El día se levantó con niebla, pero a medida que avanzaba la mañana se fue despejando y el sol se volvió radiante. Me fui a conocer uno esos pueblos olvidados que apenas si vienen en los mapas.
En la N420, pasado Brazatortas una vez que se asciende al puerto de Pulido aparece el Real Valle de Alcudia, siempre tan sorprendente, siempre tan solitario donde hasta las águilas se posan sobre de las señales de tráfico y a fe que así vi a dos. Las últimas lluvias han propiciado el nacimiento de hierba en algunas zonas que recuerdan el aspecto majestuoso que presenta en la primavera. En dirección a Alamillo se alcanza la aldea de la Bienvenida, epicentro del valle, con su Iglesia de Ntra. Sra. de la Bienvenida, desde antaño la referencia espiritual de los pastores y sus gentes. Sus ventas antiguas y el rico yacimiento de la ciudad romana de Sisapo están declarados Bien de Interés Cultural (BIC). Ahora, lamentablemente, la iglesia está cerrada porque amenaza ruina. Le han colocado unas vallas de protección que provoca una triste sensación de abandono. Su alcaldesa pedánea María Tomasa me comentaba, preocupada, cómo están muy pendientes de los correspondientes permisos de la Delegación de Cultura para acometer con urgencia las obras de restauración antes de que el deterioro sea mayor.
Continuando mi viaje por el valle llegue a Alamillo. Justo a su entrada aparece la indicación de la aldea de San Benito, destino de mi excursión. Es un carreterín estrecho por el que apenas si caben dos vehículos que se cruzan, de firme bastante mejorable y con curvas muy cerradas que van bordeando la sierra. Conviene ir despacio porque tampoco se puede correr, abrir los pulmones, respirar el aire puro y embriagarse con la exuberancia de un paisaje que paga con creces todos los inconvenientes.
Al cabo de 19 kilómetros aparece de repente, al doblar una curva, la aldea de San Benito, en la ladera de un monte cuajado de olivos. No se la ve venir de lejos. Aparece de pronto de forma sorprendente anunciado que cuando entremos, vamos a vivir una permanente y continua sorpresa. Es un pueblo blanco, donde en sus huertos florecen los naranjos, las chumberas y los laureles y sus casas se arremolinan en torno a la iglesia que se destaca por su espadaña. Todo el conjunto luce la impronta genuina de la cercana Andalucía. Al verlo por primera vez desde la carretera, me recordó los versos de Antonio Machado cuando decía: “Campo, campo, campo. Entre los olivos, los cortijos blancos”.
Las casas de arquitectura tradicional, sin apenas estridencias, son de una o dos plantas. Presentan dinteles de granito en sus puertas. En muchas, el dintel se sustituye por arcos rebajadas y en su interior los techos son bóvedas de aristas, magníficamente realizadas que se suceden por arcos de medio punto que le confieren un aspecto señorial. Hoy en día, los vecinos que ven la necesidad de repararlas o hacerla nuevas no encuentran albañiles cualificados capaces de realizarlas.
San Benito es una población antigua que ya se menciona en el Libro de la Montería de Alfonso XI: «…las veredas que van a Sanct Benito…» anterior a 1350. De ineludible procedencia calatrava por su mismo nombre. San Benito de Nursia y San Bernardo de Claraval son los santos titulares de La militar Orden de Calatrava que poseía un Priorato en el cercano puerto de Los Mochuelos y en Almodóvar, residía el comendador y alférez mayor.
La aldea está muy limpia y cuidada. Es muy rica en agua que abastecen sus manantiales a los que acuden vecinos de poblaciones cercanas para el consumo propio. Un arroyo profuso de vegetación separa los barrios de Chinchilla y de Triana que junto con el de Corea en la parte superior configuran el núcleo urbano en el que apenas si viven doscientos noventa y cinco vecinos dedicados principalmente a la ganadería y es aldea pedánea del municipio de Almodóvar del Campo.
Las casas de arquitectura tradicional, sin apenas estridencias, son de una o dos plantas. Presentan dinteles de granito en sus puertas. En muchas, el dintel se sustituye por arcos rebajadas y en su interior los techos son bóvedas de aristas, magníficamente realizadas que se suceden por arcos de medio punto que le confieren un aspecto señorial. Hoy en día, los vecinos que ven la necesidad de repararlas o hacerla nuevas no encuentran albañiles cualificados capaces de realizarlas.
San Benito es una aldea que invita a pasear por sus calles sin perder detalle de su arquitectura popular, de construcciones en piedra sin argamasa muchas veces encalada donde predominan los arcos. Aún conserva muchas puertas antiguas, hechas en madera y tachonadas de clavos con postigos que a modo de ventaneras se abren independientemente de los portones. En sus calles rebosa el sol y la alegría y abundan macetas con flores y plantas que las vecinas te muestran orgullosas.
