“No vamos a bombardear Madrid ni Barcelona. No vamos a bombardear ninguna ciudad”. Quien así se expresaba a finales del pasado mes de noviembre, entre irónico y displicente es Igor Kapyrin, director adjunto del Departamento de Cooperación Europea del Ministerio de Exteriores ruso. Y, sin embargo, lo hacen…
Kapyrin respondía así a las acusaciones que desde diferentes ámbitos se vienen realizando en las últimas semanas y meses por las supuestas interferencias rusas en procesos tales como las elecciones norteamericanas ganadas por Trump sobre Clinton en 2016 o, más recientemente, en el proceso soberanista en Cataluña.
Para los rusos se trata de una “teoría de la conspiración” sin ningún fundamento e insta a los países occidentales a presentar pruebas de la responsabilidad en estos ciberataques. Estas “interferencias” en el caso de las elecciones USA se tratarían de filtraciones de material extraído de los servidores de correo de Hillary Clinton para favorecer a Trump.
Y en el caso del proceso soberanista en Cataluña, mientras que el CNI español asegura no tener pruebas de ningún ciberataque durante el conflicto catalán, ni del Gobierno ruso ni de nadie, el Instituto Elcano habla de una supuesta “campaña de intoxicación” en redes sociales basada en los siguientes datos: el hastag #Catalonia generó más de 150.279 tuits y retuits, 40.000 de esas interacciones vinieron de la cuenta de Twitter de Julian Assange mientras que 8.198 tuits y retuits surgieron de la cuenta de Edward Snouwden; y que las cuentas de Twitter favorables al Kremlin aumentaron en un 2000% sus menciones a la crisis catalana mediante el uso del hastag #catalan en redes sociales.
Precisamente, el periódico El País publicó el pasado domingo 10 un extenso reportaje, firmado por Javier Galán, José Manuel Abad Liñán y David Alameda, en el que se explica que un grupo de 4.883 perfiles automáticos de Twitter difundieron sistemáticamente mensajes de medios financiados por el Kremlin sobre el proceso independentista de Cataluña. Lo hicieron durante 20 de los días más intensos del desafío secesionista, entre el 29 de septiembre y el 19 de octubre. Los mensajes elaborados por estos medios fueron compartidos más de 84.000 veces en la red social por unas 38.000 cuentas. Casi 13 de cada 100 de las cuentas que difundieron los mensajes sobre Cataluña de la cadena RT o la agencia Sputnik fueron, con probabilidad, bots, según un estudio de la empresa de analítica de redes sociales Audiense.
Incluso el periódico El Mundo publicó el día 7 de este mes una detallada información sobre la actividad de Assange en redes a favor del proceso soberanista en la que detalla que el fundador de WikiLeaks, aunque lo niega rotundamente, retuitea un tuit cada 13 minutos a favor del “procés”.
Sin embargo, con todos estos datos, el Instituto Elcano mantiene que es una información por contrastar porque no debe sorprender que activistas digitales como los mencionados muestren su simpatía con causas a las que se clausuran webs, ni que se pueda demostrar que la acción de Snowden y Assange sea coordinada.
Otros expertos destacan que las campañas de desinformación rusas tendrían como objetivo no tanto apoyar una determinada causa, sino fomentar la polarización de la opinión pública y sembrar dudas sobre lo que es verdad y lo que no. Estas campañas se sirven de “granjas” de cuentas automatizadas, bots, trolls, fakes y perfiles influyentes para sus objetivos.
En Europa, desde 2015 existe una unidad especial destinada a identificar bulos e información falsa sobre la Unión Europea denominada “European External Action Service East StratCom Task Force”.
Según este servicio europeo, las noticias falsas sobre el conflicto catalán que tiene identificadas se refieren a asuntos tales como que el español se enseña como lengua extranjera en Cataluña, difundido por el canal Vesti.ru el 17 de septiembre, o que la UE apoyó la violencia policial durante el referéndum.
