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06 octubre 2024
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Divulgación científica

Los anfibios de la laguna de la Raña

Se pueden localizar hasta nueve especies distintas de anfibios en este humedal de Horcajo

Amplexo de sapos corredores en la laguna la Raña de Horcajo /  Jorge García Díaz
Amplexo de sapos corredores en la laguna la Raña de Horcajo / Jorge García Díaz
*Pedro Luis Hernández / HORCAJO DE LOS MONTES
Este artículo se centra en ciertos caracteres de las especies presentes en la laguna de la Raña de Horcajo, con especial énfasis en un aspecto peculiar de la biología: el ciclo reproductor

Aquellos que sientan cierta curiosidad hacia el medio natural que nos rodea, si durante una noche primaveral se dieran un paseo alrededor de la laguna de la Raña de Horcajo de los Montes equipados con una linterna, serían capaces de localizar hasta nueve especies de anfibios diferentes. Entre los urodelos presentes están, nada más y nada menos que, el gallipato (Pleurodeles waltl), que con sus 30 centímetros de longitud total constituye la mayor de las especies de la península ibérica, y el tritón pigmeo (Triturus pygmaeus), con una coloración verdinegra que le permite camuflarse a la perfección entre la vegetación acuática.

Las otras siete especies son anuros como la omnipresente rana común (Pelophylax perezi); un maestro del camuflaje que pocas veces veríamos si no lo delatara su canto como el sapillo moteado común (Pelodytes punctatus), el sapo de espuelas (Pelobates cultripes) con una capacidad excavadora notable, el sapo corredor (Epidalea calamita) todo un maestro en aprovechar la mínima oportunidad para reproducirse, el mayor de los anuros ibéricos el sapo espinoso (Bufo spinosus), la ranita meridional (Hyla meridionalis) o la ranita de San Antonio (Hyla molleri), siendo las “hylas” unas hábiles trepadoras y de nuestros anfibios más fotogénicos.

El ciclo reproductor

Este artículo se centra en ciertos caracteres de las especies presentes en la laguna, con especial énfasis en un aspecto peculiar de la biología de los anfibios como es el ciclo reproductor. Dicho ciclo se inicia al llegar la época de reproducción, que en la zona tiene lugar habitualmente durante las noches lluviosas de febrero o marzo, con su fase inicial consistente en la atracción sexual y el cortejo.

En los anuros, los machos son los primeros en llegar a los medios acuáticos y comienzan a cantar, es decir, emitir sonidos gracias a los sacos vocales que se hinchan y amplifican el sonido producido al vibrar el aire en la laringe. Estos sacos no son más que zonas de piel elástica, que en el caso de las ranas y sapos que se reproducen en la laguna, aparece en forma de saco único situado en la zona de la garganta a excepción de la rana común, que tiene dos, uno junto a cada una de las comisuras de la boca.

El cortejo sexual es muy sencillo, una vez que una hembra ha sido atraída cerca de un macho gracias a su canto, éste la atrapa agarrándose a ella en un abrazo que se conoce como amplexo. Este amplexo puede ser de dos tipos: inguinal, en el que el macho sujeta a la hembra por las ingles como sucede en el sapo de espuelas y el sapillo moteado común, o de tipo axilar, como sucede con el resto de anuros de la laguna de Horcajo, produciéndose en este caso por las axilas. Dado que la piel está húmeda y resbaladiza, los machos suelen tener unas rugosidades adherentes en las extremidades delanteras conocidas como callosidades o almohadillas nupciales que le ayudan a sujetarse con mayor firmeza. Este carácter es uno de los que determinan el dimorfismo sexual, es decir, aquellas diferencias morfológicas entre machos y hembras. Otras diferencias son el tamaño corporal superior en las hembras por regla general, la zona cloacal más abultada en machos de urodelos y la posesión de crestas caudales y dorsales en machos de tritones.

Foto que refleja el momento exacto en el que un macho fecunda el cordón de huevos que va depositando sobre el fondo de la laguna una hembra de sapo corredor / Jorge García Díaz
Foto que refleja el momento exacto en el que un macho fecunda el cordón de huevos que va depositando sobre el fondo de la laguna una hembra de sapo corredor / Jorge García Díaz

Una vez abrazados, la hembra comienza a realizar la puesta, expulsando los huevos en el agua, mientras que el macho deposita esperma sobre ellos a medida que van saliendo, produciéndose de este modo una fecundación externa. Estos huevos pueden ser depositados en forma de cordones alargados como los del sapo espinoso o en masas como los de la ranita de San Antonio.

