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28 marzo 2024
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Entre bobinas y tinta: la presión del cierre en la rotativa

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Elías Ceca y Juan Daniel en la actualidad / Elena Rosa
Julia Yébenes / CIUDAD REAL
Elías Ceca y Juan Daniel García-Consuegra, encargados de la impresión del diario Lanza, recuerdan el paso del plomo al offset y el proceso de la tirada

La presión del cierre de la edición diaria en un periódico no sólo ha revolucionado y sigue revolucionando las redacciones, sino que, al menos hasta hace pocas décadas, la adrenalina se colaba por los pliegues de los grandes equipos de impresión y los responsables de su manejo.

En la era del papel prensa, la tirada de los diarios constituían el penúltimo eslabón antes del transporte y distribución de los paquetes de periódicos que, en el caso de Lanza, se repartían por toda la geografía ciudarrealeña, en sus primeros tiempos a través de las líneas ferroviarias -con el tren que llega a Alcázar de San Juan, que dejaba el periódico en Miguelturra, Daimiel, Manzanares y Alcázar, y los trayectos de los trenes del norte -Fernán Caballero, Malagón, Fuente el Fresno- y del sur -Argamasilla de Calatrava, Puertollano y Almadén-. También se utilizaban los ‘coches de línea’ para recalar en las comarcas de Los Montes, Valdepeñas e Infantes.

Cuando se cumplen los 80 años de las imaginadas pletóricas voces -‘Ha salido Lanza’, ‘Ha salido Lanza’- que anunciaron el nacimiento de aquel vespertino que, tras varias reconversiones, se mantiene vivo en las pantallas digitales, los maquinistas de entonces recuerdan con nostalgia un oficio casi desaparecido, que aprendieron a base de observación y destreza.

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Los exmaquinistas sobre la rotativa / Elena Rosa

Con la tinta en las venas y en la memoria, Elías Ceca -maestro de la rotativa- y Juan Daniel García-Consuegra, del equipo que formaron durante décadas con José González (Pepe), recuerdan su dilatado paso por el diario desde el sótano del edificio de la Ronda del Carmen s/n, actual sede, junto a su ‘mimada’ Creusot Loire V30, de cuatro cuerpos de negro y uno de color, adquirida a finales de los 80. La rotativa dio un salto de calidad a la hora de multiplicar las copias del periódico y de entrar en la innovación tecnológica, siempre acompañada de las pesadas y caras bobinas de papel para alimentar su sistema offset.

Elías Ceca, actualmente de 79 años, es el más veterano y uno de tantos de Lanza que entró apenas siendo adolescente. Se inició en la producción impresa con 16 años, cuando el diario se tiraba en la Editorial Calatrava, la histórica imprenta fundada en 1856 en el número 10 de la calle del mismo nombre. Fue destinado al taller de fotograbado (no muy frecuentes en la época), donde se confeccionaban las fotografías por medio del grabado de las imágenes en placas de zinc. “Pero no me gustó mucho y me bajé a las máquinas que la imprenta tenía”: dos linotipias, dos máquinas planas de impresión, la Renania y la icónica Europa, “que llegaba a tirar 16 páginas”, a las que dio paso una rotoplana, además de otras muy innovadoras para rayar, cortar o satinar el papel.

En poco tiempo, el interés y facilidad natural de Ceca para el manejo de estas máquinas para editar publicaciones en papel, como Lanza, hicieron que se familiarizara con su funcionamiento.

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Elías Ceca trabajó en Lanza durante 50 años / Elena Rosa

En la primera etapa, el periódico de tarde empezaba a elaborarse por la mañana, con el fin de llegar a la distribución, aunque los responsables del rotativo compraron una rotoplana duplex de marca suiza y de segunda mano para agilizar su edición. Fue financiada con préstamos del propio director, José Gutiérrez Ortega, y representó “el primer bien de Lanza”, tal y como recogió Carlos María San Martín (Kasama) en su libro ‘Lanza, diario de la Mancha: un periódico singular’.

También redujeron el tamaño de las páginas a la mitad para gastar menos papel, en aquellos años de escasez y crisis de materias primas. Igualmente, en 1959 adquirieron un teletipo en sustitución de otro antiguo que era propiedad de la editorial Calatrava.