Otros artículos propagandísticos sobre Cataluña detectados por este servicio antes del referéndum del 1-0 fueron del tono siguiente: El principal programa televisivo ruso en el Canal 1 dijo que “la respuesta lógica de Europa sobre el referéndum en Cataluña debería haber sido reconocer la independencia de Cataluña y bombardear Madrid”; el 20 de septiembre Izvestia.ru publicó que “Cataluña reconocerá a Crimea como parte de Rusia”; y el medio Sputnik difundió que “las Islas Baleares en España también piden la independencia”.
Esto, que como poco suena chocante cuando no falaz, sirve para que Igor Kapyrin pregunte, cuando ha sido interpelado sobre estas intoxicaciones: “¿Quién es el juez sobre dónde está lo falso o no?”, para añadir que el trabajo de East StratCom Task Force va en contra de “los principios de la libre elección de información”.
Este tipo de argumentos, muy cercano a lo delirante, recuerda a otros que hemos podido escuchar antes y después de la campaña estadounidense de 2016 en las filas de Trump; o en un nutrido grupo de representantes independentistas catalanes al hablar sobre la “represión franquista” en Cataluña, los “presos políticos”, los “exiliados”, o sobre el apoyo de las instituciones europeas a un “Gobierno franquista” -el español- y un largo etcétera de falsedades utilizadas para enardecer a las masas independentistas.

Giles Portman, jefe de la East StratCom Task Force, asegura que el problema de la desinformación solo acaba de empezar “por el desafío que representan los bots, los ciborgs, la inteligencia artificial y la creciente sofisticación de las imágenes falsas” y se lamenta del “bombardeo diario” para denigrar “los valores y las políticas europeas”.
Ante esta situación, los expertos recomiendan que la mejor forma de protegerse es esforzarse en comprender cómo funcionan estas campañas de desinformación e intoxicación para no seguir alimentándolas incluso cuando pensamos que las estamos combatiendo.
Durante la reciente celebración de la IV Conferencia de Hacking y Ciberseguridad de Sevilla los hackers allí reunidos, aunque confirmaron la actividad rusa y los ciberataques sobre el “procés”, restaron importancia y pusieron en duda su efectividad real.
Entre ellos se encontraba Lorenzo Martínez, perito judicial informático y directivo de la Asociación Nacional de Ciberseguridad y Pericia Tecnológica (Ancibe), que sin embargo defendió que es posible hackear un conflicto político como el catalán influyendo en las personas más que en los sistemas informáticos electorales o de recuento.
En este sentido, el pasado día 11, el expresidente del Parlamento Europeo, Enrique Barón, debatió junto a la embajadora y subdirectora general de Comunicación Digital y Diplomacia Pública, Consuelo Femenía, y el profesor de Periodismo de la Universidad de Castilla-La Mancha, Juan Luis Manfredi, sobre el reto que representa para la seguridad europea las ‘fakenews’ -noticias falsas- en la Politécnica de Cuenca.
La Universidad de Castilla-La Mancha impulsó este encuentro porque «en la era de la postverdad, la propaganda y las noticias falsas forman parte de la guerra híbrida que usan algunos estados y actores no estatales» y añadía que las últimas convocatorias electorales en Holanda, Francia, Alemania y otras, han sumido a los ciudadanos en la desorientación por la catarata de ‘fakenews’ que se han vertido desde los bandos populistas no solo a través de medios tradicionales sino sobre todo desde las redes sociales.
Incidía la institución académica en la presentación de este debate que el objetivo es muy claro: polarizar a la opinión pública en busca de la división entre la ciudadanía europea y desestabilizar a la UE. Y a pesar de que desde las instituciones europeas reaccionan ante los ciberataques y la propaganda, «queda mucho camino por andar». Las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2019 pueden ser un nuevo ‘casus belli’ para la esa batalla frente a la desinformación y «hay que estar prevenidos».
En definitiva, nos encontramos ante un nuevo “campo de batalla” al que llamamos ciberespacio en el que los países miden sus fuerzas en batallas menos sangrientas, pero igualmente peligrosas, en el que, como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia, las primeras víctimas son la verdad y la población civil.
Y esta nueva situación se puede combatir, como siempre, con más educación, más preparación y más conciencia crítica por parte de los ciudadanos para saber cómo y de dónde deben recibir información sobre el mundo que les rodea.