Cuatro de los cinco miembros de La Manada, condenados a quince años de prisión por agresión sexual, se enfrentan de nuevo a la Justicia desde el pasado lunes acusados de abusos sexuales a una joven de Pozoblanco. Unas horas antes, la dramaturgia creada por Jordi Casanovas a partir de las transcripciones de las declaraciones realizadas por los acusados y la denunciante en el juicio por la violación cometida en las fiestas de San Fermín provocó un silencio sepulcral en el Teatro Auditorio Francisco Nieva. ‘Jauría’ incomoda, indigna, estrangula el estómago. Es dolorosa y también muy necesaria.
España registró en el primer trimestre del año 377 delitos de agresión sexual con penetración. Es un dato que la mayoría de las personas recogen y guardan en el último rincón de la mente. Lo que quedan son las experiencias, los testimonios que remueven los valores que infunde el sistema patriarcal, las imágenes que te llevan a aquel portal donde José Ángel Prensa, Alfonso Jesús Cabezuelo, Jesús Escudero, Ángel Boza y Antonio Manuel Guerrero provocaron el horror en una joven que había acudido a Pamplona a divertirse.
Cuando la agresión sexual llega a ser un divertimento
Suenan las palmas. Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo…. siete de julio es San Fermín. Dirigida por Miguel Arco para Teatro Kamikaze, esta ficción documental recrea la violación y el juicio posterior. El caso de la Manada es el núcleo, aunque la obra realiza una crítica voraz a esta sociedad donde la agresión sexual llega a ser un divertimento para los jóvenes, una sociedad que condena y cuestiona a la víctima. ¿Cómo acabó esta chica sola con un grupo de cinco chicos? ¿Qué la llevó a meterse al portal? ¿Por qué no habló inmediatamente de la agresión sexual a la policía?
Y allí la dejaron sola en el portal, semidesnuda y sin móvil en una ciudad extraña. ¿Quién iba a pensar que podía pasar eso esa noche cuando la acompañaban hasta su coche? Muy mal tiene que estar la sociedad si unos violadores intercambian risas y “gracietas” al hablar sin tapujos de una agresión sexual en un grupo de WhatsApp –La Manada-. La obra remueve el concepto de masculinidad y la relación de los hombres con el sexo. Primero fue la violación, luego llegó el trance del juicio y aún más miedo, pues los agresores grabaron varios videos. “Tengo 20 años y me queda mucho”.
Las voces de las feministas llegan a la escena
El ruido de las voces de las miles y millones de mujeres que salieron a la calle para condenar la violencia machista atravesó el escenario, mientras que los cinco actores, convertidos por momentos en jueces, reflejaban las preguntas y los cuestionamientos de los magistrados, todos hombres y en demasiadas ocasiones dispuestos a justificar el papel de los agresores. «No es un abuso, es una violación», gritaban las mujeres ante la Audiencia Provincial y el Tribunal Superior de Navarra, que sentenciaron que era un caso de abuso sexual. Por suerte, el Tribunal Supremo determinó la violación al revisar este caso de gran interés mediático, que generó gran polémica en las redes sociales, y que ha marcado “un antes y un después”.
La capacidad de María Hervás para reflejar dramas sociales es espectacular. La provincia ya la había visto en ‘Iphigenia’, donde encarnó a una choni vallecana, de ojos subrayados, mallas y pendientes de aro, que representó el latido de la gente sin recursos. No tenía fácil superarlo, pero bordó el papel de la víctima de La Manada en un escenario con seis sillas, una pared y un cubículo que recordaba al lugar donde tuvo lugar la violación. Tampoco fue un camino de rosas para Fran Cantos, Pablo Béjar, Álex García, María Hervás, Ignacio Mateos, Javier Mora, Raúl Prieto y Martiño Rivas representar a los agresores. El abrazo final de los seis actores después de hora y media de función lo dijo todo: sobrecogidos en cada función para remover conciencias.