Son cambios que permitieron retrasar el cierre, pero siempre, como en las posteriores etapas, con “prisas y tensión”.

El vespertino se estuvo tirando durante 22 años, hasta el 1 de diciembre de 1965, que cambió a diario de la mañana.

Nuevos talleres

En 1963, tras 20 años de edición en Calatrava 10, el diario Lanza, todavía vespertino, vivió su primera mudanza. Se ubicó en unas instalaciones propias que la entidad propietaria adquirió por 675.000 pesetas en la calle Libertad (antigua Comandante López Guerrero), y allí se habilitaron espacios para la redacción del periódico y los talleres para su impresión, con una rotativa nueva. Lanza seguía componiéndose en plomo, con las linotipias que manejaban algunos de los trabajadores de la editorial, que eligieron formar parte de la plantilla del diario.

No fue el caso de Ceca, que se quedó en la veterana imprenta. “Pero me tocó irme a la mili, relata, y a mi vuelta me llamaron el director, Kasama, y el gerente, Vicente Castillo”. Querían cubrir la plaza del ‘maestro Daniel’, padre de Juan Daniel, ante la llegada de su jubilación.

El joven Ceca se unió al equipo de edición de Lanza, donde permaneció hasta su jubilación, en 2009, tras una carrera profesional de 50 años.

Estuvo al frente de la impresión todo el tiempo, incluso cuando se empezó a tirar en 1966 la Hoja del Lunes, y con igual o más entrega cuando llegó a finales de los 80 la rotativa de marca francesa de segunda mano procedente de Sevilla (Creusot Loire V30), que sustituyó a la rotoplana comprada en 1968 por 3,5 millones de pesetas.

Fue la consecuencia de entrar en la modernidad tecnológica y abandonar el plomo por el offset -para agilizar y aumentar tiradas y adaptarse a las demandas publicitarias- en la definitiva mudanza del diario a las instalaciones actuales, cedidas por la Diputación, en el antiguo psiquiátrico. El edificio, con dos plantas y sótano, fue inaugurado en 1987 por el entonces presidente de Castilla-La Mancha, José Bono.

En el subsuelo estaba la “novedosa” máquina, que Ceca y un mecánico tardaron en ensamblar tres meses, pieza a pieza, para poder devolverle el rugido nocturno que hacía temblar el piso de arriba. “Montamos la máquina cuerpo a cuerpo” en un proceso muy cuidado y paciente, mientras que el resto del personal seguía trabajando en la sede de Libertad.

Una vez asentado el equipo al otro lado de la Ronda, la fase de impresión necesitó su tiempo para conocer el funcionamiento de la rotativa. Como anécdota, Ceca rememora las dificultades para asumir un difícil encargo del entonces director, José Antonio Casado, para editar un extraordinario de carnaval. Todavía en fase de aprendizaje, la paginación “salió mal” y “tuvimos que colocar las páginas a mano”, comenta.

“Es como si te ponen a conducir un bólido de fórmula 1 con el carnet de conducir B”, apunta García-Consuegra

Otra de las transformaciones que trajo la máquina fue la de la introducción del color en portada y contraportada, a través de los cuatro colores primarios -amarillo, cian, magenta y negro- que los impresores combinaban de manera precisa desde los cuatro tinteros, dos a cada lado de la rotativa.

La impresión

El proceso de impresión de Lanza de la última época hasta su apagón final en 2014 (durante tres años, hasta 2017 se tiró en Córdoba), comenzaba con la llegada desde la primera planta de los fotolitos de las páginas montados en los astralones (acetatos). Una vez abajo, se trataban en la insoladora, que aplicaba luz para que los textos y las imágenes se grabaran en una plancha que, posteriormente, pasaba a la procesadora, antes de ser colocada en la imponente rotativa. Aquí, las planchas circulaban entre dos grandes cilindros, uno de caucho de goma que mojaba con tinta su superficie y el otro que tomaban la imagen para trasladarla al papel.

En pocos minutos, los varios miles de ejemplares por edición se escupían por un lateral de la máquina, ya mediada la madrugada al principio, y más a primera hora en los últimos años.