Sapillo moteado común en la laguna la Raña / Gerardo García Martín
Sapillo moteado común en la laguna la Raña / Gerardo García Martín

Como excepción, en el sapo partero ibérico, presente en otros medios acuáticos de Horcajo, principalmente remansos de arroyos permanentes, la puesta sucede en tierra firme siendo el macho el que tras fecundar el cordón de huevos se los enrolla en sus patas traseras y los mantiene unas tres semanas en galerías, madrigueras o bajo piedras hasta que acude al agua a depositarlos.

En ciertas ocasiones varios machos pueden tratar de realizar el amplexo con una hembra llegando a veces a ahogarla si esta no puede salir a respirar. También es frecuente que un macho abrace a otro, momento en el que el macho abrazado emite una serie de llamadas o vocalizaciones de suelta para alertar de su equivocación al compañero que se ha dejado llevar por la pasión. Otras veces se observan amplexos entre especies diferentes como sapo corredor y espinoso, sapillo moteado y corredor e incluso, rana común y gallipato. De hecho, en el fragor reproductivo pueden abrazarse a cualquier objeto en movimiento como puede ser el dedo de un humano.

Larva de gallipato en una imagen del muestreo en la laguna la Raña / Pedro L. Hernández
Larva de gallipato en una imagen del muestreo en la laguna la Raña / Pedro L. Hernández

¿Cómo sucede este proceso en urodelos?

Tanto machos como hembras se encuentran en las masas de agua donde se reproducen. En el caso de los tritones, los machos se acercan a las hembras y comienzan a liberar hormonas en el agua que dirigen hacia las hembras gracias a movimientos ondulatorios de la cola, luego el macho deposita en el fondo una cápsula que contiene el esperma en su interior llamada espermatóforo que la hembra recoge con su cloaca. Dentro, la cubierta del espermatóforo se disuelve y los huevos son fecundados, es decir, en este caso la fecundación es interna.

En el caso del gallipato, el macho se coloca bajo la hembra y sujeta las patas delanteras de ella, permanecen así durante horas hasta que finalmente giran el cuerpo y ponen las cloacas en contacto, pasando el macho el espermatóforo a la hembra.

Las puestas en urodelos se realizan depositando los huevos de uno en uno y generalmente adheridos a la vegetación acuática, llegando las hembras a envolver cada huevo en algas u hojas sumergidas de plantas acuáticas. Otras especies como el gallipato pueden depositar la puesta directamente en el sustrato de modo que los huevos están más expuestos a depredación pero en contrapartida les permite usar como medio reproductivo masas de agua carentes de vegetación acuática.

Sin embargo, en la salamandra común que también podemos encontrar en el término municipal, este proceso es particular dado que las hembras son ovovivíparas al parir directamente larvas en las cabeceras de arroyos o manantiales donde se reproduce. Incluso existen algunas poblaciones vivíparas de esta especie en el norte de la Península Ibérica, cuyas larvas se desarrollan en el interior de la madre, llegando a practicar canibalismo intrauterino al devorar otras larvas o huevos, y liberándose finalmente durante el parto como ejemplares completamente metamorfoseados. Dicha capacidad nos revela una capacidad adaptativa muy interesante dado que, pese a que estas poblaciones siguen requiriendo una elevada humedad ambiental en los hábitats que ocupan, se han visto liberadas de la necesidad de acudir a los medios acuáticos a reproducirse.

Puesta de huevos

En cuanto al número de huevos, este es muy variable dependiendo de la especie tratada siendo menos numerosos en el caso de los urodelos, como sucede con el tritón pigmeo que pone de 100 a 400, mientras que en anuros el número es superior, disparándose esta cifra hasta los 14.000 huevos en el caso del sapo espinoso. Un caso curioso lo constituyen las hembras de sapo partero ibérico dado que realizan hasta 3 puestas anuales de un máximo de 80 huevos, constituyendo una estrategia muy distinta a la del resto de anuros de Horcajo. En este caso los parteros han optado por reducir el número de descendientes a cambio de incrementar la tasa de supervivencia de cada larva gracias a los cuidados parentales durante las primeras semanas de vida.

