Al poco de finalizar el confinamiento por la pandemia Pedro González no se encontraba bien. Tenía molestias estomacales que le impedían comer con normalidad y en julio de 2020 acudió al Hospital General de Ciudad Real.
Unas pocas pruebas bastaron a los médicos para comprobar que el problema era muy serio: Pedro tenía un tumor estromal gastrointestinal (un tumor de GIST) en la superficie de su estómago que requería su extirpación inmediata. Pero antes debía recuperar fuerzas y durante dos semanas recibió un tratamiento energético.
El 23 de julio fue operado y junto al tumor se extirparon las cuatro quintas partes del estómago afectadas. Afortunadamente el cáncer estaba encapsulado y localizado y no había diseminado metástasis en la zona del páncreas o del colón lo que habría provocado un diagnóstico muy negro.
Para Pedro esas dos semanas de espera para la intervención han sido de las más duras de su vida. “Piensas de todo y no sabes si vas a salir de esta, me acordaba de mis hijas y no sabía si iba a poder volver a verlas con las limitaciones de la pandemia: una estudiaba en Salamanca y otra que vive en Noruega. Afortunadamente pudieron venir y visitarme”, recuerda.

Tras la intervención comenzó a recuperar fuerzas poco a poco. Al principio sus rodillas se doblaban y no podía dar ni un paseo de unos pocos metros. Pero la situación empezó a normalizarse y comenzó a poder comer, aunque de una forma muy distinta. “Al dejarme una quinta parte del estómago, ahora tengo que hacer un sistema de seis comidas diarias con pequeñas cantidades cada una de ellas”.
Al mes de la operación comenzó un tratamiento preventivo de quimioterapia oral que se extenderá durante tres años. Gracias a que el tumor se encontraba encapsulado no ha necesitado tratamiento de radioterapia ni quimioterapia hospitalaria, de haber habido metástasis ni la quimio ni la radio habría podido hacer nada y el desenlace habría sido muy distinto.
Ahora Pedro lidia con los efectos secundarios de la quimioterapia oral, que aunque no son especialmente graves, son molestos. Las manos, y la piel en general, se resecan y se forman heridas enseguida. “Te levantas por la mañana con los dedos agarrotados y no puedes apenas moverlos, se te hinchan los ojos, tienes problemas de gases que pueden provocar dolores fuertes, entre otros”.
Pedro, que pesa ahora 60 kilos, catorce menos que antes del diagnóstico, explica que su vida ha cambiado radicalmente. Ahora solo desea que el tratamiento funcione y el tumor no vuelva a reproducirse. “De momento estoy bien”.
Para las personas que padecen cáncer, Pedro lanza un mensaje: “No pensar demasiado, ver las cosas lo más positivamente posible y confiar y ponerse en manos de los médicos, porque es la única manera de salir”.
