Hemos llegado al culmen de la Semana Santa. ¡Qué lástima que la pandemia que estamos sufriendo, y gracias a Dios superando, impida que nuestros templos vacíos y cerrados en su inmensa mayoría, puedan lucir sus mejores “galas” para celebrar el aniversario del triunfo de Cristo sobre la muerte! Concluye hoy, y de la mejor forma, el drama de la pasión, del dolor…, que se funden con el gozo que conlleva el acontecimiento más importante de la historia: la redención, la liberación del pecado de la humanidad por el Hijo de Dios. Qué bien lo resume San Pablo: “Aquel que ha resucitado a Jesucristo devolverá asimismo a la vida a nuestros cuerpos mortales”.
¿Cómo no alegrarse por la victoria de Aquel que tan injustamente fue condenado a la pasión más terrible, a la muerte en la cruz, que fue flagelado, abofeteado, ensuciado con salibazos…, con tan inhumana crueldad? Pascua, no lo podemos poner en duda, es sinónimo de triunfo, de dignidad absoluta del hombre, de esperanza universal…, en torno al resucitado se unen y asocian los sufrimientos, las desilusiones, las humillaciones, las cruces, la dignidad violada, la vida humana no respetada… La Resurrección nos descubre nuestra vocación y nuestra misión cristiana: acercarla a todos los hombres.
“Si habéis resucitado con Cristo vuestra vida, nos recuerda también el Apóstol Pablo, entonces os manifestaréis gloriosos con Él”. ¿Creo en la Resurrección?; ¿La proclamo?; ¿Creo en mi vocación y misión cristiana?; ¿La vivo?; ¿Creo en la resurrección futura?; ¿Me alienta en esta vida?…, ¿Has dicho sí?, ¡Feliz Domingo de Resurrección! ¿Estás en el camino? Para ti, también, ¡Feliz Domingo de Resurrección! ¿Has dicho no? Los que hemos respondido afirmativamente tenemos la obligación de dar testimonio para que algún día veas a través nuestro que Él, Cristo, es el Camino, la Verdad y la Vida. Para todos, ¡Feliz Domingo de Resurrección y feliz Tiempo Pascual, que ahora comienza!