El viento de octubre recorre los paseos del cementerio de Alcázar de San Juan, meciendo las hojas secas sobre las lápidas de mármol, granito, piedra, y también cunas de orfebrería. Entre los cipreses y los panteones antiguos, algunas personas colocan flores frescas y limpian esculturas: un ritual que se repite cada otoño.
Pero el cementerio de Alcázar no es un camposanto cualquiera, se trata del primer cementerio civil de España. Inaugurado el 20 de octubre de 1870, en una época en la que los enterramientos dependían de las parroquias, Alcázar se adelantó a su tiempo y levantó un espacio aconfesional y público, una rareza en la España del siglo XIX.
“Todos los cementerios pertenecían a las parroquias”, explica Fernando Meco, responsable del cementerio de Alcázar de San Juan. “Aquí había dos: el de Santa Quiteria y el de Santa María, pero se quedaron pequeños y se decidió construir uno nuevo y se denominó civil, aconfesional. Fue el primero del que se tiene noticia”.
Esa decisión, tomada hace 155 años, marcó para siempre la identidad de este lugar. No tiene capilla “ni la ha tenido nunca”, subraya Meco.
El otoño de las flores y los recuerdos
Aunque durante todo el año el cementerio recibe visitantes, es en el mes de octubre cuando de verdad cobra vida. “Es cuando más afluencia hay. Desde la Virgen del Pilar, la gente viene a limpiar, a cambiar las flores, a adecentar las esculturas. Es una tradición muy nuestra”, confirma Meco.
Los días 1 y 2 de noviembre, coincidiendo con Todos los Santos y los Difuntos, son las jornadas de mayor movimiento. El 2 de noviembre además se celebra una misa en el altar exterior que preside uno de los paseos principales.
Un lugar de paz
El cementerio de Alcázar es un espacio que impone respeto, pero no temor. Sus cipreses altos, las calles rectas y las lápidas transmiten una calma particular. Su responsable lo tiene claro: “Para mí es un sitio de paz y de reflexión. Aquí te das un paseo, piensas un poco y te das cuenta de que los problemas que tenemos fuera no son tan importantes porque al final todos terminamos aquí”, reflexiona.
Durante años, antes de que existieran los tanatorios (en Alcázar comenzaron a funcionar en el año 2000), el cementerio albergó también los depósitos judiciales. “Del 84 al 2000 he tenido que venir muchas veces por la noche, cuando había algún accidente o una autopsia judicial. Pero nunca me ha dado miedo”, cuenta Meco.
Los únicos sustos, dice entre risas, los dan las palomas: “Tenemos un almacén de grano al lado y aquí vienen después a descansar. Por las tardes, cuando vengo a cerrar, se levantan cientos de golpe. Si no estás acostumbrado te pueden dar un buen susto”.
En marcha su quinta ampliación
Desde su creación, el cementerio ha experimentado cuatro ampliaciones. La primera ocupaba el espacio donde hoy se alzan los panteones más antiguos. “Curiosamente, las ampliaciones siempre terminaban con panteones en el perímetro. Era costumbre entonces”, explica Meco.
Actualmente el recinto alberga a más de 40.000 personas, concretamente 40.421, y una quinta ampliación está ya proyectada para el año que viene. “Será una ampliación que dará espacio para unos cuarenta años más. Ahora mismo quedan sepulturas para dos o tres años”, detalla.
El espacio cuenta también con cerca de 700 panteones, la mayoría construidos a lo largo del siglo XX. “Ya no se hacen panteones nuevos. Los que existen se mantienen, pero los nuevos enterramientos suelen ser en nichos o columbarios para cenizas”.
La incineración, una costumbre que crece
El cementerio refleja también cómo cambia la sociedad. Cada vez más personas optan por la incineración, aunque en Alcázar admite Fernando Meco que el cambio es más lento que en las grandes ciudades: “A nivel nacional ya estamos en torno al 50%, pero aquí estaremos en un 20%. Es algo generacional. A una persona mayor le hablas de incinerarse y te dice que no, pero la gente joven ya lo ve normal”, comenta Meco.
De todos modos, asegura que las cenizas, casi siempre, terminan en el mismo lugar: “Todavía no tenemos la costumbre de tenerlas en casa. Hay quien se las lleva, pero a los dos o tres meses las trae al cementerio”.
El doloroso año 2020
Si hay un año que marcó la historia reciente del cementerio, sin duda ese fue el 2020. “Fue el más duro que hemos vivido. Trabajamos como nunca, en un mes, entre marzo y abril, hicimos casi los entierros de un año entero”, recuerda Meco.
El impacto de la pandemia obligó a improvisar sepulturas y a acelerar el trabajo del personal. “Tuvimos que construir sepulturas deprisa y corriendo. Fue algo que no se olvida, aunque lo que deseamos es que no se repita”.
Nuevas tendencias en flores y materiales
Los días previos a Todos los Santos también revelan la evolución de las costumbres funerarias. Las familias ya no pasan días enteros limpiando las lápidas como antes, principalmente gracias al cambio de materiales: “Antes todo era piedra artificial, que se ensuciaba mucho y las limpiaban durante días. Hoy se usan mármoles y granitos, y con un poco de agua se limpian en media hora”, explica el conserje.
También las flores han cambiado: “Ahora la gente trae menos cantidad, pero de más calidad. Antes venían con los crisantemos de toda la vida, ahora prefieren ramos más cuidados”.
El archivo de la memoria
El cementerio de Alcázar no es solo un lugar de descanso: es también un archivo vivo de la ciudad. Sus registros, hoy completamente informatizados, recogen datos de más de siglo y medio de historia: “A veces viene gente buscando a familiares y descubren que tienen un hermano o un pariente con su mismo nombre. Antiguamente, cuando moría un niño pequeño, al siguiente le ponían el mismo nombre. Eran costumbres de otra época, de las que además no se hablaba mucho”, relata Meco.
Esa labor de archivo convierte al cementerio en una fuente de información genealógica y social. Bajo sus calles reposan generaciones de alcazareños, desde los fundadores de familias locales hasta quienes murieron en el anonimato.
Un lugar de reflexión
A pesar del paso del tiempo, de las modas o las reformas, el cementerio de Alcázar mantiene un mismo espíritu: el del respeto y la introspección: “Aquí reflexionas mucho. La gente que viene suele decirlo: ‘Si nos diéramos cuenta de lo que somos…’. Pero en cuanto salen, se olvidan. Yo, que estoy aquí todos los días, no lo olvido”, concluye Fernando Meco.
El cementerio de Alcázar de San Juan, con sus 155 años de historia, sigue siendo un espejo de la sociedad que lo rodea: cambia con los tiempos, pero conserva su esencia. Un lugar donde cada lápida guarda una historia y cada visitante, en silencio, encuentra la suya.
