El director de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de Ciudad Real, Jesús Antonio López Perales, ha insistido este martes en la necesidad de controlar el agua y las instalaciones de riego que utilizan los productores castellano-manchegos en sus explotaciones agrícolas.
Se trataría de anotar el gasto exhaustivo de este recurso en un cuaderno de agua y de revisar de forma periódica los sistemas de riego, como “factor de calidad” a la hora de defender un gasto eficiente y “correcto” en la práctica agrícola” y para “dar más razones a que el agua no se la lleven, y se quede aquí”.
Según ha señalado López Perales en declaraciones a lanzadigital.com, es una idea que él mismo proyectó a mediados de los 90, coincidiendo con una de las sequías más severas sufridas en la región, y que en la actualidad, a tenor de los periodos con falta de agua cada vez más presentes, se podría implementar contando con los conocimientos de los ingenieros agrónomos, “que somos los únicos que sabemos regar”.
El consumo de agua en agricultura, ha recordado, representa el 85% del total del consumo autonómico, un gasto que, a su juicio, es preciso racionalizar desde la perspectiva agronómica, porque es un bien “de todos” y porque la política de trasvases (sobre todo el de la cabecera del Tajo al Segura), que no ha cesado desde hace décadas, “nos ha ido quitando riqueza permanentemente y se ha ido a otros sitios”.
El libro de gestión registraría, al igual que los cuadernos de explotación o de campo verifican los tratamientos fitosanitarios en cualquier finca, “todos los usos y la cantidad de agua que se emplea” . En su opinión, debería ser un requerimiento de la administración al sector a la hora de gestionar las explotaciones y, por tanto, precisaría, de voluntad política. Por contra y a pesar de ser un instrumento “potencialmente bueno”, “nunca me han hecho caso”.
El docente ha recordado que la propuesta no prosperó en el año 1996, cuando junto a José María Tarjuelo, director del Centro Regional de Estudios del Agua (CREA), un referente mundial en gestión de agua, intentó ponerlo en marcha, al igual “no tuvo trascendencia” cuando lo planteó posteriormente en el Colegio de Ingenieros Agrónomos, o cuando hace mes y medio lo dio esbozó a los medios en una visita a la escuela del propio consejero de Agricultura, Desarrollo Rural y Medio Ambiente, Francisco Martínez Arroyo.
Con el cuaderno de agua “pondríamos de manifiesto que cuidamos el agua, la controlamos, lo certificamos, y exigimos que no se vaya a otros lugares”.
Una cuestión ingenieril
Igualmente, el director de la ETSIA, centro que este año celebra el cincuentenario de su puesta en marcha, ha subrayado la importancia de tener las instalaciones de riego siempre a punto, a través de revisiones de las tuberías o los emisores, a tenor de los deterioros que sufren por los efectos de las temperaturas extremas de la zona, y que llevan a las malas prácticas y a que las uniformidades de riego “pierdan capacidad”.
El coste de dichos registros “sería pequeño” para el agricultor, o en su caso la Administración regional “podría asumirlo”, teniendo en cuenta el alto porcentaje de recurso utilizado para la agricultura en Castilla-La Mancha y la necesidad de que “el gasto sea el correcto” y “no se malgaste”.
En toda esta planificación, López Perales ha reivindicado la figura de los ingenieros agrónomos y agrícolas a la hora de planear riegos en los cultivos, porque “sólo nosotros conocemos el desarrollo de la planta y sus necesidades”, en combinación con el suelo y el clima. El riego “no es echar agua”, sino “un arte” que asocia los conocimientos sobre hidráulica con la evolución vegetativa de la planta. La producción de los alimentos es, en su opinión, “una cuestión ingenieril”.
También ha reflexionado sobre la obligación de que el agua esté protegida convenientemente “con la filosofía” de los tiempos de la Edad del Bronce, cuando se montaban infraestructuras como la recuperada Motilla del Azuer en Daimiel. Estas estructuras servían para resguardar y depositar el agua de una población, y por extensión como garantía de supervivencia de los pueblos de la época, para el cultivo de alimentos y para el suministro a los animales.