Pregunta.- Para ir conociéndola más de cerca, ¿Cómo podría resumirnos su experiencia misionera?
Respuesta.- Recordando estos 15 últimos años en Perú, tomo conciencia de cómo la imagen para resumirlo ha ido cambiando. Pero si tuviera que elegir una que ha permanecido en el tiempo, sería: un camino espiritual de aprendizaje constante.
Un camino espiritual alimentado por la Palabra de Dios y también por las frescas aguas del “pozo” de la fe y la esperanza en mis hermanos y hermanas peruanas que han sintetizado, con su existencia y compromiso, la respuesta a la pregunta sobre cómo seguir a Jesús, hoy: Solidaridad con el prójimo, preferentemente vulnerable, desde la amistad con el pobre.
Un camino espiritual que, en tantas ocasiones como los de Emaús, he recorrido entre claros y oscuros, entre incomprensiones y frustraciones y en el que siempre se cumple la promesa de Jesús: “Yo estoy con ustedes hasta el final de los tiempos”. Y en ese camino continúo, aprendiendo.
P.- Leemos en “Iluminare”: “…Los misioneros nos muestran que es posible un cambio “a mejor” profundo y real…” ¿Cómo se puede cambiar el mundo?
R.– Mantener una firme y terca esperanza en un cambio posible; un mundo mejor, más justo y solidario, es el primer paso. A partir de ahí se van sembrando motivos para tener esperanza, contagiando a otros, con acciones concretas desde lo personal, sencillo y cotidiano. Con nuestro testimonio otros se van sumando y cada vez seremos más quienes empujemos la historia hacia ese cambio profundo y radical que soñamos y esperamos.
Pero hay que dar un paso más. El cambio profundo y radical exige además de un compromiso personal, la pregunta por las causas que provocan tantas situaciones de muerte en el mundo; causas muchas veces ancladas en estructuras sociales, instituciones, costumbres, leyes que justifican y mantienen tales situaciones,… Por eso el Papa Francisco no deja de invitar a los cristianos a un compromiso público (dimensión social de la fe), desde la doctrina social de la Iglesia, un compromiso político en la búsqueda del bien común que cambie estas estructuras y la vida concreta de las personas en situaciones de vulnerabilidad constante.
Entonces, cambiar el mundo exige conjugar (tejer) con mucho discernimiento y espíritu evangélico, estas dos dimensiones del compromiso cristiano: individual/privada y pública/política. Desde una perspectiva de fe, la plenitud del cambio que queremos, hacia el que nos encaminamos, lo llamamos Reino. El Reino es un regalo de Dios en forma de promesa. Primero, hay que acoger el regalo, aceptarlo e integrarlo en nuestra vida en forma de proyecto; es lo que rezamos en el padrenuestro: venga a nosotros tu Reino. Acogerlo con agradecimiento es colaborar con Dios en su avance, porque avanza, aunque a veces no lo veamos. La pregunta para cada uno sería ¿Cómo estoy contribuyendo en este avance? No hay recetas, pero sabemos que Dios acompaña e ilumina nuestro camino. Desde la coherencia personal iremos descubriendo los cómos y maneras más adecuados.
P.- Escribe Anastasio Gil, director de Obras Misionales Pontificias en España: “…Discípulo es la condición esencial de quien se ha sentido llamado a tomar parte en el anuncio del Evangelio…” ¿Cómo vivió, y vive, usted esa llamada?
R.- Vivo la llamada de Jesús como un don que agradezco y una tarea, la encomendada por Jesús, que asumo como propia; como una invitación a “ven y verás” y espero poder permanecer allí donde Jesús me llama a compartir lo que he recibido. El llamado es siempre una invitación al discipulado: seguir a Jesús y por tanto, misionero; salir de lugares, mentalidades y costumbres para aprender a estar, pensar y actuar como Jesús. Pasar por el mundo haciendo el bien.
“…Cada hombre y cada mujer es una misión, y ésta es la razón por la que se encuentra viviendo en la tierra…”, escribe el Papa Francisco. Parafraseando otras palabras del Pontífice, ¿Cómo podemos vivir, desde nuestros ambientes, el desafío de nuestra responsabilidad ante el mundo?
