Castilla-La Mancha, la mayor comunidad española en cultivo de pistacho, con 30.000 hectáreas de las más de 45.000 existentes en el territorio nacional, cerrará la campaña con cerca de 2.000 toneladas.
La variedad más extendida en Castilla-La Mancha es la Kerman, de floración más tardía, actualmente en los últimos días de cosecha, mientras que la recolección de la Larnaka, también con una presencia alta, de ciclo más temprano y “con menos necesidades”, ya terminó hace días.
La superficie se multiplica temporada tras temporada, 8.000 ha más en el último año (un 36% más sobre las 22.000 ha anteriores), gracias, según José Francisco, investigador del Centro Agrario El Chaparrillo, al aprovechamiento del potencial productivo del cultivo en la región, frente a otros competidores directos como Irán o California.
El crecimiento generalizado del pistachero castellano-manchego, que requiere inviernos fríos y húmedos y veranos secos y calurosos, se debe en gran medida a los efectos del cambio climático.
En concreto, la amortiguación de las temperaturas extremas ha hecho que desde hace ocho años se pueda plantar en territorios hasta esa hecha más hostiles, y que “el prendimiento del injerto en campo, superior al 80%, esté haciendo más rentable el cultivo al agricultor”, pues no se verá obligado a comprar la planta injertada.
Los agricultores lo notan en el bolsillo al hacer una menor inversión en los costes de producción, ya que la planta a injertar vale entre los 9 y 15 euros, y la no injertada entre tres y cuatro euros.
Del total, Ciudad Real está a la cabeza en extensión, con más de 10.000 hectáreas en la provincia, seguida de Toledo, que está por encima de las 8.000 ha, mientras que Albacete cuenta con casi 7.000 ha, Cuenca concentra 4.200 ha y Guadalajara, 281 ha. Cerca de un 80% de las plantaciones se cultivan en secano, y el resto en regadío, aunque cada vez hay más aportaciones de agua a estos leñosos.
El rendimiento medio del pistacho en secano, ha recordado Couceiro, a partir del octavo año -tiene una carencia de siete hasta su entrada en producción- es de entre 800 y 1.000 kilos por hectárea al año, y en regadío está por encima de los 1.500 kg/ha.
Para el investigador, el cénit de producción, en base “a la progresión geométrica” de la extensión del leñoso, tendrá lugar dentro de cuatro años, una oferta que “seguirá estando por debajo de la demanda mundial”.
A su juicio de Couceiro, al ritmo del actual crecimiento del cultivo, quedan 30 años hasta que “el mercado se equilibre”.
Según los datos que maneja, la superficie española de pistacho superará en algo más de una décadala a la actual de California, con cerca de 150.000 hectáreas, y en menos de 20 años “habremos podido con la superficie iraní”.
Todo depende, a juicio del experto, de que “mantengamos un modelo de cultivo adecuado”, frente a prácticas “erróneas” en las que plantan portainjertos de gran vigor. “El nivel de producción no depende del vigor”, sino del “ciclo vegetativo de la planta en función de sus condiciones climáticas”, ha advertido Couceiro.
Precios estables y al alza
Couceiro constata la “calidad y sabor excepcional” del pistacho regional, “con más porcentaje de frutos abiertos”, que tiene reflejo en unos precios estables, y con repuntes en los mercados “cuando un país productor falla”.
En concreto, el pistacho convencional cotiza a cerca de los seis euros el kilo, mientras que el ecológico se sitúa entre los siete y los nueve euros el kilo.
El investigador recuerda que el centro, dependiente del Instituto Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario y Forestal de Castilla-La Mancha (Iriaf), de la Consejería de Agricultura, imparte cada año cinco sesiones de poda en invierno y cinco ediciones del cultivo en general en verano, cuando enseñan a injertar.
En estos cursos “asesoramos a los productores sobre las técnicas de injertado y los modelos óptimos de plantación”, además de “poner freno a la desinformación y a los fraudes”.