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El autor de un libro sobre la Guerra Civil en Ciudad Real: «La falta de cultura hizo que, entre vecinos, los verdugos se convirtieran en víctimas y las víctimas en verdugos»

Libro Julia JJ
Un ejemplar del libro del historiador Juan Carlos Buitrago / J. Jurado
Julia Yébenes / CIUDAD REAL
‘Purgar al vecino. Soberbia, codicia y venganza. La represión en una capital de provincia durante la Guerra Civil y la posguerra. Ciudad Real, 1936-1944’ indaga de manera minuciosa en las represalias que se desplegaron de manera irracional entre moradores que convivían puerta con puerta en la capital, y será presentado este lunes en la Biblioteca General del Estado a las 19 horas

“Créeme que estoy amargado de vivir al ver… cómo la violencia de todos, el egoísmo, la sinrazón y la incultura hacen tan repugnante al hombre. Cada vez estoy más convencido de que lo de España no era una cuestión de régimen sino de escuelas en las que se enseñase a amar a los seres como a uno mismo, escuelas donde pudiera aprenderse el trato social, escuelas, en fin, en las que se enseñase el respeto al otro y a conocerse a sí mismo…”.

Estas conmovedoras y esclarecedoras palabras de Gonzalo Arias-Camisón Capdeville, plasmadas en 1942 desde Argel en una carta a su amigo y compañero José Serrano Romero, ambos dirigentes socialistas ciudarrealeños en los años de la II República y la Guerra Civil, y exiliados tras la victoria franquista, conforman una de las grandes conclusiones del primer libro del historiador Juan Carlos Buitrago Oliver (1963) sobre la delación entre ‘hermanos’ durante y tras el conflicto en la capital.

‘Purgar al vecino. Soberbia, codicia y venganza. La represión en una capital de provincia durante la Guerra Civil y la posguerra. Ciudad Real, 1936-1944’ indaga de manera minuciosa en las represalias que se desplegaron de manera irracional entre moradores que convivían puerta con puerta en una pequeña ciudad de apenas 26.000 habitantes que se mantuvo en retaguardia a lo largo del fratricidio.

No fue ideología o el hecho de ser adversarios políticos, más propios de la mirada de trincheras, sino que “las emociones”, disparadas por una escasa educación, fueron las que conformaron el resorte que desembocó en unas brutales reacciones entre “vecinos que convivían pacíficamente» en un espacio donde «nunca pasaba nada”. En muy poco tiempo, “intercambiaron sus papeles, y las víctimas se convirtieron en verdugos y los verdugos en víctimas”.

Hubo luces en forma de solidaridad, con la que republicanos mantuvieron a salvo a sus allegados de derechas, y dirigentes franquistas que evitaron a sus convecinos izquierdistas una condena a muerte o el castigo destinado al ostracismo social. Pero las zonas oscuras fueron más dominantes y dejaron huellas más perversas y latentes en forma de “deshumanización”, otra de las claves del volumen, Lo triste es que fueron promovidas entre quienes «se saludaban diariamente o se habían tomado un vino el día anterior en una taberna”.

Más de 1.000 represaliados

Las cifras son incontestables, sostiene el historiador en una entrevista, y la realidad es que “la guerra cambió la vida de manera radical de 1.016 personas” en Ciudad Real, a tenor de los expedientes que ha escudriñado, uno a uno, de los represaliados, en los que queda patente que “sufrieron el terror de sentirse de una u otra forma perseguidos”. De ellos, 53 fueron procesados o exiliados, 632 encarcelados, y 331 padecieron “el suplicio moral y físico de una ejecución”.

El origen que desencadenó la barbarie entre españoles a mediados de los años 30 del siglo XX, está, afirma Buitrago, en el golpe de Estado militar, que dividió al Ejército, y “que usó como justificación la falacia de intentar impedir una revolución marxista”. El carácter castrense de la sublevación, frente a las escaramuzas sociales de la época, fue el hecho objetivo que, a juicio del historiador ciudarrealeño, marcó las «humillaciones» entre iguales en un enfrentamiento que «terminó durando muchísimo más de los treinta y dos meses oficiales”.

Soberbia, codicia y venganza

Este comportamiento, fuera de la racionalidad y el conocimiento ilustrado, que vertebró dichas reacciones es clave en el conceptual título del libro de Buitrago -lo que el catedrático de Historia de la UCLM, Francisco Alía, califica de ‘pecados capitales’-, al plantear la purga a través de los estados de “soberbia, codicia y venganza” en tres grandes capítulos.

Es así como como el autor analiza en las páginas de ‘la soberbia’, ese “deseo de ser preferido a otros de sentirse con más derecho que el prójimo”, diferentes enfrentamientos como el protagonizado entre Manuel Noblejas, miembro de la CEDA y director de ‘Pueblo Manchego’, y José Maestro, quien fuera alcalde republicano. “Incluso llegaron a las manos, con pistola incluida”. Fue en los primeros años de la República, cuando también tuvo lugar la huelga revolucionaria de octubre de 1934 o la planificación de la sublevación franquista de 1936.

En el apartado de ‘la codicia’ “hay muchos ejemplos”, como el que narra sobre Juan Antonio Solís, propietario de una empresa de transporte de personas y mercancías, y un gran patrimonio, y Calixto Pintor, un responsable de UGT. Ambos vivieron sus particulares infiernos en la manifestación del “deseo de impedir que el enemigo ideológico sobreviva dignamente”, por encima “del afán por conseguir riqueza, fama o estatus”.

