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“He intentado ser pedagógico a la hora de contar la violencia entre vecinos en Ciudad Real en la Guerra Civil”

libro JJ 1
Portada del libro de más de 650 páginas publicado por Galaxia Gutenberg / J. Jurado
Julia Yébenes / CIUDAD REAL
El historiador solanero Fernando del Rey Reguillo presentará el próximo día 21 su última obra, ‘Retaguardia roja: violencia y revolución en la Guerra Civil Española’, de la mano del expresidende de Castilla-La Mancha y también profesor de Historia Contemporánea, José María Barreda, y del catedrático de Historia y experto en la contienda española, Francisco Alía

Fernando del Rey Reguillo (La Solana, 1960) no ha pretendido despertar viejos fantasmas del odio entre ‘rojos’ y ‘azules’. Todo lo contrario, el catedrático de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos de la Universidad Complutense de Madrid ha hecho un profundo ejercicio pedagógico para mostrar en toda su dimensión el violentísimo proceso revolucionario desencadenado en la zona republicana de Ciudad Real durante la Guerra Civil. Las redes de milicias armadas provocaron 2.300 muertos, principalmente en el triángulo territorial entre Ciudad Real (386), Valdepeñas (435) y Alcázar de San Juan (476), la gran mayoría de ellas registradas en el periodo álgido de la revolución, entre julio de 1936 –tras la sublevación- y febrero de 1937. Las comarcas de Calatrava y La Mancha fueron las más violentadas, frente al Valle de Alcudia, Los Montes, Almadén o Puertollano, con índices de violencia más bajos por albergar un reparto de la tierra en las grandes extensiones de ganadería extensiva y de caza, o por el desempeño de la minería.

Así lo detalla Del Rey en ‘Retaguardia roja: violencia y revolución en la Guerra Civil Española’, un libro de más de 650 páginas publicado por Galaxia Gutenberg, que el próximo jueves 21 presentará en Ciudad Real de la mano de José María Barreda, expresidente de Castilla-La Mancha y también profesor de Historia Contemporánea, y del catedrático de Historia y experto en la contienda española, Francisco Alía.

El libro ha tenido un gran impacto mediático y es fruto de una investigación de más de 10 años en la que el historiador solanero analiza “las lógicas” de una represión, con ataques, torturas y fusilamientos, que marcó a la entonces provincia manchega de Ciudad Real, y que estuvo motivada por un “complejo” proceso de presiones y resistencias desde el inicio de la II República Española (1931-1939). En su obra, del Rey no reproduce una historia de “malos y buenos”, sino que aborda unos hechos desde una perspectiva micro, con nombres y apellidos de víctimas y victimarios, “que hay que conocer en su totalidad, incluida la represión franquista de postguerra, con otros 3.900 muertos, para no volver a repetirlos”. “Fue una tragedia colectiva entre vecinos provocada por el alzamiento militar”, concluye.

PREGUNTA.- ¿ Cuántos años ha invertido en investigar los hechos que describe de manera tan exhaustiva en el libro? ¿Por qué centró la investigación en la provincia de Ciudad Real?

RESPUESTA.- Empecé a recoger información a principios de los años 90 sin saber que iba a ser un libro. Cuando iba a La Solana hacía entrevistas y también investigaba en la biblioteca, y con el tiempo me di cuenta de que el tema tenía interés y de que se podía hacer una historia no solo con aspectos locales y provinciales de Ciudad Real, sino de alcance nacional. Me planteé cómo a partir de una provincia claramente campesina podría arrojar luz sobre lo que había sido la violencia en retaguardia, y me dio pie al tomo de ‘Paisanos en lucha’ (2008). ‘Retaguardia roja: violencia y revolución en la Guerra Civil Española’ es la segunda parte y desde el principio quise que fuera un estudio estrictamente académico para intentar comprender qué pasó, sin criminalizar a nadie, ni contar una historia de buenos o malos. El objetivo del libro es poder entender una época muy compleja en la que estoy especializado.

P.- Hay muchos libros sobre la Guerra Civil, ¿pero qué novedades aporta usted con esta investigación tan documentada, y cuáles fueron los antecedentes que provocaron la violencia entre vecinos de los pueblos de la que habla?

