La igualdad es un valor en alza a pesar de las resistencias, sobre todo cuando se proyecta a las mujeres en la sociedad como personas con capacidad plena para desarrollar sus talentos en libertad, y no como usurpadoras de poder.
Así lo dice la profesora del Grado de Trabajo Social la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) en Talavera, Vicenta Rodríguez Martín, quien insiste en que el movimiento feminista, “tan denostado” en algunos sectores, persigue de manera unívoca la igualdad de oportunidades, de recursos y de derechos entre hombres y mujeres.
Es un horizonte cada vez más cercano, señala, pero todavía está necesitado de medidas de acción positiva para poder partir “desde la meta” en las mismas condiciones.
“El feminismo no es hembrismo”, sino un valor “diverso y plural” que enriquece la construcción de sociedades más igualitarias, más allá del sexo y del género. “Es la construcción de igualdad real entre todos”, opina.
Para ello, la también doctora en Psicología apuesta por la deconstrucción de los actuales modelos socializadores, separados por géneros, para transitar hacia un espacio “más equilibrado” donde los talentos y las capacidades, tanto masculinos como femeninos, se desarrollen en libertad.
En opinión de la activista, las mujeres deberían adoptar una actitud proactiva, tal y como ella misma ejerce, para generar referentes sociales que no sólo derrumben estereotipos, sino que se conviertan en un factor sumatorio con los hombres para alcanzar la “verdadera igualdad”.
Esta cohesión, recuerda, ya se reconoció en la IV Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing (China) en 1995, porque “si partimos de los aprendizajes socializadores de género, los hombres también han mermado sus capacidades en temas de sensibilidad, manifestación de afectos y los cuidados”.
¿Pero por qué cuesta tanto que la sociedad y muchos jóvenes se acerquen e interioricen este mensaje?
A juicio de Rodríguez, existen resistencias porque los avances femeninos son interpretados como una “limitación a los espacios masculinos”, y representan una confrontación al papel “que las sociedades nos dicen tenemos que asumir”.
“Nosotras solo queremos, arguye, tener corresponsabilidad en la familia, cobrar los mismos salarios, tener igualdad en los tiempos de ocio, y llegar a la toma de decisiones”.
Alfabetización
El mecanismo para alcanzar este fin es “alfabetizar espacios tradicionales deconstruyendo el aprendizaje socializador del género”: los hombres en los espacios de poder, de prestigio y relevancia, y las mujeres, en los cuidados.
Sólo de esta manera, los varones cerrarían “al 100%” su tránsito a lo privado, y las féminas podrán ser lideresas sin paliativos.
Rodríguez reconoce avances, “no a la velocidad que quisiéramos”, pues las cifras de mujeres asesinadas, la diferencia de salarios, y los tiempos invertidos en los ámbitos domésticos “evidencian que falta trecho para alcanzar la igualdad real”.
La propia fotografía de los cuatro candidatos hombres a la presidencia Gobierno, los números de cargos masculinos en la cúpula del poder judicial frente a la amplia presencia de juezas de carrera, que acceden de manera mayoritaria por “una evaluación ciega”, o el desequilibrio de géneros en los ámbitos científico, económico, e investigador, reflejan un escaso uso de las gafas violetas.
“La sociedad tiende a buscar uniformidad en el modelo masculino y femenino” en un tiempo de cambios, en el que “hay que generar modelos más equilibrados”, tal y como propugna el Feminismo, un movimiento sin víctimas de 300 años que trabaja “en la horizontalidad y en la lucha colectiva por lograr la simetría”.
La corriente, reflexiona Rodríguez, vive su cuarta ola, es decir, impulsado por el movimiento #MeToo (‘Yo también’), ha trascendido de la calle a las agendas políticas y económicas -a veces de manera forzada y estética-, ha calado entre las jóvenes y “está cuestionando el orden social”.
“Pone nombre a algo que está sucediendo desde hace siglos, ha permitido la movilización en las calles y que muchas chicas jóvenes estén siendo conscientes de la desigualdad de la que hasta ahora no tenían conciencia”, además de haber ‘enred@do’ a las mujeres en alianzas de sororidad.
Más violencia sexual
Pero los nuevos horizontes también tienen un reverso negativo como son las violaciones y el incremento de menores convertidos en agresores sexuales. Se debe, explica la también cooperante internacional, a la llegada de internet y a su acceso sin control parental por parte de los adolescentes. De esta manera, la pornografía se ha convertido en el mentor sexual de la juventud y ha premeditado la “normalización de prácticas violentas y humillantes hacia las mujeres”, frente a la concepción “más romantizada” de éstas ante las relaciones de pareja.
También ha llevado a que los jóvenes se hayan introducido en el consumo de la prostitución como “una necesidad de sexo rápido sin interacción e interrelación”, y con un trato cosificado y sexualizado de las niñas y jóvenes prostituidas.
“La violencia sexual siempre ha ocurrido, pero ahora le estamos poniendo nombre”, reitera la docente. Incluso el activismo ha conseguido que la sociedad patriarcal “reconozca” este tipo de hechos, aunque todavía haya interpretaciones judiciales y sociales que sigan culpabilizando a la mujer.
Y además las normas sociales son más perversas en los pueblos y municipios no urbanos, donde todos los vecinos se conocen. “La ruralidad marca los mandatos culturales”.
Pacto por la coeducación
La experta en género también reivindica un pacto por la coeducación, tal y como han pedido más de medio millar de expertos en Pedagogía Feminista en un Congreso Internacional de Coeducación celebrado recientemente.
“Es necesario y es la clave para generar nuevos modelos y para generar cambios a nivel educativo”, defiende.
“Si juntas a niños y niñas sin ninguna distinción, ellos se perciben por sus capacidades, pero la clave está fuera, en los mandatos sociales que define a unos y otras en función del género”, aclara, a la vez que subraya los avances pioneros de Castilla La Mancha como única región en España que tiene una asignatura obligatoria sobre Igualdad en Primaria y Secundaria.
Rodríguez respalda una educación afectivo-sexual con perspectiva de género, con un carácter igualitario y para el aprendizaje de los cuerpos y las emociones.
De esa manera, se aborda, a su juicio, la raíz del sistema patriarcal y machista.
