Todos los pueblos tienen un acontecimiento, un personaje, monumento o singularidad que forman parte de su esencia y son consustanciales a ellos mismos. Son sus emblemas, fácilmente reconocibles por propios y ajenos. Eso ocurre en Manzanares con la Feria del Campo, convertida en emblema de la ciudad, en un evento que en 58 años ha adquirido una dimensión que sobrepasa lo local, lo provincial y lo regional, que hace que lo uno, Manzanares, se relacione con lo otro, Fercam, y viceversa.
Pero es que, además, la Feria del Campo va en el mismo tuétano de varias generaciones de manzanareños, millennials incluidos. Y ese es el verdadero éxito de este evento en un pueblo que, mal que nos pese, generalmente tiene mucho desapego con lo suyo. Fercam es una excepción. Y lo es porque desde hace casi seis décadas, Manzanares se vuelca por completo con un acontecimiento que va mucho más allá de lo económico, sin olvidar que este objetivo es su razón de ser y el que la hace superarse año tras año. Es síntoma indudable de que esta feria funciona.
El esfuerzo colectivo de todo un pueblo
Está más que justificada esta pasión ‘manzagata’ por la Feria del Campo, porque es un orgullo, pero no se trata de orgullo presuntuoso. Es orgullo por lo que representa de esfuerzo colectivo de todo un pueblo para dar lo mejor de nosotros mismos hacia los demás. Eso lo impulsaron los ideólogos de la feria cuando la crearon en 1960 y se ha mantenido con la complicidad de los diferentes gobiernos municipales y de la ciudadanía.
Para generaciones como la mía, la Feria del Campo forma parte de nuestras vidas. ¿Quién no ha jugado de niño en su magnífico recinto? Y cuando llegaba la feria, del 16 al 23 de julio entonces, ¿quién no tenía a alguien cercano trabajando esos días en algún stand? Era cita obligada de la que volvías tan contento si te regalaban una gorra que ya no te la quitabas en todo el verano.
Desde pequeños hemos mamado la Feria del Campo directa o indirectamente. Cada uno de nosotros podría comenzar a relatar recuerdos y vivencias que seguro vuelven a experimentar los niños y niñas que, como nosotros entonces, acuden con sus familias al recinto y boquiabiertos admiran los enormes tractores y cosechadoras que se exponen.
Un millar de trabajadores
Como nuestras propias vidas, hemos visto el crecimiento, evolución y profesionalización de la Feria Provincial del Campo, de la Feria Regional del Campo y Muestras de Castilla-La Mancha y, desde 2014, de la Feria Nacional del Campo. Este año, en su 58ª edición, supera los 200 expositores. Eso significa, organización aparte, la movilización directa de un millar de personas en el montaje y atención de los stands, lo que da idea de su magnitud.
Fercam -acrónimo que llegó con Manuel Molina como director- es y debe seguir siendo el emblema de Manzanares y de toda una región cuyo potencial agroalimentario es el mejor valedor de una feria que ha sabido mantener su leitmotiv y compaginarlo con otros sectores no menos importantes y atractivos para los miles de visitantes que cada año acuden a esta cita que nos espera cada mes de julio.