R.- Lo más novedoso que me ha permitido llegar a conclusiones diferentes a lo que hasta ahora se había sostenido es que es un libro de microhistoria, es decir, hecho desde abajo, desde los ciudadanos de a pie, desde un universo provincial, que es más accesible. Desde esta perspectiva también he captado en parte las lógicas que guiaron esa violencia dentro en un contexto europeo y nacional muy radicalizado. Lo que ocurre en este rincón de La Mancha no difiere gran cosa de lo que ocurre o va a ocurrir en Europa en la segunda Guerra Mundial y en las guerras civiles que se solapan en este marco. Novedoso ha sido el hecho de constatar que fue un proceso de raíces políticas e ideológicas, más allá de razones sociales como la pobreza o la desigualdad. En contra de lo que ahora se dice de que fue una lucha contra el fascismo y una confrontación entre la democracia y la dictadura, la realidad es que la idea democrática pluralista, liberal y parlamentaria no sólo estaba poco arraigada, sino en un claro retroceso tanto en España como en Europa. Y eso condicionó el marco político. Es una violencia organizada que no responde al mito de los incontrolados o a gente que actúa por envidias individuales, sino que se despliega en un contexto que lleva al golpe de Estado, a su fracaso y conversión en guerra. Al hundirse el Estado republicano se crea un escenario en el que media España cae en manos de los sublevados, y en la otra media surge la oportunidad a los poderes de debajo de iniciar una dinámica propia bajo una lógica revolucionaria. Todo eso alimenta la violencia y, ahí están los precedentes. También es verdad que sin el levantamiento nunca hubiera pasado eso. Fue una enorme responsabilidad de los sublevados el destrozar la realidad.

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El volumen recoge mapas y estadísticas elaboradas por Del Rey / J. Jurado

P.- ¿O sea que el proceso revolucionario no partió de cero?

R.- La guerra amplifica todo, pero hay unos antecedentes, que vienen como mínimo de 1931, cuando la República abrió las puertas a un proceso de democratización que levantó resistencias y tensiones a izquierdas y a derechas. Intentaron construir un nuevo modelo sobre una sociedad que en realidad no tenía grandes convicciones democráticas, sencillamente porque hasta esa fecha España era caciquil y clientelar, y los ciudadanos no sabían qué era la democracia. Por ello, mucha violencia en la Guerra Civil no se entiende sin esos precedentes tan traumáticos como el caso que cuento de Castellar de Santiago de julio del 36 (46 falangistas y derechistas fueron víctimas de la represión revolucionaria). En este caso viene del linchamiento de cuatro socialistas en septiembre del 32 en el marco de un conflicto por los salarios de la aceituna. Por eso, en el libro no juzgo a nadie sino que trato de comprender cómo ciudadanos normales y corrientes en situaciones límites pueden generar esa violencia, que luego continúa hasta el 39. También cuento en un capítulo de manera muy condensada lo que pasó en la postguerra porque no me caso con nadie y tengo claro que quiero hacer pedagogía. Considero que nuestra sociedad, avanzada y democrática, se merece que le cuenten un relato completo sobre lo que pasó, no historias simplistas o maniqueas. No me valen descalificaciones como las de VOX sobre el pasado criminal del PSOE porque nadie se libra y porque no se puede juzgar a poblaciones enteras por lo que hicieron minorías radicalizadas. En positivo, también hubo una importante acción de los moderados, y se crearon redes de solidaridad entre los vecinos, al margen de la ideología, sobre todo en los pequeños pueblos, como en la comarca de Los Montes. Constatar estas relaciones es absolutamente emocionante.

P.- Y se mantuvieron hasta después de la guerra, ¿no?

R.- Sí, teniendo en cuenta que se jugaban la vida como fue el caso de Melitón Serrano, un personaje fascinante. Fue un célebre dirigente socialista nacido en Ruidera que a los 20 días de empezar la guerra no dudó en alzar la voz contra la violencia, y de pedir que cesara. Y así siguió durante un año. En el 36 se pasó al comunismo, que era menos radical que la corriente socialista caballerista (liderada por Largo Caballero). Cuando empezó la guerra, el Partido Socialista estaba a punto de romperse.

P.- Habla de la complejidad política de los años 30 en España, ¿cuántos bloques había, porque en sucesos como el de Castellar hay tensiones entre fuerzas de ideologías del mismo espectro?

R.- La Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) y el Partido Socialista eran los dos grandes partidos. Luego estaba el Partido Republicano de Centro (PRC), el Partido Republicano Radical de Lerroux, que en Ciudad Real lo representaba Cirilo del Río, y la Izquierda Republicana de Manuel Azaña, en la provincia con líderes muy influyentes. Por la derecha estaban los monárquicos radicales, y a final de 33 nace la Falange, en la provincia con apenas unos cuantos cientos pero que, sorprendentemente, cayeron como chinches desde el verano del 36. Se debió al grito de las izquierdas del ‘Fascismo que viene’ del 33, coincidiendo con el ascenso al poder de Hitler. La Falange era lo más parecido al nacionalismo alemán y al fascismo italiano, y por eso fueron a por ellos.

