Las gentes del Campo de Calatrava acuden desde tiempos inmemorables con botellas a las fuentes de agua agria para beber, han probado las aguas burbujeantes en baños localizados en hervideros y han manifestado sorpresa ante las ebulliciones de los chorros. El gas del subsuelo brota a la superficie en esta tierra de volcanes, pero las investigaciones de expertos han sido muy pocas.
Rafael Gosálvez, profesor y geógrafo de la UCLM, recuerda que en 2007 acudieron por primera vez los investigadores del Instituto Volcanológico de Canarias, Involcan, para medir las emisiones de la Sima de Granátula de Calatrava, donde está la única fumarola activa que existe en toda la Península Ibérica. Llegaron a medir “270.000 bequerelios por metro cúbico (Bq/m3)”, la unidad que mide la actividad radiactiva.
“El dióxido de carbono se disipa en contacto con el aire, pero los animales que están muy pegados a la tierra, se atontan y mueren”. Rafael Gosálvez hace referencia a la aparición de moscas y otros animales muertos en el entorno de la fumarola, al mismo tiempo que aclara que “una persona es muy difícil que pueda morir”.
El grosor de la superficie terrestre en Ciudad Real es “anormalmente reducido”
Eso sí, el profesor advierte que la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que “no está permitido hacer vida ni construir casas en lugares donde los gases superen los 300 bequerelios por metro cúbico” por alta salida de dióxido de carbono de la tierra. Por eso, Gosálvez recomienda realizar una campaña de medición de CO2 y radón en unifamiliares con garajes, donde parte de la vivienda es bajo tierra, en Ciudad Real.
No solo los trabajos de expertos desvelan que en el Campo de Calatrava “hay accidentes tectónicos profundos, fracturas y fallas, que conectan la superficie terrestre con el manto”, sino que, en el caso de Ciudad Real capital, insiste el geógrafo, “el grosor de la superficie terrestre es anormalmente reducido”, lo que favorece la salida de estos gases.
Riesgos en las casas con sótanos
En barrios como el de los Rosales o el del Carrefour, Gosálvez señala que “la gente ha adecuado cocinas camperas en las cocheras y habría que evaluar el riesgo de altas concentraciones de radón por acumulación en espacios sin ventilación”. Hasta ahora es “un riesgo, que no está cuantificado, y tenemos que saber si es un problema”. El radón es un gas radioactivo y cancerígeno que sale a la superficie a través del CO2.
Entre tanto, él no aconsejaría hacer vida en sótanos y considera que “habría que investigar la incidencia del cáncer de pulmón entre no fumadores”. No es que vaya a existir una vinculación directa, pero Rafael Gosálvez explica que “se trata de una hipótesis de trabajo”. Sobre la necesidad de llevar a cabo una campaña de medición ya debatió la Corporación municipal de la capital hace unos años, pero la propuesta no salió adelante.
Los riesgos por gases en el Campo de Calatrava son “reales”, solo hay que recordar a las tres personas que murieron en 2003 atrapadas en un pozo en Piedrabuena. El primero entró para recuperar un teléfono móvil o una herramienta que se le había caído antes y los otros dos murieron mientras intentaban rescatarle. Estaban cerca de la Tabla de la Yedra, a tres kilómetros del casco urbano. “Hay que tener cuidado en los espacios cerrados”, insiste Gosálvez.
Una solución fácil: ventilación mecánica
Con ánimo tranquilizador, en el caso de los sótanos de Ciudad Real, Rafael Gosálvez señala que para reducir los niveles de radón “la solución es fácil”, pues “solo sería necesario instalar ventilación mecánica”, como ya existe en el aulario de la Faculta de Letras de la UCLM en Ciudad Real desde hace diez años.
Fue con Elena González Cárdenas como decana, que también forma parte de Geovol, cuando en coordinación con el servicio de prevención y salud de la universidad se instaló debido a las elevadas concentraciones de radón que existían cada lunes, después de estar todo el fin de semana cerradas las clases.