Nuestra responsabilidad con “el mundo” comienza por hacernos responsables de aquellos que se encuentran en situación de desventaja para el desarrollo de todas sus capacidades y sueños de realización personal.
Hacernos responsables pasa por tomar conciencia de las realidades de muerte que atraviesan tantas hermanas y hermanos nuestros; pasa por aprender a mirar con atención; sin perdernos entre tanto ruido y distracciones; con con-pasión; superando la indiferencia y con indignación que nos renueve por dentro y nos impulse a hacer algo, a movilizar todo lo que somos y tenemos para transformar aquello que vemos y sabemos no responde al plan de vida en abundancia de Dios (Reino). Se trata de actualizar la parábola del Buen Samaritano y escuchar cómo Jesús nos dice: “…Ve, y haz tú lo mismo…” Dejarnos enseñar por Jesús a mirar el mundo, a las personas y situaciones cómo él; una mirada que libra opresiones, ataduras, cegueras,… Que nuestra vida sea, igual que la de Jesús, Buena Noticia. Hacer nuestras sus palabras en el discurso en la sinagoga que relata el Evangelio de Lucas, en su capítulo 4; también nosotros hemos venido para eso.
P.- “Con Jesús Niño a la Misión”. Es el lema del proyecto 2019-2022 de Infancia Misionera que debe comenzar antes y seguir después, -apuntan desde el secretariado de dicha jornada-, y le preguntamos, ¿Cómo entiende usted que deben implicarse los niños en la ambientación de este Domund 2018?
R.– Implicar a las nuevas generaciones en la jornada del Domund, en todas las jornadas convocadas por la Iglesia, es indispensable. Creo que se tienen que dar dos dinámicas complementarias. 1.- Que los niños y niñas vean implicados a sus mayores: el testimonio de los mayores será un excelente aliciente para que ellos participen, y 2.- Acoger lo que los niños y niñas tienen que decir: cómo lo dirían, dibujarían, expresarían,… Que las ideas principales partan de ellos y sientan que las acogemos, valoramos y reproducimos en los carteles, actividades,… etcétera. Además, esta jornada podría ser continuidad de un trabajo acompañado durante todo el año para que no sea “flor de un día” sino semilla que germina y va dando fruto. La continuidad es importante.
P.- Algo que está prácticamente a la “vuelta de la esquina”, ¿Qué se puede adelantar sobre el Mes Misionero Extraordinario en Octubre de 2019?
R.- La convocatoria del Papa Francisco a un mes misionero extraordinario es una propuesta excelente. Siempre es necesario reflexionar sobre el sentido y el fin de la misión de la Iglesia, la nuestra. Las realidades del mundo al que estamos llamados son en este tiempo especialmente complejas y desafiantes. Cómo cristianos, cómo humanos, en realidad, nos enfrentamos a problemáticas que exigen seriedad en los diagnósticos y radicalidad en las acciones para que nuestra palabra sea significativa, aporte esperanza y nuestras propuestas sean efectivas.
El sínodo de los jóvenes (octubre 2018), al que tenemos que estar atentos, será una excelente oportunidad para recoger la mirada de quienes protagonizarán la vida en las décadas siguientes, poniendo en marcha éste deseo de cambiar las cosas. Su voz y sus propuestas alimentarán el mes misionero. De la misma manera, otra voz, la del Sínodo Panamazónico (Amazonia: nuevo camino para la Iglesia y para una ecología integral en octubre 2019). No podemos revisar nuestra misión sin incorporar el desafío del cuidado de la creación, condición indispensable para la sostenibilidad de la vida.
Creo que sería bueno relacionar esta convocatoria del mes misionero con la instauración de la Jornada Mundial de los Pobres en 2017 (19 de noviembre de 2018) y con los sínodos (jóvenes, octubre 2018 y medioambiente, octubre 2019) recogiendo así los grandes desafíos actuales de la Iglesia en el anuncio de la Buena Noticia. Ojalá que podamos integrar todas estas oportunidades para reorientar nuestra misión incorporando temáticas, iniciativas y aprendizajes.
P.- Para terminar, ¿qué le gustaría añadir?
R.- Gracias
(Imágenes facilitadas por Glafira Jiménez)