J.Y.
Moral de Calatrava
Una tierra rica en nutrientes es la mejor garantía para un óptimo crecimiento de cualquier planta o cultivo. La calidad del sustrato condicionará la producción, en el caso de vegetales hortícolas y agrícolas, la vida de las especies arbóreas en la reforestación, o la salud de la flora ornamental en espacios públicos y privados. Y en este escenario tiene un gran protagonismo “el trabajo” de un diminuto animal de suelo, la lombriz roja californiana, cuya acción digestiva (insospechada para cualquier profano en la materia) permite la transformación de los residuos animales o vegetales que come en humus de lombriz, “uno de los mejores fertilizantes orgánicos”.
Así lo dice el moraleño José Agustín Molero, presidente de la Asociación Española de Lombricultura (ASESLOM), quien, a pie de lombricario en Moral de Calatrava, explica el proceso natural, en el que también colaboran los microorganismos (hongos o bacterias) del medio natural, y que finaliza con la excreción del gusano en los lechos de compost donde anidan, con una humedad de más del 70 por ciento y una gran capacidad de absorción de los nutrientes.
Molero hace gala de la constitución de la organización a finales de 2014 (con una veintena de productores de este sustrato, y el 70 por ciento de la producción nacional -18 millones de kilos- y de sus incipientes proyectos, entre los que destaca la solicitud de una figura de calidad que certifique el producto como garantía segura de la mejora de las propiedades físicas del suelo.
“La asociación nació por la necesidad de defender, informar y asesorar a los lombricultores de los cambios en la regulación como producto ecológico, para establecer unos criterios de producción y para luchar contra el fraude en la elaboración de este tipo de compuestos”, expone el máximo portavoz de los criadores de lombrices, que es uno de los dos socios fundadores de la empresa Mancha Verde.
“Estábamos preocupados porque no había normativa definitiva y los métodos de producción variaban”, sostiene, y avanza que una vez se forme el nuevo Gobierno volverán a dirigirse a los responsables del Ministerio de Agricultura para reivindicar la categorización tanto del propio humus de lombriz como del denominado vermicompost líquido, un subproducto distinto al primero, basado en el lixiviado procedente del exudado del agua que reciben de manera continuada los lombricarios “y que debería estar regulados para que no haya equivocaciones”.
Y es precisamente en la elaboración de este producto líquido, sostiene Molero, donde algunos lombricultores “hacen mala praxis”, pues en vez de reutilizar la correntía que escurre de los lomos para posteriores regadíos de éstos y de los residuos orgánicos, “lo filtran directamente y lo venden como humus de lombriz líquido”.
Por ello, el presidente de Aseslom, cuya empresa familiar produce y comercializa dos millones de kilos de humus de lombriz al año, entre otros compuestos y sustratos, lamenta el retraso en la formación de gobierno, pues hará que se aplacen las conversaciones que habían iniciado en 2015 para cumplir sus estatutos y para actualizar los preceptos que regulan esta actividad.
“Queremos unificar los criterios de producción en todas las comunidades a la hora de instalar las granjas, como la implantación de zonas geográficas por humedad, la impermeabilización de los suelos, el tratamiento del estiércol para obtener un producto ya estabilizado como el compost, o la fijación del tipo de lotes para la comercialización y el número de analíticas”.
Molero señala que de la veintena de socios de toda España, de Castilla-La Mancha hay cuatro, dos de Ciudad Real, uno de Toledo y otro de Albacete.
Referente europeo
Con todo, Aseslom, según apunta su presidente, es ya “un referente” en Europa, ya que, señala que los lombricultores de países como Italia, Francia, Alemania, Holanda o Inglaterra “están muy atentos a nuestros pasos y a la información que damos en la página web”, asegura. Al parecer, “se han puesto en contacto con nosotros empresas francesas e italianas para constituir asociaciones en sus respectivos territorios porque no hay, la nuestra es la primera de España”.
Molero destaca la labor silenciosa de las lombrices rojas en el suelo (mientras se mueve abre la boca y engulle el alimento que se encuentra a su paso) y la importancia que tienen sus deyecciones en las aplicaciones agrícolas más diversas, al tratarse de “una biotecnología sostenible” que produce un abono 100 por cien natural y ecológico.
“Mejora las características estructurales del suelo, aumenta la porosidad, la retención de agua y la resistencia de los cultivos a los patógenos”, defiende, a la vez que sostiene que “da vigor a las plantas en su desarrollo”.
Otra razón por la que hay que “ser serios y cumplir con los parámetros de calidad” es la rentabilidad como actividad económica (entre dieciocho y veinte centímetros el kilo), bondades que difundirán a lo largo de 2016 con la presencia de los criadores de lombrices asociados en eventos y exposiciones como la Feria Internacional de Frutas y Hortalizas, Fruit Attraction, en Madrid el próximo mes de octubre.