Y en el tema de ‘venganza’, Buitrago plasma el caso de la familia derechista Prado González, cuyo padre había sido alcalde durante la Dictadura de Primo de Rivera, y uno de sus hijos fue fusilado. “Pasaron mucho sufrimiento personal y social en la guerra”, pero “cuando llegó la victoria se invirtió el escenario, y sus denuncias provocaron que al menos nueve personas fueran abatidas”. “La venganza, tanto la ‘roja’ como la ‘azul’, evoluciona desde la falta de aprecio por el otro hasta el deseo de satisfacer los daños recibidos”, explica el historiador.

Estas tres acciones responden a “los sentimientos que modulan nuestras conductas”, sobre todo “si tienes el poder la impunidad” y las herramientas para violentar a los supuestos enemigos, tal y como ocurrió en Ciudad Real entre mediados de agosto y diciembre de 1936, cuando la represión contra familias de ‘derechas’ fue “planificada meticulosamente” por parte “del Comité Local de Defensa de la República”.

El abuelo fusilado

Años después, las tornas cambiaron, y los acosos alcanzaron en carne propia a cargos de izquierdas, como el de su propio abuelo (Isidro Buitrago Rincón), activista sindical y dirigente de UGT «muy respetado», que fue fusilado en 1941, con 31 años. Su hijo, progenitor del historiador -Isidro Buitrago Contreras- tenía 4 años, y por ello, el libro es un homenaje a ambos, en especial “a mi padre para devolverle la figura del suyo”.

El antecedente personal del autor es muy enternecedor, y parte de su infancia, cuando de manera inopinada encontró, guardadas cuidadosamente en una bolsa de tela, unas cartas del abuelo escritas desde el presidio. Fue su “secreto” y el hilo invisible que ahora ha unido a varias generaciones, a través del relato ordenado de los hechos. También es la semilla de su vocación como historiador y el eje de la metodología -de lo micro a lo general- del libro que va a presentar el lunes en la Biblioteca General del Estado.

Los medios

Estas miserias, salpicadas de algunas grandezas, también tuvieron a los medios como elementos reactivos, y fueron armas propagandísticas causantes de señaladas revoluciones en la Ciudad Real de la retaguardia, como el enfrentamiento Noblejas-Maestro.

Buitrago recuerda que el monárquico ‘Pueblo Manchego’ (1911-1937) fue el más importante. Publicado por la Editorial Calatrava, en la primera época con José María Gil Robles (líder de la CEDA) como máximo accionista. Tras la sublevación, fue incautado y se convirtió en órgano del Frente Popular hasta que desapareció en junio de 1937.

En marzo de ese año, recoge el libro, vio la luz ‘Avance’, periódico de la Agrupación Socialista de Ciudad Real y la UGT, que estuvo en la calle hasta el final de la guerra. Surgieron también ‘Konsomol’ en 1937, impulsado por las Juventudes Socialistas Unificadas, e ‘Unión’, entre 1938 y 1939, medio del Partido Comunista.

‘Quinta columna’, apunta el autor, fue “un periódico de la derecha clandestina, manuscrito y con pocos números”, mientras que ‘Vida manchega’ apareció como revista semanal en 1912 y pasó a ser diario en 1920. Desde 1931 hasta que desapareció, en 1933, tuvo un carácter republicano moderado.

Entre este colectivo también hubo ‘bajas’, como el propio Manuel Noblejas, ‘azul’, o el socialista Francisco Colás, ambos directores de ‘El Pueblo Manchego’ en diferentes etapas.

Como «un gran hermano»

La publicación de Buitrago Oliver, fruto de la tesis doctoral defendida hace solo unos meses en la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), con una calificación de sobresaliente ‘cum laude’, partió del microcosmos ciudarrealeño apuntalado, como «un gran hermano», por una profusa documentación preservada en archivos y periódicos. Complementa investigaciones de otros historiadores -como Fernando del Rey o Francisco Alía- con diferentes orientaciones.

De esta manera, las conclusiones del libro, de 640 páginas, están sustentadas en la redacción exhaustiva de la publicación, llena de anotaciones complementarias y unos anexos en los que se enumeran, por tablas, los nombres de los concejales del Ayuntamiento (entre 1931 y 1934; y entre 1934 y 1936, los responsables e imputados en los sucesos de octubre de 1934, los datos de las elecciones de febrero de 1936, con sus candidatos, las consecuencias de la ‘primavera trágica’ de 1936, las entidades afectadas por incautaciones, los donativos a favor “de los leales”, los expedientes incoados por responsabilidades políticas, los detenidos en el inicio de la guerra o en la postguerra, los procesados por el tribunal especial de la rebelión, los religiosos asesinados o los fusilados tras el conflicto, entre otros listados. También se incluyen planos de incautaciones, colectividades y controles, además de una extensa bibliografía.

Es una historia «que no estaba exprimida», concluye Buitrago, dado que con su foco investigador hace aportaciones matizadas que cuestionan «las generalizaciones».

El libro ha sido editado por Biblioteca Añil, cuenta con el prólogo de Francisco Alía, y se presenta con una ilustración de portada de Juan D’Opazo, que se guarda en el Museo Comarcal de Daimiel.

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