Eugenio Arce Lérida nació en una familia “humilde de verdad”, en Torrenueva, con pocos recursos. “En mi casa no había ningún libro, ni uno solo, a mí me encantaba leer y me tenía que conformar, siendo niño, con irme a los bares de Santa Cruz de Mudela, localidad a donde se fue a vivir con seis años, y leer allí los periódicos. “Con 7 u 8 años no me enteraba de nada pero me encantaba leer”, explica en una entrevista concedida a Lanza.
Su primer encuentro con los libros se produjo cuando abrió sus puertas la biblioteca pública de Santa Cruz de Mudela cuando él tenía 12 años. “No recuerdo cual fue el primer libro que leí pero tengo muy buenos recuerdos de Tintín que lo leí ya de adolescente, con 15 o 16 años”, indica.
Novelas del Oeste, tebeos y prensa diaria
“Siendo niño, y como me gustaba tanto la lectura, me compraba novelas del Oeste que me costaban 5 pesetas. Cuando me la leía iba al que me la había vendido y la cambiaba por otra, pagando un precio inferior, y así sucesivamente hasta que ya eran tan viejas que había que comprar otra”, recuerda sonriente.
A las muchas novelas del Oeste se sumaron a sus lecturas también los tebeos de la época, del Capitán Trueno, de El Jabato, de Roberto Alcázar y Pedrín …
Eugenio Arce es un claro ejemplo de un poeta autodidacta hecho a sí mismo. Explica que tan solo pudo estudiar, en la escuela pública de Santa Cruz de Mudela, hasta los 12 años de edad. “Mis amigos, a esa edad, hicieron el ingreso en Magisterio y se fueron a Valdepeñas. Yo no pude ir porque mi padre me dijo que no tenía dinero para costeármelo, yo soy el mayor de cinco hermanos y me explicó que no podía darme a mí lo que no iba a poder ofrecer al resto”, añade.
Sin apenas formación decide abandonar el colegio
Tras la marcha de sus amigos a Valdepeñas, un hecho que, reconoce, le produjo mucha envidia, él se quedó estudiando en la conocida, entonces, como Escuela Nacional donde todos los años daban la vuelta a Enciclopedia Álvarez. “La leíamos una y otra vez, recuerdo que tenía todo tipo de materias. Tras dos años me cansé y me salí del colegio, algo que ahora sería delito, y me puse a trabajar con mi padre, que era frutero. Él se mostró encantado de tener un mozalbete que le ayudara”.
Reconoce que durante algunos años estuvo ‘balduendo’. “A los 16 o 17, como seguía juntándome con mis amigos y me daba envidia de que ellos estuvieran estudiando Magisterio en Valdepeñas, me apunté a una escuela privada donde aprendí mecanografía, taquigrafía y contabilidad. Quería instruirme porque yo me veía inferior a mis amigos en el sentido de que ellos tenían una carrera y yo no tenía nada”.
Y así llegó a la mayoría de edad. Con 18 años decidió realizar oposiciones para Tráfico que aprobó un año después, organismo en el que ha trabajado toda su vida, desde 1975, y tras aprobar otra oposición, como examinador del carnet de conducir, hasta hace seis años que se jubiló.
El Bachiller Superior, mientras hacía “la mili”
Eugenio Arce reconoce que siempre ha tenido mucho espíritu de superación y eso fue lo que le llevó a aprobar el Bachiller Superior mientras realizaba el Servicio Militar Obligatorio, la ‘mili’, sin más ayuda que la de un compañero, ex seminarista, que le echó una mano, sobre todo, con el latín.
Cuando aprobó en Tráfico la oposición de examinador le destinaron a la ciudad de Gerona, donde pudo compaginar, a base de mucho esfuerzo y tesón y restando muchas horas a su familia, su trabajo profesional con los estudios de Trabajador Social. “Iba a Barcelona todos los días a la universidad y logré terminar la licenciatura. Estuve cinco años compatibilizando mi trabajo en Tráfico con otro en un centro de alcoholismo y drogodependencias donde hacía grupos de terapia, llevaba las delegaciones de la fundación donde trabajaba, etc, fue una etapa hermosa pero dura, compaginando dos trabajos”, explica.