La iglesia, parroquial está dedicada a San Benito y fue edificada en 1721. El próximo año cumplirá 300 años de su bendición. Es una construcción sencilla, pero de exquisitas proporciones y levantada a expensas de los vecinos. Dos sencillas puertas con arcos, una en la mitad de la nave y la principal situada a los pies, dan acceso a su interior. Presenta planta de cruz latina, de una sola nave con bóveda de cañón (media circunferencia) reforzada con arcos fajones que van fajando, sosteniendo la bóveda. En su crucero se levanta la cúpula media naranja sustentada por cuatro arcos. Su altar mayor lo preside un crucificado flanqueado por la Virgen del Carmen (patrona de Almodóvar) y San Benito patrón de la localidad. En un extremo de la nave que cruza la nave principal, se levanta el altar de la Patrona de la localidad, la Virgen del Rosario una virgen sonriente de cara aniñada y de talla reciente. En el otro la Virgen de los Dolores y a sus pies un interesante Cristo Yacente, ambas tallas de tamaño académico (menor que natural). La nave central la preside un cristo en la cruz tallado también en madera. Como curiosidades conviene destacar una vieja campana que sufrió un disparo y sirve de base del cirio pascual y la antigua pila bautismal de granito que ya ha perdido en buena parte los relieves de la leyenda que la circunda. A la izquierda una añeja puerta barroca de madera da paso a la capilla del Santísimo, un añadido a la nave de espacio reducido con bóveda de arista que propicia el recogimiento.
De nueva creación es la ermita de Ntra. Sra. del Rosario, a escasos 2 Km de la localidad, construcción de una sola nave con amplio porche, espadaña y cúpula realizada con cristales que congrega todos los años la romería que en mayo celebran los lugareños a su patrona. En su interior, destaca una piedra sin tallar que hace las veces de peana de la Virgen cuando esta se encuentra en su ermita de mayo a octubre, a la que la naturaleza a esculpido caprichosamente la figura de una Virgen con su Niño en los brazos.
Entre sus tradiciones destaca la Cofradía de Ánimas que hace la ceremonia del Juramento en los días de carnaval y los clásicos encierros en las fiestas principales del pueblo que entorno a San Pantaleón se celebran a finales de Julio.
En San Benito, aunque poco poblado, es muy difícil no encontrarse con nadie, gente que te saluda y te preguntan, gente sencilla, noble y sincera que siempre trasmiten cercanía. No sé por qué será, pero cuanto más pequeños son los pueblos más grandes es la gente que los habita. A mí me pasó con Gregorio, su alcalde pedáneo, un hombre de trato cordial y afable que se afana en mantener limpio el pueblo y a fe que lo consigue, mientras sueña con dotar de las infraestructuras necesarias para atender a los mayores y a los jóvenes; o con Antonia, la amabilísima señora que con tanto cariño cuida la iglesia siempre pulcrísima y en perfecto estado y la que también me abrió su casa de par en par para que viera los arcos y las bóvedas de arista; o con Rocío, la camarera que al poco abrir su nuevo bar restaurante “An K la Anita” sufrió, como todos, los efectos de la pandemia A poco que los conozcas, uno termina convencido que en San Benito resulta verdaderamente difícil estar triste y solo.
Sorprende aún más, como pese a su cercanía con Córdoba y a su deje andaluz ellos se sienten profundamente manchegos. Antonia me contaba como su abuelo y su tío, mientras vivieron, fueron muchísimos años suscriptores de LANZA, o como cuando hace años, se enteraron que se pretendía inscribir su parroquia en la diócesis de Córdoba, una comisión de vecinas se reunió con el Obispo para expresarle que ellos querían seguir siendo de la diócesis de Ciudad Real y en ella se quedaron.
No sé si será por el enclave y sus paisajes, por su arquitectura, por sus gentes o quizás por todo, cuando emprendes el viaje de regreso, te vas agradecido y haciendo el firme propósito de volver pronto.
El regreso fue por otra ruta, a tan solo dos kilómetros de dejar San Benito, tras cruzar el rio Gualdámez, Andalucía te da la bienvenida. La carretera sigue siendo estrecha, pero de mejor firme y al llegar a Torrecampo te desvías dirección Puertollano.
La tarde ya caía y tras pasar el puerto de los Mochuelos y sin preverlo, me detuve para contemplar los impresionantes atardeceres del el Real Valle Alcudia. Son todo un espectáculo muy recomendable y el mejor colofón de tan fantástico día.
INFORMACIÓN ADICIONAL
Cómo llegar:
A 86 Km de Puertollano por la N420
Elementos a destacar:
– Iglesia de San Benito y la Ermita de Ntra. Sra. del Rosario
– El trazado urbano, la arquitectura popular con sus portadas y sus bóvedas de arista
Alrededores:
El Valle de Alcudia, Alamillo y Torrecampo
Propuesta de excursión:
Visitar la aldea de la Bienvenida en pleno Valle de Alcudia, el santuario con sus ventas y sus yacimientos romanos de la antigua Sisapo para posteriormente dirigirse a San Benito
Hostelería:
– “An K la Anita” cafetería restaurante
– “La Góndola” cafetería y bar de copas. No dispone de alojamientos en la actualidad, aunque pronto dispondrán de una casa rural
*Escultor