En los tiempos en que la veterana rotativa, que todavía sigue instalada en los bajos de lanzadigital.com, imprimió el diario deportivo catalán ‘Sport’, fue adquirida una plegadora para adaptar su tamaño, que “era la mitad del nuestro”, al formato tabloide que Lanza mantuvo hasta su desaparición en 2017.

¿Y vivió alguna escena de tinte cinematográfico del tipo ‘paren las máquinas’?

Por alguna ‘bomba’ noticiosa el jefe de máquinas no recuerda, pero sí “por erratas o anuncios que no valían” porque “estaban equivocados y perjudicaban al anunciante y a nosotros”.

Elías Ceca lleva jubilado casi tres lustros y, además de convivir con la tristeza de la temprana muerte de su hija por un cáncer, dedica algunos ratos a hacer miniaturas de pasos de Semana Santa, como un Nazareno o un Cristo crucificado, para los que utiliza materiales que compra o recicla.

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Juan Daniel García-Consuegra / Elena Rosa

Segunda generación

Juan Daniel García-Consuegra, más joven, actualmente con 66 años, tiene una historia profesional similar. “Entré con 16 años y con 18 me fui a la mili”. A su regreso, “empecé a trabajar en la rotativa de la calle Libertad”.

Corría el año 1973 y ahora cuando se cumplen 50 años mantiene las imágenes frescas, la adrenalina del cierre y “la presión del horario”, aunque hace más de una década -se jubiló a los 55 años por enfermedad- que dejó el oficio.

García-Consuegra fue la segunda generación -también fue el caso de varias familias que trabajaron en el periódico-, tras la jubilación del ‘maestro Daniel’, su padre, quien empezó a trabajar con 12 años, en el primer cuarto del siglo XX, y encabezó las labores de imprenta en la Editorial Calatrava, donde también participó en la edición de ‘Pueblo Manchego’, que se confeccionó allí desde su fundación en 1911 hasta 1932, cuando su publicación fue suspendida. También se tiró en esta imprenta ‘Avance’.

También rememora esos 40 años de trabajo nocturno “muy sacrificado”, y destaca la mejora de las condiciones laborales, iniciadas por Casado, como los descansos en Navidad y en Semana Santa, “los mismos que había en la prensa nacional (no se trabajaba el Viernes Santo, ni el 24 y el 31 de diciembre)”.

De madrugada

En los años de edición vespertina del diario los trabajadores eran de la plantilla de la editorial y el periódico era un trabajo más. Se tiraba según la importancia, sobre el mediodía. Pero a partir de diciembre de 1966, convertido en diario de la mañana, la entrada en la rotativa era a las 2,30 horas de la madrugada.

“Siempre íbamos mal, con prisas, había que correr para que los paquetes llegaran a la AISA (la línea de autobuses en que el periódico seguía apoyándose para llevar los ejemplares a los pueblos)”, comentan ambos maquinistas.

Después, el cierre se adelantó y la entrada a máquinas era a las 22 horas, con excepciones de celebración de elecciones o actos extraordinarios.

Otros miembros del equipo de impresión

El equipo en impresión de Lanza se completó durante años por José González (Pepe), además de por otros históricos de la sección de producción -que desde los últimos años del 90 dirigió Marely García-Arévalo- como Francisco Turrillo, Ignacio Pérez Limón ‘El abuelito’, Manolo Caraballo, ‘El Vivi’, Tana, Angelito y Jesús Ballesteros.

Algunos de ellos se dedicaban al montaje de las páginas, y al embuchado y empaquetado del diario para su distribución.

Todos vestían unos característicos conjuntos azules y botas para realizar las tareas de la producción impresa, sobre todo para colocar las inmensas bobinas de papel que hacían retumbar el edificio.

Todos conocieron la llegada de la primera edición web de Lanza en 2001 y algunos de ellos trabajaron, reconvertidos, en la actual plataforma digital.

Ceca y García-Consuegra se siguen considerando ‘lanceros’, y suelen informarse de la actualidad a través de la edición de Lanzadigital. También están atentos a los cambios de la que fue su casa durante décadas.

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