“Siempre me ha gustado escribir pero en mis primeros años de profesión no me daba tiempo a nada, el poco tiempo que tenía sí escribía poesía”, añade Eugenio Arce, quien recuerda que cuando regresó a Ciudad Real, en 1988, y un año después se apuntó al Grupo Literario Guadiana del que fue su director, años después, desde el 2010 y hasta el 2017.
24 años colaborador asiduo de Lanza
Eugenio Arce también ha sido colaborador del Diario Lanza desde 1990. En su tres primeros años lo hizo escribiendo Cartas al Director. “Posteriormente escribí miles de artículos de opinión, los conservo todos en mi biblioteca, el primero fue en noviembre del año 1993 y he estado publicando artículos hasta el 2017 cuando desapareció la publicación diaria de Lanza”, explica. En esos artículos reflejaba su punto de vista sobre temas políticos, sociales, críticas literarias, etc…
Su primera obra, publicada en la BAM de la Diputación
Su primera obra como poeta, publicada por la Diputación provincial de Ciudad Real, fue para él un aldabonazo. “Yunque de Luz Herida” salió a la venta, en la colección de poesía de la Biblioteca de Autores Manchegos, en 1996. “La publicación de este primer libro de poesía fue para mí un acicate, un gran estímulo; pensé que si ellos lo habían tenido en cuenta muy mal no lo debería estar haciendo. Es verdad que con anterioridad a esa fecha había ganado varios certámenes de poesía como el primer premio del Grupo Pan de Trigo, en La Solana, en 1993”, recuerda.
Una galardonada carrera como poeta y autor de relatos
Eugenio Arce acumula decenas de premios de poesía de numerosos certámenes literarios. A ese primero de La Solana le siguieron muchos más. Además, es autor de seis libros de poesía y dos de relatos.
Su biblioteca es su lugar de trabajo
El escritor y poeta nos adentra en su biblioteca, en la parte alta de su vivienda, un lugar donde, reconoce, escribe, lee y pasa muchas horas. Con 71 años ya está jubilado y confiesa que es muy anárquico en el horario, en el tiempo, que dedica a escribir y a leer que al cabo de las semanas es mucho.
“Yo mismo me asombro de cómo fui capaz de empezar a escribir poesía con la poca formación académica que tenía”, confiesa Arce Lérida quien se resta mérito y lo fundamenta en una recia voluntad, en un afán de superación inquebrantable.
En cuanto pudo, compraba libros casi de forma impulsiva
“Cuando ya tuve la posibilidad de comprar libros lo hacía casi de forma impulsiva; me asocié a Círculo de Lectores y también a la Biblioteca de Autores Manchegos”, recuerda. En la actualidad tiene más de 1.000 ejemplares entre los que destacan una amplia sección de poesía y, más concretamente, de poetas de la provincia de Ciudad Real donde, asegura, hay mucha afición a este género literario.
De su biblioteca los libros que más le gustan, y de los que nunca se desprendería, son “Palabra sobre palabra”, de Ángel González, y “Cartas a un joven poeta” de Joan Margarit. “Me gusta mucho su poesía, clara, sencilla, que no es lo mismo que fácil, y conecto mucho con ellos porque yo escribo, también, un tipo de poesía entendible” afirma.
Y en esta línea se muestra convencido de que el éxito de algunos grandes poetas como Antonio Machado, Federico García Lorca o de Miguel Hernández “es que sus poemas llegan al pueblo, haciendo una poesía en el sentido lírico de la palabra”.
De cuanto guarda en su biblioteca, el libro con más valor sentimental es el que le publicó la Diputación provincial, a través de la BAM, en 1996. “Yunque de Luz Herida” es como ese primer amor que nunca se olvida, no es de mis mejores libros pero sí me animó mucho a continuar escribiendo”.
Y de la poesía actual se queda con la que escribe Felipe Benítez Reyes y Luís García Montero, que es, actualmente, director del Instituto Cervantes. “A mí me gusta la poesía lírica, con un poco de misterio, que no lo explique todo a las claras”, añade.
También es esperantista
En su biblioteca llama también la atención varios libros escritos en Esperanto, entre otros, un ejemplar de Tintín y otro de La Sirenita, de Hans Christian Andersen. Él se confiesa esperantista, un idioma, asegura, muy versátil y fácil.