P.- Pero fueron cómplices del Golpe de Estado, como usted recoge en el libro

R.- Sí, es verdad que estuvieron en el golpe, al igual que los monárquicos, mientras que la derecha católica se vinculó un poco más tarde.

P.- También dedica un capítulo a la clerofobia, ¿Por qué hubo tan represión contra el clero en La Mancha, como en otras partes de España?

R.- Es un fenómeno que viene del siglo XIX, de una larga tradición de anticlericalismo entre las izquierdas españolas arraigado en las zonas más urbanas como Cataluña, Levante, Cádiz o Madrid. En La Mancha es más tardío. Atacan a los religiosos, según los antropólogos, porque los ven como el eslabón del orden social tradicional. Aparte de eso hay una razón política como es que la iglesia en los años 30 inspira al principal partido conservador, la CEDA, que fue capaz de obtener más de un 20% del electorado y pretendía hacer una reforma constitucional para remover el marco constitucional de la República. Por ello, desde la izquierda consideraban a la CEDA como una amenaza, que luego se trasladó a la guerra con los enfrentamientos.

P.- También habla de Félix Torres, el señor de la guerra de Valdepeñas. ¿Quién fue?

R.-  Fue un socialista de la corriente caballerista con una personalidad potente que se convierte en el líder socialista de la comarca y de la provincia en el 32, tras volver del exilio en Londres, adonde llegó a finales del siglo XIX. Cuando estalla la guerra tuvo un liderazgo muy radical, y bajo su dirección tuvo lugar la gran matanza de la comarca de Valdepeñas.

P.- ¿Qué comarcas fueron las más calientes en la provincia?

R.- Las de Los Montes, norte y sur, y Almadén, a pesar de estar cerca del frente, la mortandad fue más pequeña porque había latifundistas y la tierra estaba repartida. Tomaron la guerra como un fenómeno importado frente al que hicieron piña, y es un escenario extrapolable a parte del Campo de Montiel y a otra parte del Valle de Alcudia. El follón estuvo en el Campo de Calatrava y en La Mancha, en el triángulo constituido entre Ciudad Real, Alcázar y Valdepeñas, con la excepción de Tomelloso. Es curioso que a pesar de ser un gran población manchego, con 26.000 habitantes, como Valdepeñas, no tuviera los mismos efectos. La clave estuvo en el tipo de liderazgo que se impuso, con unos dirigentes socialistas y republicanos que fueron capaces de frenar las matanzas. Es un factor contingente. La brutal violencia se concentró en las zonas donde están las grandes agrovillas manchegas, mejor comunicadas y donde había más sociedad civil organizada. Había un socialismo fuerte pero también había una derecha fuerte. El escenario creado tuvo una dialéctica infernal, que es que o me matan o mato, alimentado por los miles de refugiados que vinieron huyendo despavoridos de Andalucía y Extremadura contando las barbaridades que estaban haciendo los sublevados con su política de tierra quemada.

P.- ¿Cuáles serían las cifras globales de esta represión y violencia en la provincia?

R.- He documentado unos 2.300 muertos. En torno a 2.292 fueron los vecinos caídos en Ciudad Real, y otros mueren en Madrid porque como hubo redes organizadas fueron a buscarlos a allí. También hay otros 150 asesinados de otras provincias. A esta cifra hay que sumar la estadística, de la que también bebo, del impresionante trabajo del equipo de Julián López García, catedrático en Antropología Social y Cultural de la UNED, con ‘Mapas de la memoria’. Así, sabemos que hubo 3.900 muertos en la postguerra represaliados por el Franquismo. En total, entre los dos bandos fueron más de 6.000 muertos, una barbaridad. Por eso hay que contarlo en toda su complejidad porque es fue una tragedia colectiva.

P.- ¿Hubo alguna mujer entre las víctimas?

R.- En Ciudad Real hubo pocas. Hay 24 porque al principio me salían 28 pero había cuatro varones con nombre de mujer.

P.- El libro ha tenido mucho impacto mediático, ¿y cómo lo han valorado sus colegas?

R.- En general, la reacción ha sido buena y los colegas la están recibiendo bien. Santos Juliá y Paul Preston me han felicitado.

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