos puntuales a pequeña escala.
Vidrios, olivino y magdalenas volcánicas
Junto a las dimensiones del lugar, las franjas de estratos y la historia propia del volcán, una de las partes más interesantes de la pedagógica visita en este punto “de alto valor científico, educativo y turístico” es la que permite aprender a distinguir los productos emitidos por el material lávico y las cenizas incandescentes lanzadas a la atmósfera, que hoy siguen depositados en torno al cráter.
Hay lapilli, ceniza, bombas de gran tamaño empotradas en la pared, piedras llenas de poros, y otras pequeñas y pesadas que imantan. Además, existen formaciones curiosas como las magdalenas volcánicas, las rocas basálticas con capas, obsidiana, vidrios negros y olivino, un cristal verde que brilla entre las rocas y que se utiliza para hacer joyería.
En el cráter del volcán no abundan las especies vegetales, pero, aunque no existe actividad agrícola, sí la hay industrial. Desde hace 33 años la multinacional francesa Lafarge Holcim extrae ceniza para cemento y material de construcción. Donoso explica que “debido a la nueva normativa de la UE de bajar las emisiones de CO2 en las cementeras, la ceniza es muy buena”.
Este tipo de materiales también se utilizan en jardinería, para obtener micropartículas abrasivas para fabricar pastas de dientes y para cremas exfoliantes. De hecho, de los 200 volcanes estrombolianos que hay en el Campo de Calatrava, alrededor de 50 tienen actividad minera.
Granátula vive con “intensidad” la erupción de La Palma
Hasta 12 volcanes existen en Granátula, que además cuenta con el “mayor maar hidromagmático” del Campo de Caltrava con dos kilómetros de diámetro. Allí es donde se registran las mayores temperaturas: el mercurio sube un grado cada 9 metros de profundidad, señala el guía. También está el volcán de Cuevas Negras, que para los vecinos, “es el cráter estromboliano mejor conservado de la zona”.
Con la vista puesta en la erupción de La Palma, que en Granátula se ha vivido “con gran intensidad” e incluso algo de “miedo”, nunca ha existido mejor momento para conocer el volcán de Cerro Gordo en esta zona “que vivió terremotos y un vulcanismo muy similar” al de las Islas Canarias.
Los turistas, impresionados
Las impresiones entre los turistas que han andado por sus pasarelas no puede ser mejor. Paloma Peral, que visitó esta semana con un grupo de alumnos de la Universidad para Mayores de la Complutense de Madrid, después de recorrer otros como el Teneguía de La Palma, reconoció a Lanza que le había impresionado el número de volcanes en la zona.
“Ya sabía que había volcanes, pero no había visitado ninguno. Me ha gustado mucho y ha sido muy interesante. Además, no tiene nada que desmerecer a otros, pues es precioso”, expresó. A lo largo del año, entre madrileños y manchegos, a Cerro Gordo acuden personas interesadas por el vulcanismo de todo el mundo, desde Portugal a Reino Unido, Alemania o México.