Renacuajo de ranita de San Antonio / Pedro L. Hernández
Renacuajo de ranita de San Antonio / Pedro L. Hernández

La fase larvaria

Aspecto diferenciador de los anfibios frente al resto de vertebrados; en anuros una vez depositada la puesta, los huevos eclosionan liberándose las larvas o renacuajos con cola y sin extremidades. Dichas larvas se alimentan de algas, bacterias y presas microscópicas filtrando la corriente de agua que entra por la boca y sale por las aberturas branquiales a través de un tubo exterior llamado espiráculo. A medida que la larva va alimentándose y creciendo, se produce un fenómeno o cambio en la morfología de su cuerpo conocido como metamorfosis, mediante el cual se produce la transformación de la larva en adulto. Desde la fase larvaria inicial se pasa a la siguiente etapa en la cual el renacuajo ha desarrollado las patas traseras y posteriormente, a una etapa final en la cual posee las cuatro extremidades. En este momento la cola comienza a ser reabsorbida y las branquias comienzan a desaparecer, formándose los pulmones (continúa en página siguiente)>>

En el caso de los urodelos, la metamorfosis es más sencilla puesto que al eclosionar del huevo las larvas son muy similares a los adultos, diferenciándose de las de anuros en que las primeras presentan branquias externas. Simplemente las larvas, que se alimentan de invertebrados acuáticos e incluso larvas de anfibios, van creciendo hasta que llega un momento en el cual las branquias se reabsorben y se desarrollan los pulmones.

La duración de todo el proceso de desarrollo larvario es muy variable dependiendo de la especie que tratemos, de la temperatura y disponibilidad del agua, y de la abundancia de alimento. Aguas más cálidas y un descenso del nivel de las mismas tienen como consecuencia una aceleración de la metamorfosis, siendo el sapo corredor el campeón en velocidad, pudiendo sus larvas llegar a convertirse en diminutas copias de los adultos de menos de 1 cm en aproximadamente un mes. De hecho, esta especie es la única capaz de reproducirse en charcos temporales como los que pueden aparecer en medio de un camino, con ciertas ventajas como la de carecer de competencia en forma de larvas de otras especies de anfibios o encontrar un menor número de posibles depredadores, pero corriendo también grandes riesgos como la desecación de los charcos antes de lo esperado, produciéndose en este caso mortandades masivas de renacuajos.

Un ejemplo de la influencia de la temperatura en la velocidad de desarrollo larvario lo tenemos en el sapo partero común, donde se da la situación de que en poblaciones a baja altitud el desarrollo larvario dura un mínimo de 3 meses pero en aquellas situadas en montaña, y por tanto con el agua más fría, puede prolongarse incluso 3 años.

Como curiosidad, en el caso de los sapos de espuelas los renacuajos tardan entre 3 y 4 meses en metamorfosear pero si el nivel del agua desciende bruscamente pueden comenzar a practicar el canibalismo, depredando las larvas de mayor tamaño sobre las más pequeñas lo que permite el acortamiento del desarrollo larvario.

Problemática de los anfibios

No obstante, no podemos omitir una realidad muy preocupante acerca de este grupo animal y es que, según un informe del año 2023 realizado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) tras haber realizado una Evaluación Global de los Anfibios (EGA) en todo el mundo, el 41% de las especies se encuentran seriamente amenazadas, es decir son consideradas vulnerables, están en peligro o en peligro crítico de extinción.

La destrucción de hábitats y contaminación de los medios acuáticos asociada en gran medida a la agricultura, las enfermedades emergentes como los hongos quitridios (Bratrachochytrium drendrobatidis y más recientemente B. salamadrivorans) o los ranavirus y la introducción de especies exóticas invasoras constituyen las principales amenazas para este grupo animal, pero la EGA destaca el cambio climático como el principal peligro para el futuro.

Es una circunstancia que está sucediendo ahora mismo y que ocurre en los lugares donde vivimos, no es necesario desplazarnos a la periferia de las grandes urbes para contemplar la destrucción de hábitats y la desaparición de poblaciones de anfibios, de hecho, durante una visita nocturna a la laguna realizada el 2 de mayo de 2024 detectamos un número elevado de cadáveres de larvas y adultos de gallipato que pensamos pudo haber sido causada por un vertido involuntario de productos fitosanitarios a la misma. De ahí la importancia de valorar y conservar enclaves como la laguna de la Raña, porque son fundamentales para permitir que futuras generaciones puedan disfrutar y conocer en primera persona algunas especies que no están tolerando los cambios que estamos introduciendo en el medio natural. Evitemos que en un futuro lejano, durante un paseo con nuestros nietos el relato se inicie con un “aquí había una laguna y en cada rincón había vida”.

*Pedro Luis Hernández Sastre es miembro de la Asociación Herpetológica Española (AHE) y coautor de libros como ‘Anfibios y reptiles de Toledo’, trabaja para la AHE llevando a cabo proyectos de distribución, conservación y seguimiento de herpetos a nivel nacional.

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